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La huelga de Río Blanco originó la lucha obrera


Aída Espinosa Torres

A las cinco de la mañana del 7 de enero, después de que terminara una intensa asamblea laboral, con presencia de policías y fuerzas rurales, un grupo de obreros decidieron encaminarse a la fábrica de textiles de Río Blanco, en Orizaba, Veracruz, con la intención de incendiarla junto con los patrones y esquiroles o recortados, como se les llamaba en ese tiempo, rememora Salvador Hernández Padilla, en su libro El magonismo: historia de una pasión libertaria.

Este significativo episodio de la historia del movimiento obrero inició en Orizaba, Veracruz, el 7 de enero de 1907. Cerca de dos mil obreros de la fábrica textil de Río Blanco se amotinaron afuera de las instalaciones de esa empresa para protestar contra la sentencia del gobierno de Porfirio Díaz, que ordenaba el regreso al trabajo tras una suspensión de labores promovida por los empresarios, e instaba a los obreros a terminar con su huelga.
Las demandas eran, esencialmente, mejora de las condiciones laborales, obtención de un salario digno y la regulación del trabajo infantil, entre otras. La rebelión obrera se extendió en Puebla, Tlaxcala y la Ciudad de México. Este movimiento obrero es considerado el antecedente de la Revolución Mexicana.

De acuerdo con Alberto Sánchez Hernández, en su artículo “Rebelión de Río Blanco”, hubo un referente meses atrás. Se les había prohibido a los trabajadores que formaran organizaciones o iniciaran cualquier revuelta o manifestación en favor de sus derechos laborales. Los castigos a quienes desobedecieran iban desde multas hasta la prisión. No obstante, esta prohibición hizo que en junio de 1906 los mineros de Cananea, en Sonora, estallaran una huelga para exigir salarios más altos y trato igualitario para trabajadores mexicanos, quienes en comparación con los empleados estadounidenses estaban en desventaja. Esta revuelta causó la muerte de varios mineros y otros tantos heridos.
Liderazgo obrero

Sin importar las consecuencias, en diciembre de ese mismo año los empresarios habían impuesto un nuevo reglamento: se ampliaban las causas de multas y se generalizaba el horario de catorce horas diarias. Además, el llamado Reglamento de Noviembre prohibía a los obreros “recibir en su casa visitas de amigos y parientes en referencia a los agentes magonistas y leer periódicos o libros que no sean previamente censurados y por ende autorizados por los administradores de la fábrica”.

También exigía “aceptar sin reserva los descuentos en sus salarios para fiestas cívicas o religiosas, pagar el importe de las ‘canillas’ y ‘lanzaderas’ que se destruyan por cualquier causa, y cumplir estrictamente con la jornada de seis de la mañana a ocho de la noche, con derecho a disfrutar de tres cuartos de hora para tomar alimentos”.

Río Blanco era la empresa textilera más grande de Orizaba y cuna de la primera organización obrera. Ahí se reunían clandestinamente un grupo de obreros bajo el liderazgo de Manuel Ávila, obrero; José Rumbia, profesor juarista; José Neyra, obrero. Estaban influenciados por las ideas de los miembros del Partido Liberal Mexicano (PLM). Bernardo García Díaz, en Apuntes sobre la Huelga de Río Blanco precisa que, en 1906 crearon el Gran Círculo de Obreros Libres.

Entre sus objetivos estaba el de organizar a todos los trabajadores del país para luchar contra la dictadura de Díaz, y mantener relaciones con la Junta Revolucionaria del PLM en St. Louis Missouri, EUA. Fundaron sucursales en las principales fábricas de la región y prepararon la publicación del periódico La Revolución Social, del que solamente se imprimieron tres ejemplares debido a la censura y persecución de las autoridades en contra de los periodistas, obligándolos a huir de Veracruz. Más que debilitar al movimiento, éste se reorganizó y vitalizó. En esas circunstancias se lograron huelgas triunfantes en Orizaba y el resto del país.

Para el 24 de diciembre de 1906 los obreros llegaron y se encontraron con la fábrica de Rio Blanco cerrada hasta nuevo aviso; esta situación tomó desprevenidos a los obreros. Se suspendieron las actividades en general y el paro se prolongó. El desempleo y aumento de precios los llevó a recurrir al empeño o buscar créditos en la tienda de Raya que se los negaba.

El 6 de enero 1907, en Orizaba se leyó el laudo presidencial, los obreros asistieron esperando ansiosos el regreso al trabajo. El laudo indicaba que todos los obreros debían regresar a sus puestos sujetos a los reglamentos vigentes al tiempo del cierre de las fábricas, y prometía introducir varias reformas que favorecerían a los obreros, en salarios, servicio médico, entre otras, pero más adelante la decisión dio un giro perjudicando a los obreros.

Se establecía el control en la vida personal, laboral y sindical a través de libretas personales supervisadas por los administradores, y se prohibían las huelgas, ya que las quejas únicamente se podrían presentar por escrito; si la respuesta no los satisfacía, los obreros podían renunciar.

También se establecía la censura sobre quienes debían dirigir los periódicos obreros, a fin de evitar las doctrinas subversivas que extraviaran a los obreros. Obviamente, ellos no aceptaron esa intromisión.

Así fue como al día siguiente, el 7 de enero de 1907, los trabajadores decidieron alzar la voz, estalló la huelga en la región del Valle de Orizaba, los obreros de las fábricas textiles se levantaron contra las malas condiciones de trabajo al que eran sometidos. Al amanecer de ese día, cuando sonó el silbato en las fábricas del Valle muchos obreros se negaron a entrar, en algunos otros centros algunos cedieron. Los empleados descontentos con el laudo de Díaz iniciaron un motín que se extendió inmediatamente por toda la región y hacia el centro del país.

El estallido

Fue en Río Blanco donde culminaron de manera trágica los acontecimientos que se venían desarrollando meses previos. Los obreros llegaron, se formaron dos hileras de mujeres, en ambos lados de la puerta, para gritar consignas en contra de quienes rompían los acuerdos y la solidaridad proletaria. Conforme pasaba el tiempo, la efervescencia crecía y con ella el número de obreros que se unían al movimiento, los porteros cerraron la puerta y se convocó ir a la tienda de raya, donde sucedió un incidente que culminó cuando un empleado disparó contra los obreros matando a uno de ellos.

La movilización y el saqueo a la casa de empeño y las diversas tiendas propiedad del mismo dueño de la tienda de raya se extendió a Nogales, otro segundo grupo fue informado que la cárcel del pueblo estaba llena de obreros, que ya habían sido liberados, sin saber que les habían tendido una trampa, se dirigieron hacia allá, los esperaban las fuerzas del 13° Batallón, con el teniente Dorado al mando. Él fue quien recibió a sablazos a la puntera del grupo, Lucrecia Toriz, hasta dejarla inconsciente. Dispararon contra la multitud, matando a 17 obreros e hiriendo a ochenta, asegura Bernardo García en su libro Huelga de Río Blanco.
Por la tarde los obreros regresaron a Río Blanco, se apoderaron de armas en las casas de empeño y llegaron a dominar en combate a los federales en algunas estaciones ferroviarias entre Orizaba y Maltrata. Al terminar aquel día, había 200 detenidos en la fábrica. Varios fueron fusilados. La intervención de efectivos del Ejército dejó como saldo 200 obreros asesinados, 400 prisioneros, 25 soldados caídos, 40 heridos y más de 1500 despedidos, registra Moisés González Navarro en su artículo Huelga de Río Blanco.

El 9 de enero los obreros regresaron al trabajo, pero sólo se presentaron 5 512 de los 7 083 que laboraban en el cantón de Orizaba, antes del paro patronal. Con la finalidad de poder concluir con los acontecimientos de Río Blanco se fusiló a los líderes de movimiento: Ricardo Moreno y Manuel Juárez. Quienes escaparon fueron perseguidos y buscados en las montañas y en las casas de los miembros del colectivo. La represión fue terrible para los obreros y evidenció el clima laboral adverso al que eran sometidos la inmensa mayoría de los trabajadores en México.

La represión en Cananea y Río Blanco provocó que al régimen de Díaz se le cuestionara su    legitimidad y se creara un estigma como represor. Diez años después de esos lamentables sucesos, se redactó el artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que dice: “Toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; al efecto, se promoverán la creación de empleos y la organización social de trabajo, conforme a la ley.”

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