Dr. Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor
El cine ha sido siempre un espejo social que puede hablar de otras épocas, o incluso inventarlas, pero siempre reflejando el tiempo en el que una película es hecha. Hoy en Estados Unidos se viven momentos especialmente complicados. La desinformación impulsada por las redes sociales y sus algoritmos han agudizado una polarización social que escaló considerablemente durante la pandemia del covid, y que refleja un malestar social encarnado en movimientos como “Black Lives Matter” o la corriente woke en general. La presidencia de Trump es a la vez causa y consecuencia de ello, con un discurso político demagógico y autoritario, y acciones legales como la detención masiva de inmigrantes. El reciente asesinato del activista político de derecha Charlie Kirk y las reacciones que ha provocado son un claro ejemplo de cómo ha escalado la situación. Dos excelentes películas estrenadas este año reflejan, desde un género de neo-western con tintes de humor negro, este malestar social en los Estados Unidos. Se trata de “Eddington” de Ari Aster y “Una batalla tras otra” de Paul Thomas Anderson.
“Eddington” ocurre en mayo del 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, en un pequeño pueblo desértico en Nuevo México. Joaquin Phoenix interpreta al sheriff del pueblo que debe lidiar con la inquietud de la pandemia que no parece haber llegado ahí pero que ya obliga a todos a usar cubrebocas, algo impulsado sobre todo por el carismático alcalde, interpretado por el omnipresente Pedro Pascal. Dentro de su casa tiene que cuidar de su esposa (Emma Stone), quien vive frente a su pantalla consumiendo teorías de la conspiración, literalmente apantallada por un mesías de internet. Por si fuera poco, a partir de lo que ven en redes sociales, los jóvenes del pueblo deciden salir a manifestarse a las calles al grito de “Black Lives Matter!”, lo que va aumentando la tensión que pronto estalla en violencia.
El director Ari Aster, conocido por sus películas de terror como “El legado del diablo” (Hereditary), o “Midsommar. El terror no espera la noche”, esta vez se centra en los terrores más reales de la desinformación, la división social, la falta de entendimiento, la proliferación de las armas o los grupos terroristas radicales.
Tanto más muestra la recién estrenada “Una batalla tras otra” del aclamado director Paul Thomas Anderson. Leonardo DiCaprio interpreta a Ghetto Pat, un miembro de un grupo revolucionario en Estados Unidos que se dedican a atestar golpes de efecto contra el gobierno y actos de corte terrorista en nombre de la libertad. Ahí conoce a una indomable rebelde con quien tiene una hija antes de que ella tenga que huir por ser perseguida por el ejército en la persona del temible coronel Steven Lockjaw (Sean Penn). Dieciséis años después, el protagonista, encubierto bajo el nombre de Bob, intenta cuida de su hija adolescente con la que vive en una cabaña en una pequeña ciudad de California. Hasta que el ejército los encuentra y deben huir ayudados por los revolucionarios que siguen trabajando encubiertos.
A partir de ese conflicto, que el director basa en la novela “Vineland” del autor estadounidense Thomas Pynchon, se muestra el ambiente de ansiedad y tensión de la sociedad contemporánea en su país. La trama divide claramente a buenos y malos, los primeros son los revolucionarios, que en la primera escena están liberando inmigrantes ilegales de un centro de detención. Los segundos son el ejército, y luego se descubre detrás a un grupo de supremacistas blancos antisemitas que controlan la política estadounidense desde sus casas lujosas con túneles secretos. En medio del caos, Bob intentará encontrar a su hija, atravesando redadas de migrantes y manifestaciones como las que vimos en Los Angeles recientemente, ayudado por el sensei, un profesor de artes marciales intepretado brillantemente por Benicio del Toro. Más allá de su excelente calidad cinematográfica, este enfoque en contra del grupo republicano, seguro le garantizará a la película varios premios.
En conjunto, estas dos películas evidencian cómo el cine estadounidense contemporáneo sigue dialogando con sus heridas sociales y políticas más recientes. Tanto “Eddington” como “Una batalla tras otra” actualizan el western —género fundacional de la identidad fílmica de ese país— para explorar la desconfianza hacia las instituciones, la fragilidad de los vínculos comunitarios y el miedo a un futuro que parece volverse cada vez más violento e incierto.
Más que simples ficciones ambientadas en escenarios de crisis, ambas obras confirman que el cine es capaz de ofrecer, con humor negro y dramatismo, un espejo incómodo en el que se refleja no sólo la historia de un país sino los dilemas universales de nuestra época.