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Los Magón y los Serdán, familias revolucionarias de 1910


Luz María Mondragón

Desde los tiempos antiguos se cantan las hazañas de los héroes. Los espíritus indómitos aparecen en todas las épocas, como en la Revolución de 1910. En sus páginas perviven los idealistas que la hicieron realidad. Incluso familias completas como los hermanos Serdán y los Flores Magón.

Los hermanos Serdán (Aquiles, Máximo y Carmen) insuflaron la chispa que propagó la Revolución de 1910. Participaron activamente en labores de propaganda política en apoyo de Francisco I. Madero. Aquiles fundó la organización “Luz y Progreso” y editó el semanario “La No Reelección”, donde difundió las primeras ideas revolucionarias. En resumen, se les considera los primeros mártires de la guerra, porque Aquiles y Máximo son asesinados el 18 de noviembre, 48 horas antes del inicio del movimiento armado.

En el régimen de Porfirio Díaz germinaron los ideales que impulsaron la Revolución. Algunos revolucionarios son legendarios. Otros rebeldes son menos conocidos y populares, como Aquiles, Máximo y Carmen Serdán.

Escritores e investigadores han rescatado del olvido a esta singular estirpe que alumbró el inicio de la epopeya mexicana. Los estudios revelan que, en la calle de Santa Clara, en la ciudad de Puebla, vivió esta que no es una familia de tantas, sino un grupo de vidas comprometidas. Quijotes modernos entregados a un ideal: la causa social contra el tirano y dictador Porfirio Díaz.

Los políticos de hoy tal vez han leído “Diálogos en el Infierno entre Maquiavelo y Mostesquieu” (publicado en 1864). Su autor, Maurice Joly, dice: el secreto principal de un gobierno autoritario es debilitar el espíritu público, hasta el punto de desinteresarlo por completo de las ideas y los principios con los que se hacen las revoluciones.

Sin embargo, siempre hay idealistas que no se doblegan ante el poder. La dictadura de Díaz no logró amedrentar a la familia Serdán. En la casa de Aquiles, Máximo y Carmen habitó una tenaz resistencia a la élite. Los Serdán no se arredraron; entre ellos mandaba la conciencia social. Siguieron con las reuniones clandestinas, las lecturas de literatura subversiva. Los hermanos no cesaron sus campañas contra el Estado opresor.

Las reflexiones de los Serdán dibujaban la dictadura. Transmitían la opresión, la insensibilidad, sus horrores. Eran tiempos en que solamente se toleraban verdades oficiales. Quienes no estaban de acuerdo amanecían tirados en las banquetas o colgados de los pirules. Asesinaban a periodistas que no sucumbían ante la nómina y mandato oficial. Se clausuraban y quemaban periódicos. Desaparecían las voces disidentes. Crecía la persecución a opositores. Muchos luchadores fueron castigados con el destierro o un viaje al corazón de las tinieblas: a Valle Nacional y a la lúgubre cárcel de Belén, donde florecían flores del mal: tuberculosis, lepra, hambruna…

La prensa extranjera prodigaba elogios al dictador Díaz. Y cómo no, si entregaba la riqueza nacional (minas, ferrocarriles, petróleo…) a los amos del universo: las transnacionales.

Los Serdán continuaron la lucha. Destacó el papel de Carmen, la hermana.

En 1910 las mujeres estaban encadenadas a rígidas costumbres tradicionales. Era una sociedad opresora para ellas. Esta situación era más extrema en la conservadora ciudad de Puebla, donde Carmen fue una aparición insólita que atentaba contra el recalcitrante conservadurismo. Era una mujer adelantada a su tiempo. Se despojó del corsé que imponía el horizonte localista. No fue una mujer cautiva, presa en los prejuicios y costumbres de una época que limitaba la acción femenina a la cocina.

La prosa vigorosa y palpitante de María Luisa, “La China Mendoza”, en el libro “Tris de Sol”, convierte a Carmen Serdán en un sol alrededor del cual giran acontecimientos históricos. Carmen imanta palabras e imágenes. Carmen hechizó a la escritora, quien indagó su vida en bibliotecas, archivos y en los rincones de la casa de Santa Clara. A través de su mirada literaria dejó un homenaje a Carmen.

Espíritus atrevidos, los Serdán alistaban la Revolución. Ya la acariciaban. Ya estaban a un paso de iniciarla. Pero recibieron inesperados golpes del destino. Apareció la traición. Un delator los denunció. Estalló la furia de la dictadura. Tiñó de sangre la casa familiar, el 18 de noviembre de 1910.

Los Serdán enfrentaron el ataque, sin rendirse. Paladines solitarios, cayeron. Valerosamente la joven Carmen subió hasta el balcón de su casa y arengó al pueblo: “¡Es la revolución, no permanezcáis más de rodillas!”. Temerosa, la gente se alejó y los abandonó.

Nadie acudió en auxilio de los hermanos Serdán. Únicamente llegó la fatalidad. Máximo expiró en los brazos de Carmen. Momento memorable de la Revolución. La imagen de Carmen y Máximo evocaba La Piedad, le memorable obra de Miguel Ángel.

Después, Carmen, su madre, la esposa e hijos pequeños de Aquiles fueron llevados a la cárcel. El día languideció, 48 horas después estalló la Revolución de 1910.

Los Flores Magón

Hoy los hermanos Flores Magón (Jesús, Ricardo y Enrique) serían combativos defensores de derechos humanos. Ayer fueron ideólogos, luchadores y periodistas opositores al gobierno autoritario de Díaz. Fundaron el célebre periódico “Regeneración”. También “El hijo del Ahuizote”. Sus publicaciones fueron calladas por la dictadura porfirista. Tuvieron que salir del país como perseguidos políticos. Profunda conciencia social y mentes privilegiadas son los Flores Magón. Aportaron las ideas más progresistas.

Militares ejemplares

Los gobiernos autoritarios siempre han lanzado al Ejército contra el pueblo y los luchadores sociales. Pero también hay militares a quienes distingue la ejemplaridad.

El coronel Felipe Ángeles Melo defendió heroicamente a México durante las intervenciones extranjeras estadounidense y francesa. Es el padre de Felipe de Jesús Ángeles Ramírez, brillante militar oriundo de Zicualtipán, Hidalgo.

Porfirio Díaz becó a Felipe Ángeles Ramírez en el Colegio Militar del Castillo de Chapultepec, a los 14 años de edad. El adolescente compartió aulas con Victoriano Huerta.

Felipe Ángeles Ramírez siempre destacó. Perfeccionó su carrera militar en Estados Unidos. También en Europa, donde reconocieron sus méritos. Al inicio de la Revolución, Francisco I. Madero lo nombró director del Colegio Militar.

Aunque un tiempo combatió a los rebeldes, siempre sobresalió y fue respetado por los valores de su actuar. Tenía predisposición al diálogo, a la conciliación, a los acuerdos y a la justicia social, a diferencia de la postura autoritaria que asumía la mayoría de los generales, proclives al uso letal de la fuerza del Ejército, con métodos de implacable represión que solamente avivaba más la lucha.

En la Decena Trágica, Felipe Ángeles fue detenido junto con José María Pino Suarez y Francisco I. Madero.

Niños y niñas en la Revolución


Fotografía: Fototeca Nacional INAH

La niñez también participó directamente en la Revolución. Aunque son pocas las referencias bibliográficas, sí quedaron evidencias fotográficas en las que se ve a niñas y niños involucrados en el movimiento.

Miles de campesinos que se unían a la Revolución llevaban consigo a su familia. Niñas y niños tenían tareas específicas. Los infantes soldados usaban fusiles, escopetas; portaban cartucheras o cananas, aunque les quedaran demasiado grandes y pesadas. La mayoría de niñas cocinaba para los combatientes.

Morir en la línea de fuego fue el destino de gran número de niñas y niños. Pero también fallecían por infecciones originadas en los vagones de tren y campamentos insalubres donde vivían.

Niños y niñas villistas, carrancistas, maderistas, zapatistas. Pequeños soldados. Espías. Arrieros. Mensajeros. Acarreadores de agua y provisiones. Cuidadores de animales, principalmente caballos de los revolucionarios.


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