Dip. Sergio Gutiérrez Luna, Mensaje pronunciado en la ceremonia con motivo del Día de la Bandera, realizada en el Campo Marte





DIPUTADO SERGIO GUTIÉRREZ LUNA

Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados

Mensaje pronunciado en la ceremonia con motivo del Día de la Bandera, realizada en el Campo Marte.




Buenos días a todas y todos. 


Licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos. 


Ministro presidente, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. 


Senadora Olga Sánchez Cordero, presidenta del Senado de la República. 


Jefa de gobierno de la Ciudad de México, doctora Claudia Sheinbaum Pardo.


Compañeras y compañeros del gabinete del Gobierno de México


Diputadas, legisladores.


 Y personas que nos acompañan.


El día de hoy conmemoramos un símbolo patrio que nos da identidad como mexicanas y mexicanos: la Bandera Nacional; una insignia que resalta los principales valores de nuestra nación, entre los que se encuentran la libertad y la justicia.


En cada momento histórico en el que se ha forjado la Patria, han surgido símbolos que han otorgado identidad a las luchas del pueblo mexicano, por eso en 1940 el presidente Lázaro Cárdenas oficializó el 24 de febrero como Día de la Bandera. 


Junto con el escudo y el Himno Nacional, nuestra Bandera forma parte de los símbolos patrios y es, sin duda, el resultado de la lucha hacia un México soberano e independiente.


La primera bandera que nos dio identidad como nación fue la que portó el cura Hidalgo en el grito de Dolores: un estandarte con la Virgen de Guadalupe que se convirtió en un distintivo insurgente durante la etapa de independencia.


Luego, como símbolo del pacto entre las fuerzas Realistas e Insurgentes, se formó el Ejército Trigarante y, consumado el proceso de Independencia con la declaración del Plan de Iguala, el 24 de febrero de 1821, hace 201 años, Agustín de Iturbide llevó la bandera trigarante con los colores verde, blanco y rojo, que simbolizan fundamentalmente la independencia de México ante España y la unidad entre mexicanos. Aunque no devorando una serpiente, desde entonces, la Bandera oficial ya portaba un águila.


Después de la caída del imperio de Iturbide, se expidió un decreto por el que se conformaba el lábaro patrio con base en la tradición indígena; es decir, el águila de perfil posando sobre un nopal y devorando una serpiente, ya sin corona imperial y con una corona de laurel. 


A pesar de que antes de conformarnos como República, nuestra nación fue epicentro de varios intentos de invasiones extranjeras y guerras civiles, de la lucha de conservadores y liberales, los colores de la Bandera y su disposición no volvieron a cambiar, aunque en ese periodo, su escudo sufrió varias transformaciones y diversos usos. 


Fue hasta 1916, después del triunfo de la Revolución Mexicana, que el presidente Venustiano Carranza expidió un decreto en el que se ordenaba que el escudo nacional, oficializado como ahora lo conocemos, volviera a aparecer en la bandera: el águila con alas en actitud de ataque, devorando una serpiente, como símbolo fundacional de México-Tenochtitlán.


La Bandera, como elemento simbólico ha acompañado las transformaciones más importantes de nuestra patria como un encuentro identitario de los sentimientos más profundos que han motivado a las heroínas y héroes que fueron delineando una nación independiente, de igualdad ante la ley, soberana y con anhelos de justicia y libertad.


Por eso, es buen momento para conmemorar nuestra Bandera y reflexionar con orgullo la patria que han construido mujeres y hombres de antes, la que estamos forjando y la que seguirán construyendo las próximas generaciones. 


La tarea de siempre, apelar a la verdad, de vivir con honestidad y con profundo amor a nuestra nación, nos permitirá cumplir con nuestra convicción de que mejores realidades son posibles. 


Porque de esto se trata nuestro tránsito en la vida pública: del papel histórico al que abonamos en la construcción permanente y colectiva de nación, donde el pueblo, en su mayoría, siempre se enfrenta a los intereses minoritarios que de manera profundamente antidemocrática intentan detener los cambios sociales de cada época. 


Hoy, frente a nuestra Bandera, afirmamos con profundo patriotismo y entusiasmo que es un honor vivir estos tiempos de transformación democrática, pacífica y popular.


Por ahora, que nuestro lábaro patrio sirva de faro: pese a nuestras diferencias, lo que debe unirnos y ubicarnos es ahí donde estén las luchas que abonen a nuestra independencia, a nuestra soberanía, a la justicia y, por supuesto y definitivamente a la igualdad de nuestro pueblo.


Muchas gracias.


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