Trabajo Legislativo / Entrevista


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Las mujeres somos el seguro social del país: diputada Amalia García


Juventina Bahena

El 3 de julio se conmemora año tras año la fecha en que las mujeres emitieron por primera vez su voto, con lo que inició la conquista de sus derechos políticos hasta alcanzar la paridad de género en la actual LXV Legislatura. Fuera de los espacios alcanzados, sus planteamientos parecen limitados frente a los retos actuales del país, sin embargo, la diputada Amalia García Medina (MC), una feminista de larga data, trae a la luz las causas enarboladas hace exactamente 100 años por el Primer Congreso de la Liga Panamericana de Mujeres, que se equiparan al revolucionario sistema de cuidados, propuesto recientemente en esta Cámara.

 Las mujeres se han ido posicionando políticamente, primero con un sistema de cuotas y luego con disposiciones legales y constitucionales hasta alcanzar la paridad en el Congreso y las acciones afirmativas determinadas por el INE con lo cual se amplió el espectro de la representación política; sin embargo, no parece estar a la vista el objetivo de las batallas que emprenden los colectivos en sus manifestaciones públicas ¿Qué piensa de esto la diputada Amalia García?

 —Hay que luchar para que lleguen, pero no solo concentrarse en la causa de las mujeres. Desde que fui gobernadora consideré la importancia de ajustarse a una carta de navegación, con la brújula puesta en nuestras causas, ya sea desde un espacio de la sociedad civil, del legislativo, del gobierno. Con esa perspectiva, últimamente he estado insistiendo, junto con otras mujeres, en poner en el centro un tipo de Estado, no cualquier Estado, no el de la visión conservadora de la derecha que plantea un Estado adelgazado, en el que la salud y la educación son asuntos privados, particulares, una mercancía; donde el que tiene dinero paga un buen hospital y compra la medicina que necesita y el que no, ni modo.

 ​La otra visión de Estado de Bienestar que se construyó en el siglo XX se fue deformando hacia una vertiente filantrópica, de buena voluntad, bajo la consigna de “les hacemos un favor”; también se trastocó en un asunto político, de trueque, bajo el precepto de “les vamos a dar, pero a cambio del voto”.

Constante el avance de los derechos políticos de la mujer

La conversación se centra en su propuesta de ese nuevo Estado que va más allá de su definición de bienestar.

 —Hoy tenemos que repensar el concepto y yo he puesto el acento en un “Estado de Bienestar Cuidador”, que ponga en el centro la garantía universal del derecho a los cuidados, porque todas las personas en algún momento de nuestra vida los necesitamos, desde la infancia, cuando somos jóvenes, adultos mayores, las personas con alguna discapacidad y generalmente lo hacemos las mujeres. Somos el seguro social del país.

 “Cuando el gobernador del Estado de México anuncia que le van a dar a las mujeres una ‘tarjeta rosa’ y el presidente Andrés Manuel López Obrador que daría una cantidad para que los abuelos cuiden a sus nietos, ambos están evadiendo una función que corresponde al Estado, al no proporcionar estancias infantiles, casas de día y los cuidados que se requieran”.

 Si se trata de un asunto clientelar al dar dinero a las mujeres para que se queden en casa, seguimos atrapadas en eso que llamamos las feministas ‘terreno chicloso de la casa’, de donde se requiere un gran esfuerzo para salir porque seguimos haciéndonos cargo de los cuidados no solo de niños pequeños, incluso cuando somos adultas mayores nos hacemos cargo de otros adultos mayores, como nuestros padres y abuelos”.

 Revisando información sobre las luchas feministas me encontré con un cartel difundido en 1925 en Francia por una organización feminista bajo la consigna de “La femme doit voter”, donde hacía un llamado a las mujeres a votar para “evitar la guerra, proteger la infancia, mejorar la salud, eliminar los barrios marginales, reformar el código civil, hacer la vida más barata, combatir el alcoholismo y las enfermedades prevenibles”. Todos, decía, “deben unirse a un grupo feminista para exigir el voto de las mujeres y la reivindicación de sus derechos”. ¿Qué pedían las mexicanas de aquel entonces? parece que todo se reducía al voto ¿no es así?

 —A principios del siglo pasado, Hermila Galindo luchó por el voto, pero no consiguió que los constituyentes lo establecieran en la Constitución, con el argumento de que al decir “ciudadanos mexicanos con derecho al voto” se hablaba de ambos sexos. En las siguientes elecciones después de 1917 se inscribió como candidata en el V distrito de la Ciudad de México y perdió, aunque con ello quiso demostrar que ellas también tenían derecho a participar. Sin embargo, inmediatamente se reformó la Ley Electoral para establecer que “son ciudadanos mexicanos con derecho a votar y ser elegidos los varones, hombres” para dejar claro que no tenían derechos las mujeres. La lucha por los derechos políticos y del voto estuvo presente antes y después del constituyente por la oleada de miles y miles de mujeres que fueron sacudidas por la revolución y que participaron antes en los clubes antirreeleccionistas difundiendo sus ideas a través de revistas.

 En 1923 estaba la vanguardia feminista

Pero de esas luchas de principios del siglo XX, la diputada Amalia García Medina hace un gran descubrimiento y al rescatar esas propuestas se da cuenta que tienen gran similitud con la iniciativa que ella presentó.

 —En 1923 se realizó el primer congreso feminista de la Liga Panamericana de Mujeres que se llevó a cabo en la Ciudad de México. Sus planteamientos eran muy claros; sí el de votar y aunque los derechos políticos era una demanda, no era la principal, porque me encontré algo muy interesante: ellas proponían que “para la elevación de la mujer lo que requerimos son casas de maternidad, casas de cuna diurnas, salones para niños anexos a las fábricas, comedores higiénicos para las trabajadoras, la creación de cooperativas para respaldarse mutuamente, y una propuesta que aún no se logra del todo, la reglamentación del trabajo doméstico.

 “Tenían muy claro que para participar en política requerían el derecho al voto, requerían espacios de decisión, pero no era suficiente, necesitaban condiciones para no ser las únicas y exclusivas responsables de las tareas de cuidados y del hogar. Sabían que se necesitaba que los gobiernos, el Estado y las empresas debían compartir los cuidados. Ésa era realmente una visión de vanguardia.”

Hay que releer a nuestras abuelas, dice con fascinación y entusiasmo la exgobernadora de Zacatecas y exsecretaria de Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México.

 —Entre los resolutivos del congreso feminista de 1923 me encontré con un punto relacionado con la Ley 3 de 3 que se refiere a que ningún deudor alimentario debe ocupar cargo público o de poder. Ellas observaban que la ley de relaciones familiares contenía cláusulas que perpetuaban la desigualdad y decidieron llevar al Congreso de la Unión la petición de reformar la ley para que se aplicara igual criterio para hombres y mujeres en determinados artículos; sobre todo, para eliminar la condición a la mujer divorciada de que su marido fuera su tutor, pues seguía siendo considerada menor de edad; además que ningún juicio de divorcio se prolongara más allá de seis meses, porque mientras no hubiera un resolutivo seguía estando bajo el yugo del hombre.

 “Ahora que aprobamos la Ley 3 de 3, que impide que ningún deudor de alimentos pueda ocupar algún cargo en el gobierno, ellas proponían que ‘todo hombre divorciado o que en cualquier circunstancia abandone a la madre de sus hijos, debía pagar una contribución de 30 pesos mensuales por cada hijo para que fuera aplicada en los gastos de educación, alimentación, ministrados por el ayuntamiento de cada hogar’ ¡Ya estaban planteando la pensión alimenticia! Y ahora, a 100 años, lo estamos logrando.

 “Con los salones para niños, anexos a los centros de trabajo, las mujeres ya no tendrían que recorrer en autobús o microbús enormes distancias para llevarlo a la escuela y luego ir al trabajo; además, el horario de trabajo no compagina con el escolar, problema que se resolvería con escuelas y estancias anexas a las fábricas para que los niños estén bien cuidados.

 Solo la Constitución de la CDMX establece el sistema de cuidados

 El tema ha estado sobre la mesa estos últimos años. Yo lo estuve planteando desde que fui secretaria del Trabajo en la CDMX e impulsamos que quedara establecido en la Constitución local de 2017 que se creó en el marco del aniversario de la Constitución Política de 1917. Es la única del país que establece la obligación de crear un sistema de cuidados, en su artículo 9, apartado B.

 “Sin embargo, es un sistema que no se ha constituido. Aquí en la Cámara, en la legislatura pasada, se votó por unanimidad una reforma constitucional que establece el Sistema de Cuidados, que luego pasó al Senado para su validación, y ahí permanece congelada.

“El gobierno siempre dice que no hay dinero, pero si el presidente decidió que iban a aportar millones de presupuesto para que las madres de familia cuiden a sus hijos, me pregunto si ese recurso no podría concentrarse en centros de atención para los niños que, además, generan empleos.

 “Cuando compareció, a la secretaria de Bienestar le mencioné que dar dinero para fomentar que las mujeres sigan siendo las cuidadoras de casa no es una visión revolucionaria ni tiene nada de izquierda. Las mujeres queremos liberar nuestro tiempo y dedicarnos a estudiar, a trabajar, descansar, o ir al cine o dormir.

 Con la claridad y la experiencia que le dan más de 40 años como legisladora local, diputada federal y senadora, militante en partidos de izquierda, de los que también fue cofundadora, y pionera en la defensa de los derechos de las mujeres, señala que los seres humanos tienen que ser la prioridad de un Estado de Bienestar.

 —Tenemos que ponerle el adjetivo de “cuidador”. No es suficiente que Estado de Bienestar signifique que tenemos derecho a la educación, la salud, al trabajo digno, también debe garantizar que nos van a dar cuidados. Son cosas de las que no se habla, porque incluso hay regiones donde se justifica y enaltece su papel de cuidadoras bajo la premisa de que cuidan por amor y dedican el 100 por ciento de su vida a sus hijos, al marido, a los padres, los abuelos, y no se les reconoce el derecho al tiempo propio. Además, les han vendido la abnegación, el sacrificio, como algo que las enaltece, aun sea a costa de su salud física y mental.

 “Tenemos que dar la batalla para que los cuidados salgan del espacio privado de las paredes de la casa y se reconozca que tienen que ser garantizados y ser compartidos, para que en las familias se generen lazos positivos y abandonar los vínculos negativos. Presenté una iniciativa que ya fue turnada a la Comisión de Bienestar.

 “¿De dónde va a salir el dinero? Creo que si se reorienta el recurso que está, por ejemplo, en el Anexo 13, destinado a las mujeres, que una parte sea para cuidados. La iniciativa que presenté es para reformar la Ley de Seguridad Social para que se establezca el concepto de política pública de cuidados, que reordene actividades y derechos que están dispersos en educación, salud, trabajo, IMSS, y genere una sinergia, una coordinación con perspectiva de género y haya una concatenación para que se garanticen cuidados, por ejemplo con escuelas de tiempo completo, que no son solo para educar y dar conocimiento, también son para cuidar, y ofrecerles actividades deportivas, artísticas, computación, música, pintura, etcétera. Es una manera de cuidarlos para evitar que estén afuera expuestos a los grupos delictivos.

“Estancias de día, para adultos mayores, para que hagan ejercicio, escuchen música, hagan amistades, coman. Hay un espacio donde están cuidados de manera lúdica. Ya hay algunas, pero hay que abrir más”.

Amalia García imprime un profundo espíritu humanista a sus acciones legislativas y con ello honra su estirpe política heredada de su padre. Se muestra optimista en que su iniciativa pueda avanzar y que el presupuesto se oriente a estos objetivos.

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