La desnutrición y falta de alimento es uno de los retos de salud pública más importantes en México, aunque se tenga una larga historia en aplicar programas para mejorar la nutrición de grupos vulnerables. Pese a los desayunos escolares, la leche de Liconsa, cocinas y comedores comunitarios aumenta el problema alimentario. El rescate y donación a través de bancos de alimentos es otra alternativa.
Datos de la FAO citan que la desnutrición causa bajas en la producción económica. También ocasiona retos serios para la educación, el desarrollo de la niñez y la productividad laboral. El hambre aumenta los costos del cuidado de la salud y contribuye así al desorden civil, a la violencia y al conflicto armado.
Los bancos de alimentos no tienen finalidades de lucro. Reciben y recogen alimentos excedentes de comercios, empresas o personas para repartirlos entre quienes los necesiten. Anteriormente preferían recolectar únicamente alimentos no perecederos, ya que su manejo es menos delicado. Sin embargo, gracias a los apoyos de diferentes instancias y esfuerzos propios de los Bancos de Alimento, se puede llevar a cabo de manera eficiente la recolección de alimentos, incluyendo los perecederos.
El 25 de septiembre de 2015, 150 líderes mundiales asistieron a la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (ODS), en Nueva York, con el fin de aprobar la Agenda para el Desarrollo Sostenible. Entre los objetivos está el de poner fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad e injusticia, y hacer frente al cambio climático sin que nadie quede atrás hacia el 2030.
En este contexto, uno de los grandes problemas es el desperdicio de alimento. El 26 de abril de 2021, la FAO estimó que en México cerca de 35 por ciento de los alimentos preparados y producidos se tiran a la basura. El nivel de desperdicio puede llegar hasta 40 por ciento si se trata de carnes blancas (pollo y pescado) y 37 por ciento respecto de la carne de res. Asimismo, la ONU estimó que en 2019 se malgastó 17 por ciento de los alimentos a disposición de los consumidores en hogares, comercios minoristas y restaurantes.
Durante la pandemia se ocasionaron incrementos graves en la inseguridad alimentaria mundial y se prevé que los impactos continuarán en lo que resta de 2021, extendiéndose a 2022 y años posteriores. Por ejemplo, la Federación Europea de Banco de Alimentos (FEBA) reconoció que la demanda de alimentos creció, debido a la pandemia, en un rango de entre 6 al 90 por ciento en los 24 países de Europa.
Se calcula que en México el incremento de atención en los bancos de alimentos fue del 30 por ciento.
El Informe sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos 2021, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y la organización asociada WRAP, presentado en marzo de 2021, concluye que en casi todos los países el desperdicio de alimentos es considerable, independientemente del nivel de ingresos. También resalta que la mayor parte de ese desperdicio proviene de los hogares, que desechan el 11 por ciento del total de alimentos disponibles para su consumo.
Los Bancos de alimentos aprovechan los excedentes para redistribuirlos a quien los necesite. Una comunidad de buena voluntad, líderes de ONG, empresas y gobierno trabajan juntos para generar el capital y recursos necesarios a fin de crear una infraestructura para los bancos de alimentos.
Dentro de su logística se encargan de los procesos de retorno, excesos de inventario, devoluciones de clientes, productos obsoletos e inventarios estacionales, incluso se adelanta al fin de la vida del producto para darle salida en mercados con mayor rotación.
John van Hengel, empresario y activista de derechos humanos estadounidense, desarrolló el concepto de banca de alimentos a fines de la década de 1960, a partir de una experiencia personal y una idea simple: una mujer que hurgaba regularmente en los cubos de basura de los supermercados le sugirió que debería haber un lugar donde los alimentos descartados –en vez de ser arrojados– se pudiesen almacenar para que las personas los recogiesen, tal como se guarda el dinero en los bancos.
El modelo de bancos de alimentos empezó a popularizarse en el mundo. En 2006, cuatro de las principales redes nacionales de bancos de alimentos: Red Argentina de Bancos de Alimentos, Food Banks Canada, Bancos de Alimentos de México y Feeding America crearon The Global FoodBanking Network (GFN) o Red Mundial de Bancos de Alimentos, para promover la expansión de los bancos de alimentos en todo el mundo (GFN, 2020). La GFN es una organización internacional sin fines de lucro que alimenta a la población mediante la unión de los bancos de alimentos en 30 países.
La iniciativa llegó a Europa en 1984 con la creación del banco de alimentos de París. Estos organismos fueron extendiéndose por diversos países europeos y, en 1988, nació la Federación Europea de Bancos de Alimentos-FEBA. Entre 1988 y 2001 la FEBA apoyó el desarrollo de estos bancos en España, Italia, Irlanda, Portugal, Polonia, Grecia y Luxemburgo. Desde 2004 Hungría, República Checa, Eslovaquia, Reino Unido, Lituania y Serbia se unieron a la red, seguidos por los Países Bajos, Suiza, Estonia, Dinamarca; y –más recientemente– por Ucrania y Bulgaria en 2013, Noruega en 2014 y Austria en 2015. En 2016 FEBA celebró su aniversario número 30. Alemania se convirtió en miembro en marzo de 2018. Actualmente la FEBA está compuesta por 24 miembros de pleno derecho que son organizaciones nacionales o bancos de alimentos individuales (FEBA, 2020).
Una de las luchas más importantes al respecto son las puestas en marcha en América Latina y el Caribe de respectivos marcos jurídicos. Entre ellos destacan proyectos de ley y normativas que fortalecen la inversión, pública y privada, hacia el desarrollo de investigación y tecnologías para el aprovechamiento de alimentos, promoción de hábitos de consumo responsable, así como la recuperación y donación de alimentos (FAO, 2017).
La FAO resume los proyectos de ley y normas técnicas –vigentes o en proceso de formulación– en materia de PDA para el año 2017 (FAO, 2017). Desde entonces ha habido avances. Por ejemplo, el Congreso de Perú, aprobó la Ley No. 30498 en 2016 que promueve la donación de alimentos en buen estado que hubieran perdido valor comercial y se encuentren aptos para el consumo humano y facilita el transporte de donaciones en situaciones de desastres naturales.
En 2019 la Cámara de Representantes del Congreso de Colombia aprobó el Proyecto de Ley 301 de 2018, por medio del cual se crea la política contra la pérdida y desperdicio de alimentos. Dada la importancia del tema y los avances que ha tenido Colombia en la materia, el país fue seleccionado como sede de la primera Cumbre Latinoamericana de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos, organizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura-FAO y el Banco Interamericano de Desarrollo-BID, en coordinación con el Departamento Nacional de Planeación y los socios de la plataforma #SinDesperdicio (FAO, 2019).
En el Congreso mexicano, en esta LXV Legislatura el diputado del PT, Jaime Baltierra García, realizó una iniciativa con proyecto de decreto por el que se expide la Ley General de Banco de Alimentos y para la Donación Altruista de Alimentos, con el fin de garantizar a toda la población, particularmente a la más vulnerable, el acceso a una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, como lo mandata el artículo 4 de la Constitución Política.
Aseguró que “con esta ley buscamos fomentar el aprovechamiento y no desperdicio de alimentos, así como la constitución de bancos de alimentos a nivel nacional. La creación de esta norma jurídica permitirá que nuestro país revierta la situación de desnutrición o falta de alimento de millones de mexicanos”.
Por su parte, la diputada Paulina Rubio Fernández, integrante del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional, también presentó una iniciativa con proyecto de decreto por el que se adicionan diversos artículos a la Ley de Asistencia Social, para promover, incentivar y fomentar en todo el país una cultura de aprovechamiento y donación de alimentos aptos para el consumo humano, para entregarlos a las personas vulnerables.
Además, generar mayor participación, compromiso y responsabilidad de los tres órdenes de gobierno en la donación de alimentos y fomento entre la población, así como en cadenas productivas, tianguis y mercados. Asimismo, incentivar la recuperación, recolección, recepción, almacenamiento, conservación, distribución y entrega a los beneficiarios de alimentos susceptibles de donación, entre otros objetivos.