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Se solicita cariño, alimento y cuidados para los gatitos en San Lázaro


Solangy Moctezuma Chimal

No cabe duda: a ese par de hermanitos gatitos, “los gemelos”, los sigue el sol.  Anda detrás de ellos como perrito faldero, claro y amarillo, cálido y dulce. Ese sol luminoso que va jugando atrás de los niños también persigue, juguetón, a los gatos que viven en el Palacio de San Lázaro.

Por todos los espacios del Palacio deambulan los mininos. Gozan pasear por los verdes prados del Palacio. Los pajaritos cantan, los árboles susurran, las flores sonríen, los mininos adoran saltar de jardín en jardín, revolcarse en el césped; gozan dormir arrullados por la resolana del sol, confiados porque nadie los espanta o ataca con una escoba ni con gritos delirantes.

No cabe duda: si quisiéramos escribir una fairy tale, un cuento de hadas con elementos mágicos y final feliz, nos cae como anillo al dedo esta visión idílica, tan edulcorante que destila miel, sobre la vida de los gatitos en el Palacio de San Lázaro. Desde una perspectiva que minimiza la dureza de la vida de estos animalitos, hasta podrían ser llamados los “aristogatos”.

Nada que dudar: es una representación idealizada, a menudo fuera de la realidad.

En al menos dos ocasiones anteriores, la revista Cámara, periodismo legislativo ha dedicado espacio a los “Gatos de San Lázaro”. Se les ha descrito como parte del paisaje cotidiano de la H. Cámara de Diputados: dueños silenciosos de los jardines, exploradores curiosos de los pasillos y amantes del sol. Sin embargo, más allá de la infinita ternura que inspiran, los gatitos siguen sin tener algo fundamental: un hogar.
Durante la semana, hay manos que rellenan sus platos, ojos que los vigilan con afecto y personas que se organizan para donar alimento o atender emergencias.

Pero los fines de semana, cuando la comunidad humana se retira, quedan solos. Nadie repone el agua, nadie vigila su salud. 
Los gatitos enfrentan diversas problemáticas, como la sobrepoblación, que exige campañas de esterilización urgentes. Y muchos mininos requieren atención veterinaria que no siempre es posible brindar.

Martha tiene un corazón inmenso. Esta compañera labora en el taller de diseño gráfico. Ella es parte de la comunidad comprometida con el cuidado y bienestar de los gatos que habitan en el Palacio de San Lázaro.  Incluso, en repetidas ocasiones ha brindado un traslado seguro a los gatitos que necesitan atención médica.

Cada viernes, antes de terminar su jornada laboral, se encarga de rellenar los contenedores de croquetas, lo más que puede, para que durante su ausencia la comida no haga falta.

La vida difícil de Panterita


Las gatitas son el eslabón más frágil y necesitan acciones de “equidad”.

La historia del océano contada por una gota de agua es como la historia de estas mininas contada por una sola gatita, Panterita.
Martha me presentó a Pantera, ejemplo de la vida difícil de una gatita fácil. Hace seis meses, tuvo seis gatitos. Poco tiempo después Pantera volvió a parir dos más. Ahora sufre las implacables consecuencias de tantos partos. Su belleza y salud se han marchitado; está visiblemente delgada.

¿Por qué? Por ser hembra. Ser gatita la hace más vulnerable. Los amenazantes gatos la atacan, le roban la comida, la intimidan, le quitan paz y salud. Su situación de vulnerabilidad preocupa a quienes, como Martha, la cuidan desde que la conocieron deambulando por la vastedad del Palacio.

Por supuesto que han intentado ayudarla. Desde el segundo embarazo, Martha y otras personas intentaron esterilizarla. Sin embargo, no pudieron hacerlo porque no lograron atrapar a Panterita.

No es fácil. Sucede que los gatitos que crecen sin la calidez amorosa del contacto humanos se vuelven animalitos difíciles, casi salvajes. Es el caso de Pantera, quien es marcadamente arisca. Pareciera que su “leitmotiv” es: primero muerta, que atrapada.

Así, la vida de Panterita se marchita lentamente. La tristeza punza el corazón de Martha, quien le tiene especial afecto a la gatita, cada día más flaquita.

Los hermanitos gemelos


Es importante mencionar que cada gatito que nace dentro del Palacio Legislativo de San Lázaro está sujeto a ser adoptado por un dueño responsable.

Los dos últimos gatitos hijos de Pantera son encantadores. Ellos son inseparables.  A donde va uno va el otro. Se adoran. 
Martha sueña con la posibilidad de que alguna alma bondadosa los adopte, pero juntos. Sin embargo, pareciera que es más fácil llegar al Sol que al corazón de la gente, sobre todo por la personalidad de los gatitos del Palacio, acostumbrados a no tratar con las personas.

Sucedió que hace días, por fin una pareja se interesó en adoptar a los hermanitos gatitos. Pero la fatalidad lo impidió. Estaban a punto de llevárselos a su casa, cuando se les ocurrió acercarse a uno de los hermanitos, quien ni tardo ni perezoso respondió con un rasguño. Esto causó que la adopción se esfumara como pompa de jabón.  

Cambiando el mundo; cambiando yo

Se necesitan personas realmente comprometidas si pretenden adoptar a alguno de los gatitos del Palacio. Dispuestos a ser más pacientes que Job, el santo bíblico. Que comprendan la vida difícil de estos mininos, que entiendan que el entorno donde crecieron los hizo gatos silvestres.

Son gatitos que viven en total libertad, gozando la vida en la naturaleza. Pero sin domesticar, sin estar acostumbrados a la relación cotidiana con la gente. Entonces, adoptarlos es un gesto que requiere de empatía, confianza y paciencia, requisitos con los que los posibles dueños deben contar.

En el Palacio de San Lázaro los gatos son respetados y viven en libertad, pero también en desconfianza.

Este caso es apenas la punta del iceberg, una muestra de una situación mucho más grande y profunda.  De acuerdo con el estudio “Mascotas sin hogar” presentado por Mars Petcare, en México, al menos 29.7 millones de perros y gatos viven en situación de calle.

En la Ciudad de México se estima que hay 9.1 millones de gatos, muchas son gatitas en condiciones similares a las de Pantera. El Congreso local calcula que medio millón de animales son abandonados cada año.

Los gatos también sufren discriminación

Desde la Antigüedad, los gatos son personajes de leyendas de la literatura. Simbolizan misterio, independencia, astucia, terror. Hay narraciones macabras, siniestras que espolean la discriminación y la violencia hacia ellos.

Cómo olvidar El gato negro, de Edgar Allan Poe. Es una narración clásica del género del horror realizada por el escritor estadounidense.
Los gatos también se enfrentan a los estigmas y a las etiquetas impuestas por las personas: “los gatos negros son de mala suerte…los gatos son sucios, desleales…” Un largo etcétera que indiscutiblemente multiplica las acciones humanas de abandono y baja adopción.

Hay cifras que reflejan la preferencia que existe entre la adopción de perros y lo poco común que es adoptar gatos, a pesar de que ambos podrían ofrecer la misma compañía y amor incondicional hacia sus dueños.

Las grandes figuras públicas alimentan el imaginario colectivo sobre los gatitos, no siempre a favor. Winston Churchill sentenció: 
“Los perros nos miran como sus dioses, los caballos como sus iguales, pero los gatos nos miran como sus súbditos”.

"Oh, pequeño emperador sin orbe, conquistador sin patria, mínimo tigre de salón, nupcial sultán del cielo...", dice uno de los versos de Pablo Neruda en su Oda al gato.

¿Realmente necesitan un hogar?

Finalmente, emergen preguntas que cuestionan a nuestros lectores:

¿Los gatitos del Palacio realmente necesitan un hogar? ¿No es suficiente con vivir “en libertad”?

La respuesta no es solo emocional, sino ética. Los gatos, aunque adaptables, son animales domésticos por naturaleza. Tener un hogar, acceso a atención médica, comida constante y afecto humano mejora radicalmente su calidad de vida.

Invitación a la solidaridad

El Día Internacional del Gato se festeja el 8 de agosto, el 29 de octubre y el 20 de febrero. La celebración tiene como principal objetivo reflexionar sobre el cuidado de los animales de compañía. Su origen radica en el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW, por sus siglas en inglés), quien en 2002 estableció esta fecha para los felinos.

Nada que dudar: Por eso esta nota no es una fairy tale, un cuento de hadas, menos un cuento de terror sobre un gato negro. Es más que un relato; es una invitación.

Invitación a quienes puedan y quieran adoptar, con paciencia, empatía y compromiso. A quienes no puedan, respeten, donen, apoyen las campañas de esterilización.

Los gatos del Palacio de San Lázaro viven rodeados de historia. Pero sueñan con algo más simple: seguridad, cuidados  y un poco de cariño.


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