Recientemente se han difundido casos de apropiación cultural como el protagonizado por la marca Carolina Herrera cuando tomó elementos de comunidades indígenas para crear su colección Crucero, sin dar el crédito a los pueblos originarios; otro más fue el de la marca Sézane, que contrató a una mujer zapoteca por 200 pesos para que modelara un suéter de 2 mil 700 pesos.
El humano es habitado por dioses y bestias que lo suceden en la dirección de su propia vida. Así, todos, en tanto humanos, somos terribles y sublimes. Ésta es la idea que desarrolla el filósofo mexicano Lutz Keferstein en su texto Dioses y bestias. Quizá abusando de este argumento he justificado durante años mi pasión por un deporte que es -finalmente producto de la naturaleza humana- a su vez terrible y sublime: el boxeo.
No contamos cuentos. Es la realidad. Pasan los siglos y los grandes maestros de la humanidad, como Sócrates, Platón, Homero, Séneca, siguen hablando a las nuevas generaciones; les enseñan, aconsejan, incitan a la reflexión. Sus conocimientos ayudan a moldear personas críticas, creativas. Son guía, sobre todo en tiempos de zozobra.
Desde la noche de los tiempos el símbolo juega un papel en la psique social, en el alma de los pueblos. La historia de México también tiene una dimensión simbólica. Por eso se cantan las hazañas de los héroes y se fortalece su culto. La actualidad política recupera relatos que incluso sirven parar sembrar ideología. Se sublima la evocación del pasado para apuntalar el presente.