La humanidad, desde tiempos inmemoriales, se resiste a desaparecer de manera absoluta, irremediable y definitiva de la faz de la tierra y han creado dioses, religiones, mitos, en cuyas representaciones depositan ciertas expectativas de trascender su materia, su vulnerabilidad, su finitud, a través de la trasmigración de las almas o su “reubicación” en otros escenarios de paz y felicidad. Con esos constructos expresados en relatos se explican el origen del universo, la humanidad y la naturaleza, en el que se reserva, por supuesto, un lugar especial para la muerte, y el lugar de espera, castigo, purificación y redención.
Hace 72 años, el 17 de octubre de 1953, las mujeres mexicanas ganaron plenos derechos civiles y políticos, incluyendo el derecho al voto y a ser electas para cargos públicos. Significó un hito en la igualdad de género. Uno de los frutos de esa lucha feminista es que, por primera vez en la historia, hoy México tiene una presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo.
Este debate ya está superado. El 12 de octubre no se descubrió nada, ni es encuentro ni es día de la raza, ni hay nada que festejar. Por el contrario, México ha pedido a España una disculpa pública por las atrocidades cometidas contra los pueblos precolombinos, pero con la persistente visión eurocéntrica, el país ibérico se negó a hacerlo bajo esa perspectiva de superioridad racial, intelectual y económica con la que suelen interpretar el mundo latinoamericano.
Proteger la seguridad y la vida de los ciudadanos es la razón primigenia, fundamental, de la existencia del Estado (según pensadores como Thomas Hobbes). Sin embargo, capítulos históricos demuestran que, en lugar de protegerlos, se les violenta.