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Cuando Porfirio Muñoz Ledo derribó el mito del Presidente e interpeló a Miguel de la Madrid


Por Luz María Mondragón


Nunca más la historia fue igual. La interpelación de Porfirio Muñoz Ledo al presidente Miguel de la Madrid Hurtado quebró la sacralidad presidencial que reinaba en el ayer. Ésta es la crónica de aquel momento estelar, cuando Porfirio Muñoz Ledo cinceló una de las cimas de la política.

El 1º de septiembre de 1988, ante el Congreso de la Unión, desde la tribuna del Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados, el presidente Miguel de la Madrid Hurtado rendía su VI y último informe de gobierno en el que presumía logros. Desde sus curules, diputados y senadores de la oposición le lanzaban críticas airadas. 

Eran las 13:50 horas; Miguel de la Madrid comenzaba la lectura del tradicional mensaje político del informe; de pronto, el senador del Frente Democrático, Porfirio Muñoz Ledo, se levantó de su escaño para interpelar al titular del Ejecutivo, lo que sucedía por primera vez en la historia de México: interrumpir al Presidente.

Nada que dudar. Decidido, interrumpió la ceremonia máxima de un Presidente de la República, el Informe de Gobierno. “¡Solicito una interpelación al señor Presidente…Ciudadano Presidente, con todo respeto!”

Una confusión sin precedente inundó el mítico salón. Desde la tribuna, Miguel Montes intentaba silenciar a Muñoz Ledo: “Señor senador, sea honorable. Usted no tiene derecho a interrumpir el informe del Presidente de la República porque esta no es una sesión de Cámara, sino de Congreso General y no hay derecho a interpelación!”

EI Primer mandatario trataba de reanudar su lectura. La oposición, de pie, puños e índices acusadores en alto, gritaban “¡Esto es un estado de sitio! ¡Que hable Porfirio, que hable!” 

Muñoz Ledo, expresidente del PRI, refiriéndose al clamor popular que daba a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano el triunfo en la elección presidencial de junio de 1988, repetía: “Con todo respeto, señor Presidente... Le preguntamos, ¿cómo va su gobierno a cumplir con el mandato supremo de respetar la voluntad popular?” 

“¡No, no hay derecho de interpelación! ¡Después del informe, todos los legisladores, en el seno de sus respectivas Cámaras, podrán hacer comentarios sobre el VI informe…!” insistía a toda voz Miguel Montes, presidente de la Mesa Directiva.

“¡Es una pregunta (la de Porfirio), no un comentario al informe presidencial!”, argumentaba desde su curul la senadora del Frente Cardenista Ifigenia Martínez.

“¡Nuestro derecho a intervenir es constitucional…!”, precisaba Muñoz Ledo mientras se acercaba a la tribuna. 

Como impulsados por una poderosa catapulta, políticos y funcionarios del PRI se pusieron de pie. Y Netzahualcóyotl de la Vega -quien estaba a poco más de un metro de Muñoz Ledo- recriminó: “Senador, no se aproveche. Senador, no se luzca”.

Y entonces, desde las galerías, desde la mayoría de las curules priistas emanó torrencial cascada de insultos, improperios y amenazantes llamadas de atención contra el senador cardenista. 

Muchos integrantes del PRI olvidaron que se encontraban en el Salón de sesiones de la Cámara de Diputados, parecía que estaban en la calle. Su furia inconsciente cayó sobre Porfirio.

“¡Exhibicionista!”, le gritaban Enrique Burgos y Mario Niebla.

“¡Payaso!”, secundó Netzahualcóyotl de la Vega (quien posteriormente pediría que, por favor, no se publicaran los calificativos que le espetó al senador cardenista)

Nació el coro ¡traidor, traidor, traidor!  

“¡Traidor... traidor!... Fuera, traidor!...”, coreaban desde galerías y curules los priistas, que también se entregaron a la tarea de aplaudir y gritar “¡México, México, México, México!” , para ahogar la voz del cardenista.

Lo vio pasar, con expresión apenada, Augusto Gómez Villanueva. Fidel Velázquez lo recriminó. 

!Traidor!, le gritó Otto Granados. Lo insultó Miguel Borge Martín. Trató de interrogarlo Miguel Ángel Barberena. “¿Por qué? ¿Para qué?”

Entre la furia, Muñoz Ledo abandonó el Salón de Plenos

Entonces, Muñoz Ledo -rodeado de fotógrafos, camarógrafos y reporteros nacionales y extranjeros- advirtió: “ Si no se me hace caso, me retiraré…¡Si se nos niega el derecho a la palabra, abandonaremos este salón!”, casi frente a Miguel Montes y Miguel de la Madrid.

“Nos vamos!”. Dicho y hecho. Decidido, caminó hacia la salida, por el pasillo central del Salón de Sesiones. 

De Dulce María Sauri, senadora por Yucatán, salían palabras atropelladas: “¡Si, sí! ¡Que se larguen, que se vayan, para qué los queremos; basura!”, mientras se escuchaba un frenético: “¡México, México, México!” 

A su paso, los priistas lo pinchaban con miradas coléricas. Netzahualcóyotl de la Vega, Julieta Guevara, Mario Niebla, Blas Chumacero, lo golpeaban con improperios de plazuela. La palabra “traidor’ se convirtió en granizada. 

A punto de abandonar la sala, ya frente a la puerta, Porfirio encontró la ciega ira priista: “¡Eres un hijo de…!” le rugió a la cara Miguel Borge Martín, cuyo comportamiento parecía el de un porro. 

Miguel Barberena, gobernador de Aguascalientes, hasta se dio el lujo de enviar un golpe al cuerpo del cardenista. Actitud que enfrentó Pablo Gómez, mientras priistas casi empujaban a Heberto Castillo y a Arnoldo Martínez.

Congelado, Fidel Velázquez guardaría silencio, pero después aseveró:”¡Es un hijo de…!”, agrio comentario registrado por las grabadoras de los reporteros.

Jorge de la Vega se limitó a observar. Después, sobre la salida de la oposición de izquierda, dijo: “Fue un acto totalmente ilegal”.

Allá en la tribuna el presidente Miguel de la Madrid aparentaba calma. Sonriente, observó cómo los legisladores de izquierda abandonaron el recinto, antes de que terminara su VI y último Informe de Gobierno.

Tan ciega era la furia de algunos priistas que, por ejemplo, Xicoténcatl Leyva Mortera, gobernador de Baja California, golpeó al compañero Rodolfo Medina, reportero de radio.

Mientras tanto, los panistas permanecían en sus curules.

¿Por qué ustedes optaron por quedarse?, se preguntó a Abel Vicencio Tovar, quien justificó: “Porque nosotros tomamos nuestras propias determinaciones, que a su debido tiempo manifestaremos. Cuando discutamos el VI Informe, entonces defenderemos nuestras tesis”.

La salida de los legisladores de izquierda se convirtió en tema de conversación para todos.

Manuel Bartlett, secretario de Gobernación, posteriormente, lo resumió así: “Algunos están excitados. Deslumbrados por el nuevo sillón y las luces... pero nada empaña la democracia”. 

Respecto del Informe, ya no hubo más interpelaciones. Sí hubo más interrupciones; cada vez que los priistas lanzaban al Presidente una lluvia de aplausos, ante la indiferencia de panistas. 

¡En total, 21 veces fue interrumpida la lectura del VI Informe! Once ocasiones por interpelaciones y diez a causa de los aplausos. 

¡Qué se abran los paquetes!, exigía la oposición 

Antes de la salida de Muñoz Ledo, la oposición reiteraba: “¡Que se abran los paquetes…que se abran los paquetes electorales!... ¡Fraude!... ¡Fraude!... ¡Repudio total al fraude electoral!”

En la Tribuna, el presidente de la república interrumpía su informe. Sus labios eran una línea… congelada la sonrisa. Desafiante, miraba a sus impugnadores.

Y también de pie, en sus curules todos los legisladores priístas inútilmente trataban de silenciar el reclamo y la denuncia de la oposición. De pie aplaudían y gritaban “¡México, México, México…!” Allá en la tribuna con el rostro pintado de rojo, de una tonalidad más fuerte que la de costumbre, Leonardo Rodríguez Alcaine, líder del Suterm, aplaudía y aplaudía, como si estuvieran en una feria.

“Respeto; el Presidente tiene que informar a todo el pueblo, no nada más a ustedes”, recomendaba Montes.

“¡Somos sus representantes!”, respondía la oposición.

“¡Esto es una reacción natural frente a la falsedad absoluta que hay en el informe!”, explicaba Porfirio.

¿Es una falta de respeto?

“No. La falta de respeto se ha cometido contra el pueblo, por no respetar su voluntad. Se ha injuriado la voluntad popular. Y esto sólo se da en un régimen autoritario”, respondía el expresidente del PRI.

Tras esta nueva interrupción el Presidente reanudó la lectura de su informe. La calma ya no volvería al Salón de Sesiones. Predominaba la tensión. Eduardo Pesqueira Olea, Bernardo Sepúlveda Amor, Gustavo Petricioli, Manuel Bartlett, Pedro Ojeda, Héctor Hernández Cervantes, Pedro Aspe… miraban de reojo hacia los curules. Seguían a la expectativa.

El adiós de MMH

A las 14:47 el Presidente Miguel de la Madrid se despedía de Miguel Montes, de José Murat y de Carlos del Río.

A las 14:54, con Alfonso Martínez Domínguez y Ricardo Raphael, seguido por su hijo Enrique, el Presidente subió a un vehículo descubierto. Bromeaba.

A grandes zancadas, acompañaba al grupo Manuel Camacho Solís, quien sintetizó: “Hoy, un pequeño grupo confundió posición con intolerancia. Y resultó importante comprobar que se impuso el sentido democrático y republicano del PRI. Y también se vio a una oposición que no se dejó manipular por un grupo infantil…Esa oposición se quedó en su sitio y fortaleció así un capítulo difícil de la democracia”.

¿Se hace más difícil la calificación de la elección presidencial?, le preguntaron. 

“Sí, será difícil. Pero existe razón. Se dialogará y se concertará. A nosotros, los intolerantes no nos volverán intolerantes. A su intolerancia responderemos con democracia. Hoy el Presidente Miguel de la Madrid se elevó. Y quedó probado el nivel, la estatura de los que pretendían socavarlo”.

Era un Manuel Camacho Solís cercanísimo a Carlos Salinas de Gortari, el triunfador oficial de esa controvertida elección presidencial de julio de 1988. Seis años después, rompieron totalmente.





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