Investigación / Nuestros Centros


news

JEFAS DE FAMILIA Madres trabajando a tiempo completo


Emma Trejo Martínez

Este material, su divulgación, integridad de la obra y colección del mismo, es propiedad de la Cámara de Diputados en términos de lo dispuesto por el artículo 83 de la Ley Federal del Derecho de Autor. Las opiniones expresadas en este documento reflejan el punto de vista de su autora o autor, investigadora o investigador, y no necesariamente el del CELIG.

En la actualidad se reconoce que los cambios sociales, económicos y culturales en México han traído consigo modificaciones en las estructuras de los hogares, como, por ejemplo, las estructuras familiares nuevas, el aumento de embarazos fuera de la vida en pareja, el incremento de los índices de separación conyugal y divorcios, conformando nuevos arreglos residenciales y organización de los hogares. Por ello la diversificación de los hogares y su naturaleza dinámica motiva que ya no sea posible hablar de un solo tipo de hogar, la composición de un hogar nuclear compuesto por el padre, la madre y sus hijas e hijos ha cambiado.

En México las mujeres representan poco más del 51% del total de la población, por lo que su participación en los diversos contextos de la vida social, económica y política es, sin duda, fundamental. Ésta se ha incrementado al apropiarse de más y mayores responsabilidades a consecuencia de las transformaciones de la organización familiar, dando como resultado diversos tipos y clases de hogares.

En 1976, uno de cada siete hogares estaba encabezado por una mujer, en 2005 había aumentado a casi uno de cada cuatro hogares. En mayo de 2018 el INEGI estimó el número de hogares en México en 34.1 millones y 28.5% tenía una mujer como jefa de familia.
El Censo de Población y Vivienda 2020 informó que, a nivel nacional, en 33 de cada 100 hogares las mujeres son reconocidas como jefas de la vivienda, esto significa 11,474,983 hogares. El marcado aumento en la jefatura femenina tiene su origen principalmente en los procesos de formación y disolución familiar y, en menor grado, en la mayor propensión de las mujeres a hacerse cargo de sus hijas e hijos.

La reducción en el número de hogares que responden al modelo nuclear tradicional y el aumento de otros implica que las funciones desarrolladas en las familias y en los hogares se hayan modificado, entre otros factores, a consecuencia de la participación amplia y continua de las mujeres en el mercado laboral.

Los cambios en las estructuras familiares, el aumento de la heterogeneidad de las familias, sobre todo aquellas encabezadas por mujeres, así como las uniones libres, entre otros fenómenos de carácter demográfico y social, esperan ser reconocidos y atendidos a través de políticas públicas.

La realidad actual exige redireccionar el enfoque de las políticas públicas a fin de garantizar la incorporación plena de todos los grupos y realidades existentes, en el marco del respeto de los derechos humanos y atendiendo sus demandas específicas.

Un rasgo relevante de los hogares con jefatura femenina en México consiste en que poco más de la mitad de ellos tiene desventaja económica, lo que a menudo contribuye a propiciar la incorporación de infantes a la actividad económica. Más aún, las mujeres jefas de hogar son, frecuentemente, la única persona adulta en el hogar, lo que las obliga a asumir el papel de proveedora, el cuidado y la crianza de las hijas e hijos y de otras tareas inherentes al ámbito doméstico, lo que se traduce en sobrecarga de trabajo para las mujeres que son madres solas y, además, jefas de familia.

En otros casos, enfrentan el problema de no tener dónde dejar a sus hijas e hijos ante la falta de acceso a servicios institucionales dedicados al cuidado infantil.

Varias de las mujeres que son madres y no tienen un cónyuge o pareja para compartir responsabilidades, forman parte de un hogar como hijas o mantienen algún parentesco con el jefe de familia. En consecuencia, si bien cuentan con el apoyo familiar, su autonomía y capacidad de toma de decisiones, como puede ser respecto del cuidado de sus hijas e hijos o el destino de los ingresos que perciben, es limitada. Se trata de una problemática social que demanda respuestas al Estado mexicano.

Las madres solas y la jefatura femenina

La modificación del rol del Estado en la provisión de servicios sociales, en un contexto de deterioro de los salarios y de las prestaciones laborales, de pérdida de la estabilidad del empleo y aumento de la vulnerabilidad de amplios sectores de la población, ha significado una transferencia de responsabilidades a las familias, las cuales antes se encontraban a cargo del sector público. Se trata de responsabilidades ante las que el núcleo familiar tiene dificultades serias para asumirlas cabalmente, por diversos motivos.

Un problema fundamental es que esta transferencia de responsabilidades genera sobrecarga de trabajo para las mujeres, quienes han incrementado en forma importante su participación en la actividad económica para compensar los bajos salarios del jefe del hogar o lograr por sí mismas la manutención de sus familias en un contexto de lentos cambios en la división sexual del trabajo.

Las madres jefas de familia y el cuidado de las hijas y los hijos

Los diferentes grupos que componen el universo de las mujeres jefas de familia ponen énfasis en la importancia de los recursos sociales (redes familiares) a los que ellas recurren, con relación a sus responsabilidades domésticas y laborales.

También hay que centrar la atención en la sobrecarga de trabajo de las mujeres jefas de familia, ya que las madres solteras o las madres solas suelen trabajar mayor cantidad de horas y en horarios menos convencionales que las madres casadas.
Además, se ubica que es más frecuente que las madres solteras trabajen de noche o durante los fines de semana en puestos con baja remuneración, lo que las obliga a depender de familiares (fundamentalmente mujeres: abuelas, hermanas, sobrinas), personas vecinas al hogar y/o amistades que se turnan para cuidar a sus hijas e hijos.

Las madres solas y el embarazo adolescente

Mención especial merece el tema del embarazo adolescente o temprano, el cual, según los datos disponibles, mantiene niveles elevados en México.

El embarazo adolescente es un fenómeno complejo y multifactorial que difiere entre las y los jóvenes de estratos socioeconómicos bajos y altos, lo que tiene implicaciones distintas. Por una parte, hay la idea de que el embarazo adolescente se concentra en gran medida en los estratos bajos de la población, en las localidades rurales y en quienes no han terminado su educación básica, sin embargo, el fenómeno parece haber trascendido a todos los estratos sociales.

Respecto de las consecuencias nocivas que derivan de este fenómeno, habría que anotar que es precisamente en los estratos bajos de la población donde se encuentra la mayor carga de problemas de salud. Los embarazos en edades tempranas suelen ser de alto riesgo ; además, la prevalencia de desnutrición y de otros problemas de salud suele ser elevada, lo que incrementa los riesgos.

El cuidado prenatal y el acceso a servicios profesionales de salud y a instituciones hospitalarias en caso de emergencia son menores en estos estratos, predominantemente rurales, lo que aumenta los riesgos en los casos de emergencias durante el embarazo, parto y puerperio.

En cuanto a las oportunidades, económicas, culturales, proyectos de vida y acceso a un trabajo bien remunerado o formal, éstas se ven limitadas de manera sustantiva en los casos en que se enfrentan a embarazos tempranos, pasando a engrosar el círculo de pobreza.

Notas relacionadas