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La salud como bien público global


Dr. José María Chávez Peña Asesor legislativo/Senado de la República

El planeta Tierra, al que en términos de Albert Einstein llamamos nuestro mundo, hace no más de cinco décadas cayó en cuenta que más allá de las fronteras políticas existen retos que rebasan en mucho la capacidad de un país, por poderoso que sea, para resolverlos por sí mismo.

Muchos retos requieren ser abordados por el conjunto de la humanidad, abandonando absurdas posiciones de soberanía, para sumar en la defensa de los bienes públicos globales (BPG) entendidos como aquellos que son de todos, que pertenecen a todas las personas y regiones del planeta y que, en consecuencia, en caso de ser dañados o vulnerados se generan males públicos globales (MPG).  

Recordando la obra de Paul Samuelson, José Ángel Velásquez González señala como características de los bienes públicos la no exclusión y la no rivalidad. Estas características implican, dado el supuesto de que las vacunas de COVID-19 fueran BPG, que el consumo de dicho biológico por parte de México no excluyera a otros países de consumirlas y que, con su consumo, no se limitara la cantidad de vacunas a ser consumidas por otros países . Dado el alcance de este caso hipotético, todos los países del mundo serían beneficiados del biológico, hayan o no participado en su financiamiento o en el desarrollo de la tecnología para producirlas. 

  Los BPG son universales y extienden sus beneficios a todos los grupos poblacionales y a las presentes y futuras generaciones. Estos bienes, según los estudiosos del tema, adquieren tres dimensiones constitutivas: son de carácter mundial; no discriminan a ningún país y su alcance es intergeneracional. 

En cuanto a la dimensión intergeneracional habría que aclarar que no todos los BPG, como el cambio climático o la estabilidad económica mundial, gozan de la misma temporalidad ni de similar naturaleza, ya que algunos de estos bienes son generados para solventar emergencias para luego desaparecer. Por lo demás, estos bienes mejoran la calidad de vida de las personas, son de libre acceso y traspasan las fronteras políticas.  

  Respecto a la denominación como “públicos”, contrario a lo que podría pensarse, no se debe a que sean producidos exclusivamente por el sector público de un país determinado, sino a que todas las personas pueden accesar y disfrutar de ellos, al margen de la nacionalidad, credo religioso, idioma, color de piel o de cualquier otra forma de distinción. 

Estos bienes surgen ante la certeza de que, por ejemplo, el cambio climático, las grandes pandemias como el COVID-19, la estabilidad financiera, entre muchos más, por supuesto que no respetan las fronteras políticas, transgrediendo a los asuntos internos de todos los países.   

  Para Martha Aparicio Fernández, el proceso dinámico de la globalización es determinante en el surgimiento, evolución e importancia de los BPG a los que clasifica en tres generaciones, siendo la primera los bienes generados con recursos públicos (educación, alumbrado público, seguridad social y pública, vías de comunicación, drenajes, etc.); los de segunda suman a los de la primera los recursos naturales y los patrimonios culturales (océanos, biodiversidad, recursos minerales, atmósfera y monumentos históricos), y los de la tercera suman a los de la primera y segunda las políticas globales creadas por un consenso de Estados para enfrentar desafíos comunes: epidemias sanitarias, calentamiento global, estabilidad financiera y muchas más. 

  Dentro de los BPG la salud ocupa un papel creciente en la agenda para el desarrollo y la paz global, basta ver el impacto de la pandemia por coronavirus en América Latina y el Caribe, haciendo virar el quehacer y prioridades de las economías hacia los problemas de salud, al percatarse de su relevancia para el desarrollo económico y seguridad global. Así, la salud se intenta retomar como un BPG basado en los derechos humanos, básicamente en los principios de universalidad, interdependencia y no discriminación.   

  Las inequidades y desigualdades en la salud son espejo de la desigual distribución de la riqueza dentro de los países y entre regiones. Lo que muestran las emergencias sanitarias y sus efectos en el planeta es que la salud, al ser un BPG, genera, a la par, MPG. De ello deriva la importancia de que todas las personas sean protegidas contra el COVID-19 como de cualquier otra epidemia. Sin embargo, esto plantea el problema de lo injusto del hecho de que pocos asuman los costos de las vacunas cuando muchos, asumiendo la posición de rémoras, se benefician de ellas cruzándose de brazos, esperando les sean entregadas a cambio de nada.  

  Jaime Sepúlveda considera que “…el nacionalismo de las vacunas no sólo es egoísta, sino miope. Las variantes del virus aumentarán en número y virulencia potencial en poblaciones que no estén protegidas. La equidad inmunológica no sólo debe convertirse en un deseo sanitario, sino en una preocupación de seguridad nacional”. 

En este sentido, de poco serviría a un país tener a su población completamente inmunizada si solamente pasando una frontera se encuentra un país que, dado sus bajos niveles de riqueza, no vacuna a su población. Inmunizar a unos no basta, se requiere inmunizar a la totalidad, lo que también implica establecer la vacunación obligatoria y, en consecuencia, colocar el interés público sobre los derechos de libertad del individuo.   


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