Aída Espinosa Torres
Hablar del Día Internacional de la Alfabetización, que se conmemora el 8 de septiembre, implica también mirar hacia quienes alfabetizan desde los márgenes. Las radios comunitarias, como Tsinaka y Jënpoj, han sostenido prácticas pedagógicas que entrelazan palabra, identidad y resistencia, haciendo de la radio un aula viva.
El combate contra el analfabetismo no se ha limitado a las aulas de la SEP o el INEA; también ha florecido fuera de ellas. Experiencias como las impulsadas por radios comunitarias —entre ellas Tsinaka y Jënpoj— han marcado un camino ejemplar. Su programación, en lenguas originarias, ofrece contenidos que promueven la lectoescritura, los derechos y la salud. Estos espacios no sólo enseñan: tejen alfabetización con identidad y memoria, convirtiéndose en territorios vivos de resistencia cultural y aprendizaje colectivo.
La Secretaría de Educación Pública y el INEA han firmado convenios con gobiernos estatales, sindicatos y organizaciones sociales para atender a más de 995 mil personas en rezago educativo, incluyendo acciones en plazas públicas, radios comunitarias y redes digitales.
También se han apoyado con las nuevas tecnologías: colectivos como Educación Popular en Red usan TikTok y Facebook para compartir cápsulas sobre historia, derechos humanos y escritura crítica. Adaptan el lenguaje visual y narrativo para jóvenes que no se identifican con los formatos escolares.
Estas radios no solo enseñan a leer y escribir: enseñan a narrarse, a reconocerse y a defender derechos: utilizan formatos accesibles (radionovelas, cápsulas, música) que permiten que personas sin escolarización formal se acerquen al conocimiento.
Refuerzan la identidad lingüística y cultural, algo esencial en comunidades donde la alfabetización escolar ha sido históricamente excluyente.
Otro ejemplo es el programa Palabra Viva del INEA, en Iztapalapa que produce audios breves que enseñan desde cómo llenar un formulario hasta cómo escribir una carta. Se distribuyen por WhatsApp, facilitando el acceso a quienes no pueden asistir a clases presenciales.
Durante la Jornada Nacional de Alfabetización 2025, se instalaron más de 3,000 puntos en espacios públicos para inscribir a personas al proceso educativo. En estos lugares, se mezclan saberes populares con herramientas pedagógicas, creando un aprendizaje situado y afectivo.
Cuando la alfabetización se da en la plaza, en la radio o en el celular, deja de ser un privilegio escolar y se convierte en un derecho vivo. Leer y escribir no es solo decodificar letras: es poder nombrar el mundo, reclamarlo y transformarlo.