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Crónica de un incendio no anunciado en la Cámara de Diputados; 36 años después, los pormenores de aquel viernes ingrato


Luz María Mondragón

Aquella madrugada del 5 de mayo de 1989 parecía mortalmente tranquila. Bajo la sedante belleza de las estrellas, la Ciudad de México dormía plácidamente. No había ningún augurio aciago, ni presagio, ni presentimiento, nada que anunciara: algo muy grave va a suceder. Pero comenzó a soplar el viento de la desgracia en la Cámara de Diputados. 

Era la madrugada, el sopor de la noche. En las calles céntricas del revoltoso rumbo de La Merced todavía reinaba el silencio. Nada del congestionamiento siempre imposible de los automóviles ni el ruido de las motonetas. A unos pasos, surgiría una chispa arrasándolo todo.

Cuatro horas que estremecieron a México

Anatomía de un instante. Eran las 3:18 horas. Una chispa, el fuego comenzó a tiritar.  El incendio nació en el edificio “A”, la parte sustantiva del

Poder Legislativo, porque allí está el mítico Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados.

Sin freno el ímpetu del fuego. Vahos de horno. Las llamas sembraron el pánico. Conmoción. Un desesperado grito de auxilio rompía la noche. Llegó el heroico cuerpo de bomberos intentando salvar el histórico Recinto. Contaban los segundos, las horas serían demasiado tarde. Los minutos se consumían y el Palacio también. 

El incendio iniciado en el Salón de Plenos se propagó rápidamente. Por la magnitud del Recinto, fueron enormes las dificultades para que los bomberos pudiesen sofocar el colosal fuego. El área dañada era de aproximadamente 30 mil metros cuadrados. Las tomas de agua resultaban insuficientes. Fue necesario un centenar de pipas para apoyar la heroica labor.

Eran las siete de la mañana cuando por fin cerca de 200 bomberos lograron controlar el incendio. Pero ya se había consumido gran parte del edificio “A”.  Una vez sofocado el fuego, el Recinto quedó acordonado por más de 250 granaderos y se cerró la circulación de las calles aledañas.

Aletargada, la ciudad entera ya había despertado. El rumor se esparcía y circulaba por las calles como algo indescifrable. La noticia estalló como torpedo en la primera página de todos los periódicos del país. Empezó a rebotar en la radio, en la televisión. La capital se olvidó de los problemas cotidianos, estremeciéndose con la revelación. 

Primer recorrido

Alrededor de las dos de la tarde fue el primer recorrido en el inmueble. Caras de asombro y pesar. Ahora parecía un Palacio fantasma. Llegaron reporteros, gente de Comunicación Social, algunos legisladores como Augusto Gómez Villanueva. Las zonas afectadas aún humeaban. Los vidrios estaban a punto de romperse en una granizada de cristal. Parecía que los plafones caerían en cualquier momento. Era una visión dantesca, distópica. La zona dañada se encontraba en total obscuridad. Escombros flotando en el agua que había sofocado el fuego. Incluyendo curules, alfombras, bustos de personajes históricos. Interminable el recuento de los daños. Incalculables e irreparables las pérdidas. Destrucción por doquier. Solo quedaron ruinas. 

Las llamas también destruyeron murales, galerías y el grabado del artista mexicano Adolfo Mejía con la historia legislativa de México. Las inscripciones en letras metálicas se derritieron.

Algunos bustos quemados aún estaban reconocibles (Francisco Zarco, Benito Juárez, Venustiano Carranza, José María Morelos y Pavón y Jesús Romero Flores). Otros, sin identificar, quizá eran los de Lázaro Cárdenas y Ricardo Flores Magón. 

El fuego abarcó la mayor parte del edificio “A”. También afectó la Sala de Juntas o Salón de Protocolos, la Dirección General de Comunicación Social, la Presidencia, la Secretaría y la Secretaría Técnica de la Gran Comisión, la Oficialía Mayor, los palcos, el Salón Legisladores Mexicanos, las galerías, el área de televisión y sonido, las cabinas. Se salvaron los archivos que contienen la memoria parlamentaria, los edificios “B” y “H”, espacios de oficinas de las y los diputados.

Rescatistas y brigadas de trabajadores del Palacio y del Departamento del Distrito Federal entraron para remover escombros. El mítico Salón de Sesiones prácticamente era cenizas.

Así, ese 5 de mayo de 1989 no fue un viernes más para los habitantes de México.  Aquella mañana se habían despertado con el propósito de cumplir una jornada  ordinaria. Y por la noche se fueron a dormir con una punzada en el corazón, por el momentum horribilis que sufría la Cámara de Diputados.

Los rumores fueron derrocados por la PGR  

Al principio, la causa del incendio fue un enigma. En algunos círculos políticos de la oposición quedaron intrigados. Se atribuyó el accidente a un atentado. La oposición explotó la situación. Incluso se habló de conspiración. El suceso ocurrió en medio de un periodo de intensa actividad política al inicio del sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari. 

El motivo del incendio fue objeto de sospechas, sobre todo porque en los sótanos del edificio “A” se encontraban resguardados los paquetes que contenían las boletas electorales de las elecciones de 1988, que un sector de la oposición consideraba fraudulentas. Con la aprobación del PRI y del PAN ya se había resuelto su destrucción, pero fueron finalmente destruidas por el incendio.

La investigación sobre las causas del siniestro quedó a cargo de la Procuraduría General de la República, a través de los directores de Servicios Periciales, Roberto Valero Chávez, y de Averiguaciones Previas, César Augusto Osorio y Nieto. Esa misma mañana se dirigieron al lugar en busca de evidencias que pudieran aclarar el siniestro. Desde el principio, la PGR descartó la posibilidad de un atentado o sabotaje.
La PGR despejó incógnitas sobre el incendio. Entre la incertidumbre desmontó bulos y aportó certezas. 

El sábado 6 de mayo, tras 33 horas del incendio, el Procurador General de la República, Enrique Álvarez del Castillo, reveló los resultados del peritaje: el incendio se debió a un cortocircuito en una línea de alimentación dañada por roedores y que corría debajo de la alfombra del lado suroeste del Recinto, hacia la séptima fila de curules. El corto, al entrar en contacto con la alfombra y otros materiales de fácil combustión, generó el incendio, que rápidamente se propagó. Así, la PGR paró de golpe las especulaciones. Asestó una derrota a la polémica. Diluyó las versiones de fuego provocado. 

Continuidad del trabajo legislativo 

El lunes 8 de mayo se reunieron los coordinadores de las siete fracciones parlamentarias. Acordaron dar continuidad a los trabajos de la Cámara. Se integró una comisión pluripartidista para dar seguimiento a los sistemas de seguridad, las condiciones de construcción, acordar los presupuestos y proyectos de reconstrucción del Palacio, zona por zona, y determinar el Recinto alterno a fin de realizar el periodo extraordinario.

Era urgente que la Cámara no interrumpiera sus actividades. Se tenía que discutir la reforma a la Ley Electoral. Como posibles sedes se pensó en el Palacio de Bellas Artes, el Auditorio Nacional o el Teatro de la Ciudad.

Se decidió utilizar la Unidad de Congresos del Centro Médico Nacional del IMSS, como Recinto legislativo alterno para las sesiones del Pleno, tanto del periodo extraordinario como del ordinario que iniciaría el miércoles 1º de noviembre.

Como Ave Fénix resurgió

El Palacio de San Lázaro fue reinaugurado el 1º de noviembre de 1992, con el 4º Informe de Gobierno del Presidente Carlos Salinas de Gortari.
La Cámara de Diputados, como sede oficial del Congreso de la Unión, ha visto las ceremonias protocolarias en las que han tomado posesión de sus cargos los presidentes Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo. 

Pero antes, en 1989, después del incendio, la LIV Legislatura se ocupó de elaborar el plan de reconstrucción que comprendió cuatro etapas.
Cuando se terminaron las obras de reconstrucción la actividad legislativa regresó a San Lázaro. El arquitecto Manuel de Santiago fue clave para la recuperación del espacio diseñado originalmente por Pedro Ramírez Vázquez. 

La LV Legislatura volvió a instalarse en el Palacio de San Lázaro. 

Cabe mencionar que en el incendio del 5 de mayo de 1989 hubo una víctima: el trabajador Miguel Soriano Blanco.  La respuesta de los legisladores fue inmediata: las y los diputados ofrecieron un día de su salario para ayudar económicamente a los deudos.


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