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Sor Juana, una mujer frente a un mundo opresor


Luz María Mondragón

El siglo XXI abraza discursos que son oda al feminismo. Abandera narrativas culturales que avivan debates a favor de la igualdad y de expandir los derechos de las mujeres. Lo contrario es mantener mentalidad de neandertal. Pero hubo un tiempo, el siglo XVII, donde ser diferente era mal visto, un camino para caer en las redes de la Inquisición. Es el caso paradigmático de una mujer excepcional, Sor Juana Inés de la Cruz. Nació en 1648 en la rígida Nueva España. 

Sociedad clerical, dogmática, cerrada, intolerante, opresiva. La cultura era privilegio y patrimonio masculino, excluía a la mujer, la visualizaba como ser inferior que debía obedecer. Sor Juana hizo la diferencia. Fue una mente privilegiada, cuya obra literaria se adelantó a la época y marcó el inicio de la modernidad. Ella enfrentó ataques, nunca cesaron los intentos para silenciar su voz.

El mejor libro para conocerla es Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, biografía que escribió Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990. Nítido retrato de esta intelectual y de la sociedad en la que floreció.

El Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, prodiga elogios a esta obra de Octavio Paz. La califica como el mejor libro de crítica literaria, por la investigación rigurosa, la imaginación y la elegancia expositiva. Se rindió ante Sor Juana. La colmó de alabanzas, resaltó que fue una mujer contra el mundo, un espíritu libre ávido de conocimiento que defendió el derecho de la mujer al ejercicio de las letras, las ciencias y las artes. Aunque el fundamentalismo católico de la época la forzó, la empujó a pedir perdón, por cometer el pecado de estudiar y ondear la bandera del libre albedrío.

Otra cumbre mundial, el francés Jean-Marie Le Clézio, Nobel de Literatura 2008, también quedó cautivado. Dijo: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe es la obra más significativa de Octavio Paz. Es historia, reflexión filosófica y poder poético. Sor Juana y Paz encarnan la era moderna de México, que empezó más temprano que en Europa, porque el poder colonial obligó al pueblo a parir con grandes dolores una civilización nueva. Resaltó que ella, en ese siglo de la Inquisición, se vio obligada a someterse a la religión y a la autoridad de los hombres.

Nubes grises

Las nubes grises siempre persiguieron a Juana Inés Ramírez, debido a su origen. Por ser hija de madre soltera, desde la tierna infancia soportó la discriminación, le pegaron la etiqueta de bastarda. Su madre fue la criolla y analfabeta Isabel Ramírez. Su padre, el capitán español Pedro Manuel de Asbaje, quien las abandonó.

La pequeña Juana Inés vivía en San Miguel Nepantla. Pese a la adversidad, pronto deslumbró. Niña luminosa, un prodigio. Cuentan que aprendió a leer antes de cumplir los tres años de edad. Devoraba libros. A los ocho escribió su primera loa eucarística. Y supo latín en solo 20 lecciones. Dice Paz: “niña solitaria pero curiosa de lo que pasa en el mundo, y la curiosidad pronto se transformó en pasión intelectual”.

Soñaba comprenderlo todo. El firmamento, incluso. Fascinada por las estrellas y los cuerpos celestes empleó buena parte de su vida en diseccionar el cosmos. En estudiar enigmas del espacio. "Todos nos deberíamos sentir ciudadanos del universo", aconsejaba.

En la Nueva España las mujeres no tenían oportunidades para estudiar. Adolescente anhelaba ir a la universidad. Juana Inés estaba dispuesta a disfrazarse de hombre para ingresar. Se lo prohibieron. Se empeñó en aprender de manera autodidacta. Se castigaba, se cortaba su maravilloso cabello si no lograba una meta de aprendizaje que ella misma se imponía.

Su inteligencia y erudición la llevaron a la corte virreinal donde brilló. En esa época el destino de las mujeres era casarse, atender al marido y a los hijos. Ella evitó que la casaran. Tampoco quería ser monja. La joven y bella Juana Inés solamente anhelaba consagrar su vida al estudio y la escritura.

Maniatada por su destino, la empujaron a ser religiosa porque no le permitieron otra alternativa. Por amor al saber prefirió la vida de encierro, de soledad del convento, única vía para seguir su vocación intelectual.

"Sor Juana Inés de la Cruz tuvo que hacerse monja para poder pensar", subraya Paz. Incluso convirtió su celda en selecta biblioteca de cinco mil libros, también en laboratorio donde realizaba experimentos. Se adelantó a su tiempo, en ella latía la chispa que alumbró el futuro para las mujeres.

Acorralada por la Inquisición

La pasión intelectual le causó problemas. El saber científico estaba en libros prohibidos que ella estudiaba. La Iglesia vigilaba. El poder –la burocracia política y eclesiástica- la acosaba sin tregua. La temida Inquisición buscaba pillarla. En jaque estaba la vida de Sor Juana.

Sufría a su severísimo confesor Antonio Núñez de Miranda, famoso representante del Santo Oficio. Su mayor verdugo espiritual, el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz, la cuestionó. Le lanzó filosas recriminaciones. La acusó de escribir sobre asuntos profanos. Ninguna mujer debe afanarse por aprender ciertos temas, sentenciaba el prelado, quien le exigió concentrarse en la vida religiosa, no en cuestiones propias de hombres. Y le reprochó no tratar con igual interés lo sagrado, como le correspondía debido a su condición de religiosa.

Ante tanta presión ella se atreve a contestarle al inquisidor, en La respuesta a sor Filotea de la Cruz (escrita en marzo de 1691). Trascendental manifiesto en el que Sor Juana defendió el derecho de la mujer a la educación. Reivindicó el papel femenino en el conocimiento. Y enarboló la bandera del libre albedrío. Ideas y convicciones extremadamente peligrosas en esa época oscura.

Obviamente, Sor Juana temía represalias. Intuía, sentía la sombra gigante de la implacable Inquisición. “Confieso que muchas veces este temor me ha quitado la pluma de la mano…yo no quiero ruido con el Santo Oficio. Soy ignorante y tiemblo de decir alguna proposición malsonante”, escribió.

Octavio Paz reflexionó sobre la delicada e insegura situación que vivía Sor Juana. Concluyó que las circunstancias que padeció la Décima Musa son las que sufre el intelectual libre en una sociedad cerrada y ortodoxa. Particularidad agravada, porque hay que tener presente la situación injusta, terriblemente machista, contra la mujer en la Nueva España. Es decir, Sor Juana fue una mujer doblemente vulnerable. La sociedad imponía puras restricciones a las mujeres. No debían aprender ni leer.

Paz compara el caso de Sor Juana con las purgas de la dictadura de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) donde antiguos militantes bolcheviques tuvieron que confesar ante sus jueces “crímenes irreales”. Delitos que no cometieron. Aunque cada uno son realidades ocurridas en distintos tiempos, en épocas diferentes, el siglo XVII y en el XX, la verdad es que son turbadoramente semejantes. Porque solo ocurren en sociedades cerradas, opresivas, autoritarias, represivas, como lo fueron La Colonia y el Estado socialista.

Como en todas las dictaduras, las autoridades de la Nueva España fueron inflexibles contra toda manifestación librepensadora o inconforme. La obligaron a abandonar las letras y consagrarse a la religión. Toda su vida Sor Juana esquivó olas adversas. Así que vendió su biblioteca y todo cuanto poseía. El 17 de abril de 1695 murió.

Primero sueño

En la obra de Sor Juana, la joya es el extenso y complejo poema Primero sueño, que cierra el Siglo de Oro español y marca el inicio de la modernidad. Ella no se vanagloriaba de su genio. “No me acuerdo haber escrito por mi gusto, solo un “papelillo” que llaman “El sueño””, refería en La respuesta a Sor Filotea.

Primero sueño es compendio de todos los saberes de la época. Es la odisea intelectual hacia el pleno conocimiento. Destila metáforas y alegorías. Rezuma filosofía, metafísica, teología, mitología griega y romana, cosmovisión mexica y enigmático esoterismo. Sutiles conceptos disfrazados para evitar las garras del temible Santo Oficio, que en la Nueva España era más estricto que en España. Además, siempre al acecho, listo para castigar al mínimo indicio, procedía con diligencia. “Fast track”, como se dice en la actualidad.

En el siglo XVII buscaron silenciar la voz de Sor Juana. No lo lograron, ya es inmortal.


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