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13 de junio de 1939, cuando México abrazó al exilio


Aida Espinosa Torres

El barco Sinaia arribó al puerto de Veracruz el 13 de junio de 1939 con mil 599 pasajeros españoles que huían por motivos ideológicos y temor a las represalias del régimen autoritario de Francisco Franco. Esta fecha se conmemora para recordar y celebrar un acontecimiento trascendental: de un lado, el rescate de la vida de muchos españoles y, por otro, el enriquecimiento cultural de la sociedad mexicana del siglo XX.

Diversas voces han dado fe del valioso legado que estos exiliados aportaron, desde académicos, científicos y médicos hasta figuras destacadas del mundo editorial y cinematográfico. Asimismo, personas comunes y corrientes contribuyeron con su trabajo y esfuerzo al desarrollo de la nación que los acogió.

Hubo un mexicano ilustre, Gilberto Bosques Saldívar, quien fue enviado como cónsul a Francia, la misma que después fue ocupada por los ejércitos nazis de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el artífice del rescate de miles de refugiados durante la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Como cónsul de México en Francia, organizó el retiro de republicanos españoles perseguidos por el régimen franquista, facilitando su llegada a México en barcos como el Sinaia.

Éste fue el primer barco en traer exiliados españoles a México, gracias a la política humanitaria del presidente Lázaro Cárdenas. Durante el viaje, los pasajeros publicaron el diario Sinaia, donde expresaban sus expectativas sobre su nueva vida en México. Bosques también ayudó a refugiados judíos y antifascistas de diversas nacionalidades, otorgándoles documentos mexicanos para salvarlos de la persecución nazi.

Ya en años anteriores, durante y después de la guerra civil española, el gobierno de Cárdenas había manifestado su apoyo incondicional en favor de la República. Desde 1937 comenzaron a llegar los primeros grupos de exiliados españoles a Morelia; fueron alrededor de 500 niños invitados por las autoridades mexicanas para protegerlos de los desastres de la guerra, y aproximadamente una treintena de intelectuales quienes fundaron la Casa de España en México, donde pudieron realizar investigaciones y trabajar en su ámbito de especialidad, lejos de un ambiente bélico.

México fue el segundo país de acogida de los exiliados republicanos españoles, algunas cifran hablan de 25 mil a 30 mil refugiados. La primera misión masiva para traer a los exiliados españoles de Francia a México fue el 25 de mayo de 1933. El barco Sinaia zarpó del puerto de Sette, en Francia, arribando el 13 de junio del mismo año al puerto de Veracruz, en México,

Exilio y conocimiento 

Un año antes del arribo del barco Sinaia, y posterior al estallido de la guerra en España, en 1938, Cárdenas recibió una propuesta de Daniel Cosío Villegas: invitar temporalmente a intelectuales, profesores, científicos, académicos españoles, para que se trasladaran a nuestro país. La idea era que continuaran con sus actividades, aportaran sus conocimientos a México y luego regresaran a España, porque todavía el gobierno español confiaba en un resultado favorable.

Fue así que en 1938 se creó la Casa de España, institución que no tenía edificio, ni planes educativos propios, ya que no sería permanente, simplemente una oficina coordinadora para que los españoles fueran a dar conferencias a la Universidad Nacional, al Politécnico, y a otras universidades de distintos estados de la República. El más favorecido fue Michoacán, porque todos querían dar conferencias ahí, en agradecimiento a Cárdenas.

Entre las figuras que llegaron con ese propósito destacaban José Gaos, rector de la Universidad Central (hoy Complutense), María Zambrano, León Felipe, José Moreno Villa, Adolfo Salazar y Enrique Díez Canedo.

Tras la derrota del gobierno republicano en 1939, intelectuales, científicos, artistas y académicos, al saber que México había abierto las puertas a la Casa de España, comenzaron a enviar solicitudes. En pocos meses, el grupo pasó de 12 personas a 20, luego a 40, a 60… y así siguió creciendo.

En octubre de 1940, a escasas semanas de que Lázaro Cárdenas entregara la presidencia, Daniel Cosío Villegas y Alfonso Reyes le proponen que la Casa de España se convirtiera en El Colegio de México, con instalaciones propias, con programas educativos propios y que se insertara en la Secretaría de Educación Pública a fin de que tuviera presupuesto fijo. “Yo creo que la idea fue genial”, admite el historiador Javier Garcíadiego.

Nace el FCE

Ante la crisis de 1929, Daniel Cosío Villegas asumió la dirección de una pequeña editorial, el Fondo de Cultura Económica (FCE), con el propósito de publicar y traducir libros de economía. Su objetivo era dotar a México de herramientas teóricas y prácticas para evitar que una crisis similar ocurriera, sin los conocimientos necesarios. En aquel entonces todavía no se tenía una carrera universitaria en economía.

Varios intelectuales estuvieron involucrados en la creación del FCE y de la carrera de economía. A los pocos años se dieron cuenta que esa nueva carrera no contaba con libros específicos para alumnos ni profesores, entonces Cosío Villegas creó el FCE.

Tan no estaba profesionalizado el campo de la Economía, que los primeros libros fueron traducidos por Salvador Novo y Antonio Castro Leal, extraordinarios escritores, pero no eran traductores de economía. Llegan estos profesores al FCE para realizar las traducciones que la guerra civil les impidió hacer en España: Medina Chavarría, Wenceslao Roces, José Gaos, Eugenio Ímaz, Eugenio Chavarría, entre otros.

Comenzaron a traducir, y el Fondo de Cultura Económica se transformó en una editorial de carácter ecuménico, lo que modificó su naturaleza original. Se crearon colecciones como Política y Derecho, dirigida por Manuel Pedroso; Filosofía, bajo la dirección de José Gaos; Historia, encabezada por Wenceslao Roces, quien no solo tradujo a Marx, sino a una treintena de obras históricas; Sociología, dirigida por Medina Echeverría, entre otras.

Ante esta expansión, Cosío Villegas planteó: “Cada colección debe contar con los clásicos de la disciplina, los manuales universitarios y los grandes libros del Siglo XX en esa área del conocimiento”. Así comenzó el Fondo de Cultura Económica.


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