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México, al sonoro rugir de Estados Unidos: otro despliegue militar


Jimena Casso / Universidad Anáhuac Campus Norte

La política migratoria mexicana ejercida durante la administración pasada del gobierno de Estados Unidos se definió bajo una sola palabra: obediente. Nuestro país figuró como un guardián de nuestro vecino del norte, recibiendo nada más y nada menos que a los declarados como “no deseados” del gobierno extranjero por ambas fronteras. En su momento, la amenaza que representaban las tarifas arancelarias y la mano dura del líder republicano lograron que, después de 45 días de la firma del pacto migratorio, se redujera en un 36.2% el flujo migratorio.

Eficiencia que está directamente relacionada con el uso del entonces recientemente creado instrumento militar constituido como Guardia Nacional para cumplir con los requerimientos del gobierno norteamericano. Razonablemente Trump felicitó al gobierno mexicano por el despliegue de más de 27 mil elementos mexicanos que “disuadieron” a los migrantes de ingresar a Estados Unidos mediante la militarización de la frontera sur mexicana.

Se puso en práctica, casi al mismo tiempo, el programa “Quédate en México”, que hizo fama por todo menos por apoyar a los migrantes. ¿Cumplía con el objetivo? Por supuesto, permitía que los migrantes se quedaran en territorio mexicano mientras solucionaban los trámites administrativos de obtención de ciudadanía americana. Pero, al parecer, nadie mencionó que el gobierno mexicano tendría la responsabilidad de cuidar de ellos, ya que las autoridades del gobierno de Estados Unidos continuamente reportaban que a los solicitantes de asilo se les enviaba a algunos de los territorios más peligrosos en suelo mexicano y se les exponía de manera “innecesaria y previsiblemente” a riesgos de secuestro, violación, y asaltos, entre otros.

Fue bajo este contexto que se dio la transición presidencial de Trump a Biden. Se esperaba que México jugara con las cartas que ahora tenía para buscar dejar de ser el programa de acogida para todos aquellos que buscan ingresar en suelo norteamericano. En sus primeros días de gobierno, Biden comunicó que su administración se enfocaría en dar solución a la situación migratoria, anunciando una reforma para apoyar a indocumentados a conseguir su residencia, otorgar a los famosos “Dreamers” la ciudadanía y buscaría desincentivar la migración mediante una inversión de cuatro mil millones de dólares en Centroamérica. Por un breve momento, el recién llegado mandatario parecía un auténtico salvavidas.

Sin embargo, por muy bonito que sonó, la realidad es que las fuerzas armadas mexicanas continúan hasta el día de hoy siendo peones de un combate a cargo de las tropas norteamericanas. Recientemente se informó que hubo un despliegue de casi treinta mil elementos del Ejército, Marina y Guardia Nacional. Estrategia que, impulsada por el gobierno americano y practicada por el gobierno mexicano, ha permitido la detención de cuarenta y ocho mil migrantes.

Por ello es solamente natural que Brian Nichols, Subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos, mencione con orgullo que se ha tenido muy buena respuesta del gobierno mexicano en cuanto a estrategias migratorias. ¿Qué otra cosa podría decir si las fuerzas armadas mexicanas están al sonoro rugir de su país?


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