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Quién y cómo se financió la Revolución


Juventina Bahena

Todas las guerras requieren recursos económicos para la compra de armas, comida y salarios de sus soldados. Cuando es en defensa de un Estado el dinero proviene del erario y aún así buscan el apoyo de una nación extranjera, como es el caso del conflicto Ucrania-Rusia, donde Estados Unidos aportará un paquete de 7 mil 500 millones de dólares y la Unión Europea 2 mil 500 millones de euros para armas que van al país invadido. Los intereses y la defensa legítima siempre aglutinan a los países en dos bandos; los demás, se atrincheran en la neutralidad.

Hace más de un siglo, cuando inició la Revolución Mexicana, las cosas fueron un tanto diferentes por las condiciones espacio temporales y porque se trató de un conflicto interno con un levantamiento armado en el norte y otro en el sur contra la administración de Porfirio Díaz en una primera etapa, luego por la usurpación de Victoriano Huerta, y después por el enfrentamiento de Francisco Villa y Emiliano Zapata contra Venustiano Carranza.

La etapa maderista 

Cuando el 20 de noviembre de 1910, Francisco I. Madero inicia el movimiento enarbolando el Plan de San Luis, el artículo 11 trataba el asunto del financiamiento. Ahí se establecía que para los gastos de guerra se contratarían préstamos voluntarios y forzosos solamente con ciudadanos o instituciones nacionales y que se entregarían recibos cobrables al triunfo del movimiento.  

Sin embargo, en la toma de Ciudad Juárez no había con qué alimentar a los soldados ni a los prisioneros, explica Guadalupe Villa Guerrero, en “La experiencia villista”. La Cruz Roja mexicana se negó a atender a los heridos por no simpatizar con la causa y la Cruz Roja estadounidense debió suplirla prestando los primeros auxilios.

En los meses que siguieron a la toma de Ciudad Juárez, la familia Madero aportó una parte del financiamiento de la Revolución. Francisco Madero Hernández y sus hijos, Francisco y Gustavo, así como sus hermanos Ernesto y Evaristo, tenían participación en 32 compañías mineras de diferentes lugares de la República mexicana, y había otro tipo de empresas de su propiedad que le permitieron aportar a la causa.

Las aportaciones de Francisco no solo sirvieron para armas, sino para imprimir el periódico Regeneración, que editaban Ricardo y Jesús Flores Magón como una plataforma de difusión de las ideas revolucionarias. Ya en la presidencia, Madero buscó recursos adicionales a los fiscales mediante empréstitos europeos, sin éxito, y tuvo que recurrir a la banca estadounidense.

Impuestos y emisión de papel moneda con Carranza 

A principios del periodo carrancista, a las aportaciones voluntarias de los simpatizantes se agregó el decomiso y coerción para obtener ganado vacuno y caballar, metal y dinero. Las principales víctimas fueron la Iglesia, los extranjeros y los ricos. Las carencias y la necesidad de afianzar las alianzas políticas obligaron a Venustiano Carranza a trasladarse a Sonora, cuyo gobernador, el general Maytorena, les ofreció su apoyo. 

De acuerdo con el ensayo de Leonor Ludlow, "Finanzas y guerra. La experiencia constitucionalista", también aplicaron impuestos especiales en las regiones que cayeron bajo su control y, a partir de marzo de 1913, recurrieron a la emisión de billetes revolucionarios.

Carranza autorizó la emisión de papel moneda del gobierno provisional constitucionalista por treinta millones de pesos. Se contrató en Nueva York y estuvo disponible a mediados de abril de 1914, cuando Villa ya había tomado Torreón y La Laguna. Los constitucionalistas habían establecido en Ciudad Juárez una oficina selladora bajo la dirección de Pascual Ortiz Rubio y Alberto J. Pani, de manera itinerante, donde se validaban con las firmas de los representantes del gobierno provisional y se distribuían a los jefes revolucionarios del norte, comprendido el mismo Villa en Torreón.

Ludlow explica que cuando Carranza llegó a la ciudad de México impuso el curso forzoso de los billetes revolucionarios en todo el país. El resultado de la enorme cantidad de papel moneda puesto en circulación fue una inflación sin precedente.

En su informe de 1917 al Congreso, Carranza consideró que la emisión de billetes constituyó un procedimiento al que fue necesario recurrir para no caer en manos de los agiotistas.

Asalto a ferrocarriles y préstamos forzosos con Villa  

Por su parte, las fuerzas villistas recurrieron al asalto a los ferrocarriles en la zona de La Laguna y a los préstamos forzosos a los banqueros y comerciantes del norte del país En el año que los federales ocuparon Torreón y la Comarca Lagunera, la agricultura algodonera siguió su curso normal, pero cuando Villa llegó, a finales de 1913, confiscó parte de la cosecha y cuando controló el estado de Chihuahua a principios de diciembre, vendió el algodón lagunero en Estados Unidos. El control de la Comarca Lagunera por parte de Villa representó una importante fuente de financiamiento para la División del Norte en aquella fase crucial hasta septiembre de 1915. 

La refacción para las labores agrícolas, otorgada antes por los bancos y las casas comerciales locales, fue concedida ahora por la sucursal lagunera del banco villista del Estado de Chihuahua que emitió su propio papel moneda.

Villa, apremiado por las exigencias inmediatas, quería obtener más papel moneda constitucionalista. El 16 de junio de 1914, previo al ataque a Zacatecas, decidió apoderarse de la oficina selladora de Ciudad Juárez como forma de presión política sobre Carranza e hizo arrestar a los responsables de las oficinas.

Desde aquel momento la aduana de Ciudad Juárez quedó bajo el control exclusivo villista hasta finales de 1915. Parte de estas dificultades del momento se resolvieron, como la entrega de papel moneda a Villa con la liberación consiguiente de los empleados constitucionalistas detenidos en Ciudad Juárez y el envío de carbón.

El alzamiento de los campesinos 

En el caso del levantamiento en el sur, los pueblos fueron los que financiaron la guerra. El sentido comunitario de la lucha agrarista quedó plasmado desde el momento en que Emiliano Zapata fue electo como representante de Anenecuilco para continuar con la defensa legal de sus tierras. Aquel 12 de septiembre de 1909, la asamblea del pueblo estableció la necesidad de reunir algún dinero para sufragar los gastos que implicaban dichas gestiones, y se logró juntar al final del día 115 pesos, expone Édgar Rojano en su ensayo “Un pueblo en armas. El financiamiento de la revolución agraria en territorio zapatista”. 

Zapata prohibió de manera estricta sacrificar ganado de la gente pobre o de los que simpatizaban con la causa; para la alimentación de las fuerzas libertadoras únicamente se podía echar mano del ganado de los enemigos de la revolución.

En términos generales, los pueblos respondieron a los revolucionarios con todo tipo de alimentos; armas y sarapes; dinero, cuando lo había; suministraban forrajes para la caballada; cultivaban sus tierras, porque además de combatientes seguían siendo campesinos, cuyas cosechas estaban a la disposición de la causa revolucionaria.

Una vez que rompieron con el presidente Francisco I. Madero tuvieron que tomar las medidas necesarias para una guerra más formal y prolongada. En el artículo XI del Plan de Ayala los zapatistas dispusieron que, tal y como lo establecía el artículo XI del Plan de San Luis, para los gastos de guerra se dispondría de los fondos de las oficinas públicas que, en caso de ser insuficientes, permitirían la contratación de empréstitos voluntarios.

Se impusieron contribuciones de guerra a los propietarios de la zona, pero a los pueblos solamente se les pidió ayudar con alimentos para la tropa y pastura de la caballada.

En marzo de 1914, el general Zapata puso en marcha cuatro ingenios, como un servicio público. Las escasas ganancias se entregaron al cuartel general para sufragar los gastos en hospitales, cuarteles y ayudar a las viudas de los revolucionarios muertos en campaña.

Al igual que otras facciones revolucionarias, imprimieron su propia moneda. La circulación forzosa de los “billetes” y “cartones” emitidos por el Banco Revolucionario habían generado gran descontento entre la población y pusieron en circunstancia crítica al comercio.

Ante esta situación, se determinó que quien se negara a recibir el papel moneda sería multado con 100 o 500 pesos y que, en caso de reincidir, serían declarados formalmente presos y remitidos al Cuartel General del Sur.

Sin abasto externo, medios de producción, ni dinero, el ejército campesino se mantuvo en un estricto nivel de subsistencia como la sociedad de la que emanaba.

Cerca de setenta hombres salieron de Villa de Ayala aquel 11 marzo de 1911 para iniciar la Revolución en Morelos, pero conforme avanzaban sobre pueblos y rancherías las tropas rebeldes fueron creciendo al grado de que, para el mes de mayo, durante la toma de Cuautla, El Diario del Hogar informaba que cerca de 3000 “insurrectos” atacaban la plaza bajo las órdenes del general insurgente Emiliano Zapata.

Los rebeldes se sumaron a la lucha libremente, contrario a lo que sucedió en el ejército federal e inclusive en otras facciones revolucionarias que recurrían al pago de “haberes” y a la leva para engrosar sus filas. El Ejército Libertador del Sur, surgido de los campos de Morelos, no era una milicia profesional, eran grupos comunitarios cohesionados por lazos familiares, de amistad o compadrazgo. Eran campesinos soldados que tenían como único uniforme su cotidiano calzón blanco y el enorme sombrero de paja.

Las comunidades campesinas fueron las que financiaron la guerra; aportaron el poco dinero con el que contaban, hombres, alimentos, animales, forrajes, armas rudimentarias, con el único fin de recuperar sus tierras.



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