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Cambiar el trato asistencialista


Juventina Bahena

En la Convención Internacional de Derechos de las Personas con Discapacidad se aprobó, el 13 de diciembre 2006, en su artículo 1°: “las personas con discapacidad son aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”.

Como instrumento jurídico vinculante, obliga a los Estados que lo ratifiquen a que en sus leyes reconozcan la igualdad y eliminen cualquier práctica discriminatoria. México se adhirió al Protocolo Facultativo del documento el 30 de marzo de 2007.

El objetivo principal es cambiar el paradigma del trato asistencialista, con el fin de que este grupo de la población pueda desarrollarse en igualdad de condiciones, que exija sus derechos y cumpla obligaciones como parte de la sociedad.

El articulado de la convención reconoce que son “víctimas de múltiples o agravadas formas de discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional, étnico, indígena o social, patrimonio, nacimiento, edad o cualquier otra condición”.

Plantea que mujeres y niñas con discapacidad están expuestas a un riesgo mayor, dentro y fuera del hogar, violencia, lesiones, abuso, abandono, trato negligente o explotación. Advierte que la mayoría de las personas con discapacidad enfrenta pobreza.

Un planteamiento interesante de los investigadores Carlos Egea García y Alicia Sarabia Sánchez es que la experiencia de la discapacidad es única para cada individuo y que su construcción social varía de una población a otra y de una a otra época.

“Las clasificaciones de la Organización Mundial de la Salud se basan en el principio de que la discapacidad es un rango de aplicación universal de los seres humanos y no un identificador único de un grupo social”.

Desde ese punto de vista, exponen Egea y Sarabia, el principio del universalismo implica que los seres humanos tienen, como un hecho o en potencia, alguna limitación en su funcionamiento corporal, personal o social asociado a una condición de salud. “La discapacidad, en todas sus dimensiones, es siempre relativa a las expectativas colocadas sobre el funcionamiento de las personas (qué se espera o no que hagan)”.

Son concluyentes al afirmar que “la ciencia, la burocracia y la religión han jugado un importante papel en la construcción de la discapacidad: como un yo roto, imperfecto o incompleto, como un caso en el que es preciso intervenir y como objeto de lástima y caridad”.


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