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8M, mujeres por un futuro igualitario sin violencia


Luz Mária Mondragón

Cada ocho de marzo, con movilizaciones, el mundo celebra el Día Internacional de la Mujer para reivindicar sus derechos y la igualdad sustantiva.

Para este 2022, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) propuso el tema “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”, como reconocimiento a la contribución de niñas y mujeres que lideran los esfuerzos de respuesta, mitigación y adaptación al cambio climático, a fin de construir un futuro más sostenible.

En México, la movilización feminista del 8M coloca los reflectores, especialmente, sobre la otra pandemia: la violencia de género, que en su forma extrema causa cada día 11 feminicidios en agravio de mujeres y niñas.

Solamente la pandemia por Covid-19 logró desacelerar la fuerza que había logrado el movimiento feminista en nuestro país, como lo demostró la histórica marcha del 8M del 2020 en la Ciudad de México y en diversos puntos de la República.

En esa fecha en la que, desde muy temprano, mujeres de todas las edades caminaron hacia el Zócalo para condenar al México Feminicida –gritó la manta que presidió esa memorable manifestación-. Como nunca antes, protestaron contra las violencias machistas que todos los días las golpean. Llegaron hasta las abuelitas, algunas en sillas de ruedas. Conmovió la presencia de niñas de secundarias y de primarias, para quienes ese día fue su primera movilización.

Este 8M de 2022 continúa la pandemia, aunque ya con menos virulencia. Sin duda, por la emergencia sanitaria, no habrá una marcha feminista gigantesca como la de 2020, pero sí cientos de mujeres se movilizarán hacia el Zócalo, sobre todo las adolescentes y las jóvenes.

Libres y combativas aparecen en el Monumento a la Revolución, en Paseo de la Reforma, en el Ángel de la Independencia, las aguerridas feministas que desde agosto de 2019 impulsaron la llamada revolución de la diamantina. Cientos de estudiantes de las preparatorias, los CCHs, las vocacionales, los colegios de bachilleres. Las universitarias de la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional y las escuelas privadas.

Junto a las estudiantes también marchan actrices, legisladoras, escritoras, cineastas, trabajadoras, maestras, bailarinas, abogadas comprometidas, amas de casa. No faltan las madres y familiares de víctimas, quienes luchan por justicia para sus hijas. Se hacen presentes decenas de colectivas: Dignas Hijas, Flores del Desierto, Terremoto Feminista, Madres en Resistencia, Asamblea Feminista Autónoma e Independiente, El Frente Nacional para la Sororidad, y otras más.

El 8M atrae medios de comunicación. Los fotógrafos no pierden detalles de la marcha. Retratan, atrapan un movimiento social que cobra fuerza. La revolución en marcha. Sus sueños: el derecho a la vida, el derecho a una vida libre de violencia, a la igualdad, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo. El sueño de derrumbar la cultura machista, misógina.

Protesta social. Todas gritan su hartazgo. Todas saben que no están seguras ni en la escuela, ni en la oficina, ni en el hogar, ni en las calles, ni en la iglesia, ni en los parques. Todas denuncian: ¡Nos están matando! Todas gritan: ¡nos secuestran…nos violan, nos torturan, nos mutilan, nos asesinan…!

Las mujeres corean consignas. Lo hacen al ritmo de los tambores. Las entonan con vehemencia, con ira, con fuerza, con sensibilidad, con dolor. Son letras que destilan rabia, hartazgo.

Pese a la condena de algunos sectores, un grupo de mujeres con el rostro cubierto romperá vidrios y pintará paredes. Las jóvenes que realizan acción directa argumentan: la vida e integridad de las mujeres valen más que las piedras o los vidrios.

Se escandalizan porque rayamos paredes y rompemos vidrios. Pero no se escandalizan por los cuerpos de mujeres y niñas, violados, torturados, mutilados, asesinados. Cuerpos reducidos a la condición de desperdicio, porque son tirados en terrenos baldíos como si fueran basura, concluyen las jóvenes vestidas de negro.

De acuerdo con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), la violencia contra las mujeres se encuentra definida como “cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte, tanto en el ámbito privado como en el público”. Estas acciones u omisiones constituyen una violación a los derechos humanos de las mujeres al no garantizar su libertad, desarrollo y seguridad.

La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2021 (ENVIPE) reveló: la percepción de inseguridad es mayor en las mujeres. La diferencia respecto de los hombres se ha incrementado en los últimos años.

Cabe resaltar que ni el hogar es sitio seguro para muchas mujeres. El caso específico de la casa, que ha sido un espacio socialmente asignado a las mujeres como seguro para desarrollar la mayor parte de sus actividades, es donde 20 de cada cien mujeres de 18 años o más reporta sentirse insegura, cuatro puntos porcentuales por encima de los hombres.



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