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La otra versión de la historia hecha novela


Juventina Bahena

Pedro J. Fernández Noreña es un historiador y novelista joven, hace difusión histórica, es autor de cinco novelas y guiones para series televisivas, su libro Yo, Díaz, ha acumulado cinco reimpresiones, y a un mes de que salió Iturbide: El Otro Padre de la Patria, ya lleva su primera reimpresión.

¿Cuál es el éxito de sus libros? Novelar la historia, pero en su versión desconocida, la oculta, la que no se ha querido contar.

Los textos de los libros de historia son como palabra de Dios, incuestionables, con datos duros, inamovibles, casi dogmáticos, y se espera que esas investigaciones no den lugar a interpretaciones ni a posturas ideológicas. Sin embargo, Fernández Noreña nos presenta en sus novelas a los personajes del México independiente o del incipiente siglo XX, como individuos de carne y hueso, ni héroes, ni villanos, o ambos, en su dimensión humana y las transformaciones que tuvieron en el tiempo y en su circunstancia.

¿Cómo interacciona la literatura con la investigación histórica?

—Yo hago novela, dramatizo una investigación para dar una dimensión humana a estos personajes, porque casi siempre nos muestran la historia con datos, fechas y se olvidan los personajes que participaron en esos hechos. Busco que con mi trabajo se pregunten cómo se sentían esos personajes ante esos hechos, cuál era su pensamiento, tan distinto al de esta época, cómo vivían dentro de su contexto social, cuestionarse por qué tomó esas decisiones; descubrir los momentos que no son parte de la vida pública, la relación con su familia, sus amigos. Intento mostrar la vida de estos personajes lo más completa posible, sin llegar a la biografía. Quiero que el lector viva la historia junto con los personajes, y para eso necesito la dicción en primera persona, para establecer una conexión más íntima con el lector.

¿Qué tan difícil es desentrañar a un personaje en su fase más íntima, considerando que tus fuentes son escritas por tratarse de la historia de protagonistas del siglo pasado o antepasado?

—Escribo sobre personajes del siglo XIX o XX y es fácil encontrar en los archivos o investigaciones de otros creadores documentos como cartas, discursos, anécdotas o crónicas de cómo se portaban en privado, cómo hablaban, y de ahí recrear su personalidad y, de alguna forma, entender la psicología de los protagonistas. Así los reconstruyo para contar mi ficción.

Cuando reviso las fuentes encuentro algo distintivo, y hablo justamente de lo que ha cambiado en México durante todos estos años, pero también puedo encontrar puntos en los que seguimos con las mismas actitudes; confronto en lo que somos iguales y en lo que somos distintitos y eso lo resalto en el libro.

Fernández Noreña es un escritor exitoso, autor de novelas como Iturbide: El otro padre de la patria, Yo Díaz o Morir de pie, y con un toque de ficción nos acerca a ese otro rostro de Agustín de Iturbide, Porfirio Díaz o Emiliano Zapata, a los que el escritor mimetizó su propia reflexión y dio el carácter reflexivo, taciturno, de carencias afectivas manifiestas que dan el carácter intimista a una narrativa presentada en primera persona.

¿En el caso del trato hacia las mujeres, la represión, el comportamiento machista quizá, eso también lo confrontas?

—Sí, intento mostrarlo, porque es parte del contexto histórico; siempre hago referencia a las mujeres, sus condiciones, dependiendo del tiempo histórico, para contrastar a las mujeres de hace 100 años con las de ahora.

Escuché que en tus próximas novelas, bueno ya empezaste con Díaz, quieres abordar a los chicos malos de la historia; los rebeldes del sistema que se enfrentaban o se rebelaban contra una sociedad conservadora. Los chicos malos siempre producen esa fascinación, más en los jóvenes. Ya no admiran a los héroes, sino a los antihéroes ¿Encuentras una explicación para eso?

—Los villanos son personajes mucho más interesantes, son los que se atreven a hacer lo que nosotros no podemos, funcionan como el alter ego de cada uno de nosotros. En la historia de México los villanos pueden empezar como héroes y terminar como villanos. También tienen un arco narrativo más interesante porque tienen que crecer para convertirse en grandes personajes y luego se corrompen para volverse villanos.

Durante muchos años, los héroes a los que teníamos que admirar y reconocer fueron un poco planos, bidimensionales, en cambio, los villanos mantienen cierta complejidad; para nosotros son más humanos que los propios héroes porque tienden a equivocarse y a cometer errores.

Es lo interesante, que ya no nos acercas a la historia con una visión reduccionista, sin ánimo de encasillar o acartonar al personaje, sino en su justa dimensión, que puede ser un villano, en un momento dado, y en otro, tener destellos de grandeza.

—Tal vez se comenten errores, pero no por maldad, sino, a veces, por desconocimiento al tomar una decisión y las cosas no salen como queríamos y eso que nos pasó a nosotros les pasó a los villanos.

El escritor está enfrascado en un nuevo proyecto. Se trata de un libro para niños sobre Leona Vicario ¿Qué tan difícil o sencillo es relatar a niños la vida de un personaje de la historia?

—Es difícil por el asunto del lenguaje y de cómo contar ciertos pasajes –ya tengo tres libros para niños que se llamaban Había una vez. Mexicanas que hicieron historia, es una trilogía que por cierto acaba de adaptar el Canal Once a una serie animada–; hay que hacer enunciados más cortos, usar ciertas palabras, cómo cuentas los pasajes para que se entienda y, por otro lado, quieres que se honre la investigación; es muy muy complicado, es más complicado escribir para niños que para adultos.

Escribir para niños implica una gran responsabilidad porque ellos van a tomar tal cual las cosas, quizá fascinados o asombrados pero digamos que tomarán esos datos como una verdad absoluta, y eso implica una gran responsabilidad, ¿no?

—Sí, y en los libros que estoy haciendo está implícito que la historia hay que cuestionarla, que la historia va creciendo con nosotros, que un día nos dicen una cosas pero al día siguiente descubrimos otra, y tenemos que entender que hay muchas versiones de una misma historia, a veces se hace un descubrimiento y lo que siempre creímos que era una verdad absoluta sobre tal personaje o hecho cambia por completo porque la historia al final está viva y va cambiando.

Para que a los niños no les pase lo que nos sucedió de mirar a esos personajes de una forma estática en la historia, inamovibles, habrá que desarrollarles una mente critica ¿eso se puede manejar en un libro?

—Yo creo que sí, depende de cómo esté escrito y siempre poniendo esta idea de que lo que estoy diciendo es una versión de lo que sucedió, de que hay otras versiones, que hay que buscar, seguir investigando la historia; que sepan desde la infancia que la historia no es una verdad absoluta, que no está cincelada en una piedra y se debe cuestionar, porque las cosas van cambiando.

¿Qué es lo que vamos a encontrar en tus libros?

—Los que quieran leerme van a tener una aventura bonita de México; son libros que me hubiera gustado leer cuando era niño, se van a sorprender mucho y se van a cuestionar mucho sobre la historia de México y sus personajes. La historia de México está viva siempre cuando queramos cuestionarnos y seguir investigando.


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