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Del indigenismo a la pluriculturalidad


Juventina Bahena

Cuando éramos pequeños celebrábamos el 12 de octubre como el Día de la Raza, y con gran regocijo hacíamos remembranzas del Descubrimiento de América, según las concepciones heredadas de los libros de texto; hasta que finalmente, después de 500 años de aquel acontecimiento, se puso en perspectiva el significado real de este suceso.

Mentes lúcidas como la de Eduardo Galeano revelaron lo que estaba encubierto artificiosamente, no desprovisto de romanticismo. Y esto significaba que “la pobreza, el sufrimiento y el subdesarrollo de la mayoría de los países latinoamericanos no son un estado natural, sino uno creado por el saqueo económico e histórico comenzado por España y otras naciones de Europa y que nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros”.

Esta tesis corresponde a un artículo escrito por Galeano a finales de 1980, que tituló “Nada que festejar”, en el que hace una nueva lectura del “descubrimiento de América”. Bajo esa perspectiva expone que, a lo largo de los siglos, la cultura colonizadora ha acabado imponiéndose a la cultura, lengua y costumbres de los pueblos precolombinos. “Incluso los indígenas llegaron a odiar su propia identidad. Llegaron a pensar sobre ellos mismos que eran ‘bárbaros ignorantes’ y que, para salvarse de las tinieblas, tenían que civilizarse. Tenían que aprender de los españoles.”

Así funciona el racismo, denuncia Galeano. Los españoles se creían superiores como especie. Veían a los indios como salvajes y creían que era justo imponerles lo que ellos sabían. Se invisibilizó la destrucción genocida de comunidades enteras de pueblos indígenas.

La ocupación de los territorios y el exterminio de las minorías étnicas era consustancial a la expansión colonial. Esta situación se justificaba con el argumento de que los europeos llevaron a América el cristianismo y el castellano, que dieron unidad a los pueblos que habían estados dispersos cada quien en su cultura y costumbres.

El solo hecho de la navegación y exploración del Continente Americano por Cristóbal Colón y su tripulación en 1492, dio para una conmemoración que ha durado un siglo.

A principios del siglo XX se empezó a conmemorar la nueva identidad cultural. Primero fue la celebración por el “descubrimiento” del continente, después fue el encuentro y la “fusión” entre los pueblos indígenas de América y los conquistadores españoles, y la valoración del patrimonio cultural hispanoamericano, más como pieza de museo que como algo viviente y su aspiración reivindicatoria.

La postura elogiosa de algunos intelectuales se refirió a una supuesta fusión de culturas que luego se bautizó como “Encuentro entre mundos”. No pasó mucho tiempo para que emergieran los posicionamientos reivindicatorios de los pueblos originarios a partir de su resistencia al aculturamiento y la persistencia en conservar su lengua, vestimenta, tradiciones.

Una postura reivindicatoria es que el continente no fue descubierto, sino saqueado, porque desde 1492 las prácticas extractivistas fortalecieron la economía colonial a costa del despojo de los pueblos.

Finalmente, México asumió una política reivindicatoria de los pueblos originarios. Con las reformas de 2015, 2016 y 2019 al artículo segundo constitucional, se reconoce la pluriculturalidad de la nación y que la identidad indígena deberá ser criterio fundamental para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas; su derecho a la libre determinación y autonomía, a fin de decidir sus formas internas de convivencia y organización social, económica, política y cultural.

También reconoce el derecho a aplicar sus propios sistemas normativos, elegir a las autoridades, preservar y enriquecer lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan cultura e identidad.

También tienen derecho a elegir, en los municipios con población indígena, representantes ante los ayuntamientos, bajo el principio de paridad de género y conforme a las normas aplicables, además de los derechos políticos, económicos y sociales, que son extensivos a los pueblos y comunidades afromexicanas.

Las lenguas indígenas toman la Tribuna

En el marco de la celebración del Año Internacional de las Lenguas Indígenas de 2019, la Cámara de Diputados abrió sus puertas a 48 representantes de pueblos indígenas para que, desde la Tribuna, dieran su mensaje a la nación en 45 lenguas autóctonas sobre su cultura y territorio.

Marissa Velázquez Ramírez recordó que sus ancestros le contaban que cuando llegaban a la gran ciudad la gente los discriminaba por vestir y hablar un idioma diferente al español. “Mi abuelo y mis padres aprendieron a hablar en dos lenguas: una que se hablaba en público, y otra, en casa. Así crecí, con temor a hablar mi idioma; sabía que, si lo hablaba en público, la gente, de manera despectiva, me diría india.

“Se hizo creer a los pueblos que hablar nuestro idioma era malo, pero los conocimientos de mi pueblo se transmiten de manera oral, y si yo dejo de hablar mi idioma se perderá una parte importante de la historia de mi país, de nosotras y de las personas que somos parte de la gran diversidad de pueblos originarios”.

Al respecto, la diputada Irma Juan Carlos (Morena) señala que garantizar los derechos de esta población requiere incorporar un nuevo constitucionalismo en el marco de un Estado pluricultural, cimentado en los principios de plurinacionalidad, interculturalidad y demodiversidad.

La presidenta de la Comisión de Pueblos Indígenas señaló que es momento de articular un sistema jurídico integral en materia de derechos que permita la convivencia armónica de instituciones y los sistemas jurídicos de pueblos originarios.


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