Ángel Luna Medina
Por estos días, un fantasma inquieta al mundo: tiempos convulsos que deslizan hacia la posibilidad de la Tercera Guerra Mundial. Justo cuando el planeta conmemoró 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial y el nacimiento de instituciones y normas que edificaron un orden internacional que hoy se está desmoronando.
Ocho décadas marcadas por un orden global basado en el derecho internacional. Etapa que vio el fin de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; la caída del Muro de Berlín, en 1989; el colapso del bloque socialista con el derrumbe de la URSS, en 1991. Incluso, politólogos como Francis Fukuyama plantearon el fin de la historia y de las ideologías. Fue una era que se creyó gloriosa, promisoria e invencible.
Sin embargo, el mundo ha despertado en una nueva realidad, porque el derecho internacional se viola o se ignora cada vez más. Emerge el unilateralismo, la fuerza como clave de las relaciones internacionales. La incertidumbre y la inestabilidad marcan el presente.
La nueva era reconfigura la geopolítica internacional: el ascenso económico, tecnológico y militar de China, que disputa la hegemonía de Estados Unidos; el expansionismo de Rusia, apuntalado en su poderío nuclear; la invasión y guerra a Ucrania; la metamorfosis de EU bajo el gobierno de Donald Trump; la fragilidad de la Unión Europea y su urgente necesidad de rearme bélico ante la amenaza rusa; el conflicto Israel-Gaza (crece el reconocimiento al Estado palestino); la violación de espacios aéreos; el bombardeo israelí a Qatar…
Por lo anterior, martillan los oídos advertencias cruciales a la humanidad: «Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo», frase escrita por el filósofo español-estadounidense George Santayana, en La vida de la razón. Es decir: quien no aprende de la historia está condenado a repetirla.
En agosto fue el 80 aniversario del fin de la II Guerra Mundial. Reavivó reflexiones. Encendió recuerdos. El nacimiento de un orden mundial apuntalado por normas, el respeto entre países grandes y pequeños, el surgimiento de instituciones:
Cuando en febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania, violó el principio básico del derecho internacional que prohíbe el cambio de una frontera por la fuerza.
Hoy, para finalizar la guerra Rusia-Ucrania, Vladimir Putin exige: quedarse con las regiones de Lugansk y Donetsk (conforman el Donbás); que el ruso sea lengua oficial en Ucrania; y la aceptación de la anexión de Crimea, ocupada desde 2014, entre otras exigencias. Estados Unidos coquetea con las demandas rusas.
Se ha olvidado la lección que dejó la célebre Conferencia de Múnich (1938). Sucedió que, para apaciguar a Adolfo Hitler y evitar la guerra, las potencias de aquel entonces cedieron ante las demandas del dictador nazi. Sin pensar que sólo envalentonaban al agresor y facilitaban el inicio de la guerra. El acuerdo permitió a Hitler apropiarse de los Sudetes (una región de Checoslovaquia). Al poco tiempo, Hitler violó su promesa de paz y sentó las bases para el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
La famosa conferencia se celebró en septiembre de 1938 en la ciudad de Múnich. Participaron los líderes de Alemania (Hitler), Gran Bretaña (Chamberlain), Francia (Daladier) e Italia (Mussolini). Increíble, no se permitió la asistencia de Checoslovaquia, la nación agredida, a la que despojaron de la región Sudetes, en nombre de una promesa de paz y de un supuesto respeto a la integridad del resto de Checoslovaquia. El resultado de esa cumbre sólo alentó la ambición expansionista del nazi Hitler.
Más pronto que tarde, Hitler violó los acuerdos al ocupar la totalidad de Checoslovaquia, en marzo de 1939.
Ese Acuerdo de Múnich es considerado punto de inflexión que demostró la inutilidad de intentar satisfacer las ambiciones de líderes proclives al totalitarismo y al expansionismo, pues al poco tiempo estalló la Segunda Guerra Mundial.
Este 2025 el gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prácticamente dinamitó normas en materia de comercio internacional al imponer sus propias reglas, vía imposición de aranceles, basadas en la presión de la ley del más fuerte. Agenda que también empujó la reconfiguración del orden mundial.
La reconfiguración de la geopolítica internacional es una nueva era que expone con crudeza la supremacía de Estados Unidos, China y Rusia, apuntalada en el poder de su armamento nuclear, y de los aliados que se van sumando a cada uno.
Las tres naciones buscan la hegemonía mundial con el control de las materias primas estratégicas fundamentales en el siglo XXI, que es el caso de los emblemáticos elementos de las llamadas Tierras raras, ámbito que lidera China.
Mientras tanto la Unión Europea (27 naciones), que emergió a partir de un paradigma basado en el derecho internacional, en la nueva era de la reconfiguración geopolítica se siente indefensa. Por eso ha dado un paso histórico hacia el rearme militar, debido a la amenaza que representa Rusia. Recientemente las naciones de la UE elevaron en 5% del PIB al gasto bélico, el mayor incremento de su historia. Política espoleada por la presión geopolítica. Significa sacrificios en el gasto social.
Y es que un fantasma recorre Europa, el fantasma de la III Guerra Mundial. Actualmente en la Unión Europea sólo una nación tiene una sólida arquitectura de seguridad y defensa: Francia. Pero el paraguas nuclear francés no es suficiente para proteger a toda la UE; además el país galo vive hoy días de inestabilidad política y económica.
Reino Unido también cuenta con sólida estructura militar. Sin embargo, ya no es parte de la Unión Europea; vía el llamado Brexit, en enero de 2020 abandonó oficialmente la UE. Pero ante la presión de la nueva geopolítica internacional, Inglaterra y la UE se han acercado. Por ejemplo, juntos apoyan una paz firme y segura para Ucrania (y para todos los europeos), frente a la ofensiva de Rusia. Ni el poder bélico nuclear de Francia y de Reino Unido, juntos, alcanza para la plena defensa de la Unión Europea.
En las últimas décadas las naciones europeas abrazaron el paradigma del derecho internacional, no el militarismo. Pero hoy se saben vulnerables. Este 2025, además del rearme, han vuelto al servicio militar obligatorio. Dinamarca lo ha extendido a las mujeres. Es una tendencia al alza, porque sólo nueve de los 27 miembros de la UE contaban con algún tipo de servicio militar obligatorio. Finlandia y Estonia, con fronteras con Rusia, van a la cabeza. Alemania es de las últimas naciones en sumarse.
El 3 de septiembre una noticia recorrió el mundo: en la ceremonia del 80 aniversario de la victoria de China sobre Japón (ayudó al fin de la Segunda Guerra Mundial, en el Pacifico) en la plaza Tiananmen, China exhibió su poderío militar (misiles hipersónicos, entre el armamento de punta) y político, advirtiendo que “la humanidad vuelve a enfrentarse a la disyuntiva: la paz o la guerra”.
El presidente Xi Jinping también demostró fuerza, teniendo a cada lado a Vladímir Putin y a Kum Jong-un (líder de Corea del Norte, quien también tiene poder nuclear).
Por otra parte, bajo el paraguas de la Organización de Cooperación de Shanghái, China y Rusia abrazan a India (cuarta economía mundial), país al que Donald Trump impuso aranceles de 50 por ciento.
Crece la tensión. Rusia viola espacios aéreos de Estonia y Polonia. La OTAN advirtió: no tolerará violaciones de la integridad territorial de ninguno de sus 32 Estados miembros.
Polonia invocó el artículo 4 de la OTAN. “Las partes se consultarán cuando, a juicio de cualquiera de ellas, la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las partes fuese amenazada”.
Dicho artículo no es un llamado a una confrontación directa, pero sí eleva el nivel de alarma ante una posible agresión militar. Tiene un carácter distinto del artículo 5 de la OTAN, que indica que un integrante de la organización deberá ser defendido por los demás integrantes, ante una agresión.
Otro momento tenso fue el 9 de septiembre. Israel bombardeó Qatar, principal base militar de Estados Unidos, en Medio Oriente.
A 80 años del fin de la II Guerra Mundial, un mundo estable y pacífico es una utopía. En la reconfiguración geopolítica, prevalecerán quienes tengan poder real: no sólo económico, tecnológico (de inteligencia artificial), energético y científico, sino militar.
¡Jaque mate! Dicta el tablero de ajedrez geopolítico.