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Sororidad, un pacto entre mujeres y para mujeres


Pablo Delgadillo Vallejo y Emma Trejo Martínez

“El mejor apoyo de una mujer es otra mujer:

 tu madre, tu abuela, tu tía, tu hermana, tu amiga”.

El término sororidad emerge como alternativa a la política que impide a las mujeres la identificación positiva de género, el reconocimiento, la incorporación en sintonía y la alianza.

Es de reciente uso y se remonta a los años setenta, cuando Kate Millet lo utilizó dentro del feminismo de la segunda ola. Sin embargo, casi cincuenta años antes, el escritor español Miguel de Unamuno planteó la necesidad de acuñar un término al que llamó “sororidad" para referirse a la hermandad femenina, y lo utilizó por primera vez en su novela La tía Tula (1921). Lo usó para poner nombre al “amor de la hermana”.

La Real Academia Española (RAE) calificó como “término válido” la palabra sororidad, definida como la relación de hermandad y solidaridad entre mujeres, a fin de crear redes de apoyo que impulsen cambios sociales hacia la igualdad.

Deriva de la hermandad entre mujeres; se perciben como iguales; pueden aliarse, compartir, competir; sobre todo, cambiar su realidad debido a que todas, de diversas maneras, han experimentado la opresión.

Es en este escenario que se presenta el concepto como sororidad, soridad, sisterhood: pacto político de género entre mujeres que se reconocen como iguales. No hay jerarquía, sino el reconocimiento de la autoridad de cada una, personal, única, autónoma, libre (Lagarde, 2009).

La palabra sororidad tiene origen latino: soror,​ que significa "hermana consanguínea" y alude a una relación de amistad y solidaridad muy estrecha entre dos o más.

En 1989 la doctora Marcela Lagarde utilizó esta palabra en español desde una perspectiva feminista tras verlo en otros idiomas. “Encontré este concepto y me apropié de él; lo vi en francés, ‘sororité’ y en inglés, ‘sisterhood'”.

Lingüísticamente sigue la misma línea que fraternidad, cuya raíz latina es frater (hermano), pero en este caso la raíz sería soror (hermana), aludiendo así a la relación entre iguales de las personas de sexo femenino.

Sin embargo, la sororidad va mucho más allá y demanda a las mujeres a unirse, apoyarse y cuidarse en una sociedad que se niega a erradicar el patriarcalismo y donde continúan la discriminación y violencia hacia niñas y mujeres.

Ahora tenemos una batería de palabras y conceptos para nombrar todo aquello que oprime, violenta y no permite visualizar la posición y condición de las mujeres. Por ejemplo, hace apenas 20 años la palabra género, en su significado actual, no existía, como tampoco el concepto feminicidio, incluido apenas en el diccionario de la RAE en 2014. Fue Marcela Lagarde quien acuñó este término para nombrar la violencia hacia las mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua.

Actualmente, muchos más conceptos se han unido a la batería de género relacionados con violencias, como la obstétrica, la política, la institucional, la de pareja, la intrafamiliar, y un largo etcétera. 

Hoy la sororidad es más conocida, afortunadamente más practicada y se busca que sea comprendida por muchas mujeres a través de los movimientos originados por la violencia hacia ellas. Se debe reconocer algunas de sus características y borrar las frases que las contraponen y exacerban una rivalidad vil que no debe existir.

“Mujeres juntas, ni difuntas”, “la peor enemiga de una mujer es otra mujer”, lo cual no debe y no tiene que ser cierto, por lo que es necesario impedir que sigan permeando en las nuevas generaciones.

La sororidad es un pacto entre mujeres; hasta ahora se ha caracterizado por ser algo intrínseco al feminismo y ahora hay más mujeres luchando por la unión de todas. Están en contra del mito de la competitividad destructiva, de la superioridad entendida con comparaciones físicas o de clase, contra todas las violencias, ya que de una u otra forma todas comparten algún tipo de violencia o discriminación social. 

La sororidad va más allá y busca que las mujeres se desarrollen y mantengan esa alianza que les ayude a eliminar la opresión, a fin de que todas y cada una se empodere.

Cuestiona esos sentimientos, muchos de ellos implantados mediante los medios de comunicación y la publicidad, que venden rivalidad entre mujeres, supremacía física, y que hace daño. De forma agresiva y plagada de racismo, machismo, sexismo, atentados contra la salud, surrealismo, siempre en detrimento de las mujeres, los anuncios cosifican a las mujeres; hoy sabemos que es violencia simbólica. 

En el ámbito político, la legislación deja muy claro que la participación de las mujeres ya no está limitada. Habrá de respetarse la igualdad, la paridad de género y los derechos humanos y políticos de las mujeres contendientes en procesos de elección, esto gracias a las reformas sobre paridad. 

La sororidad es pieza fundamental para asegurar la efectividad de los derechos de las mujeres desde una perspectiva intercultural. Asegura que los procesos futuros se lleven en paz y con civilidad por parte de las actoras y sus equipos de apoyo.

Hasta hace poco, la unión entre mujeres no era posible dentro del sistema patriarcal, pero el movimiento feminista creó el contexto para que esta unión fuese posible. En la experiencia política la sororidad facilita el logro de la cohesión afectiva y próxima entre mujeres.

La sororidad tiene un principio de reciprocidad que potencia la diversidad. Implica compartir recursos, tareas, acciones, éxitos y cuidados. La admisión de la igual valía se basa en el reconocimiento de la condición humana de todas desde una realidad palpable.  

Desde hace tiempo, las mujeres ya no solamente se apoyan para vivir en una sintonía subyacente de género. Hemos ido pactando y nuestros pactos han creado un lenguaje con perspectiva de género. Desde hace varios años las legisladoras crean e impulsan una agenda de género concreta. No es una casualidad, ni una rareza que las mujeres hagan pactos cuando se encuentran en lo público, prueba de ello es la creación dentro del Poder Legislativo de la Comisión de Igualdad, el Centro de Estudios para el Logro de la Igualdad de Género y el Grupo Plural de Igualdad Sustantiva. Promueven la agenda de género, la pluralidad y sororidad fuera de ideologías partidistas.  

El uso del lenguaje incluyente e inclusivo está por encima de las reglas de la lingüística y las maneras de relacionarse para lograr el acuerdo de intervenir, proponer, impulsar o ejecutar tantas cosas. Pacto, agenda y ciudadanía van de la mano. Tienen sus antecedentes en el apoyo solidario directo, privado, tantas veces clandestino y subversivo, entre una y otra. No se pierde de vista que ha sido en lo público donde se dialoga para lograr avances sustantivos.

Cómo practicar la sororidad 

• Dejar de juzgar la apariencia física y forma de vestir de las demás.

• Tener presente que las decisiones sobre nuestro cuerpo son únicamente nuestras, no más juicios sobre quienes han decidido o no tener hijos.

• Cada mujer es libre de elegir y vivir su sexualidad; no debemos calificar y/o cuestionar sus elecciones.

• Jamás justifiquemos el acoso o la violencia hacia otras mujeres, ni dudemos de sus testimonios. Decir "ella se lo buscó" no es válido.

• No reproducir ideas, juicios y mitos sobre las mujeres cuando aseguran que son débiles, dramáticas, histéricas o están en sus días, etc.

• Las mujeres sororarias son amables y generosas con las demás. 

• Cuando alguien quiera hablar mal de una mujer no hagamos eco; de ser posible, expliquémosle el grave error que comete al dejar de ser una aliada.

• Las mujeres empoderadas y quienes ostenten un cargo de mando deben ser sororarias con aquellas que están en puestos menores o bajo su mando. 

• En el escenario de violencia que actualmente se vive conversemos con nuestras amigas e incluyamos temas de autocuidado.

• Si es posible, generemos una red de seguridad con nuestras amigas, mantengámonos en comunicación, estemos al pendiente de nuestras ubicaciones y tengamos planes de contingencia.

• Sumemos a todas las mujeres que podamos.

• Hagamos lo que está en nuestras manos para crear espacios seguros, aliarnos, cuidarnos y sanarnos. Pero también sigamos exigiendo al Estado que garantice nuestro derecho a una vida libre de violencia.




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