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De la lucha a la celebración: el legado vivo de la Independencia


Aída Espinosa Torres 

Las fiestas patrias en México no sólo representan la celebración de la Independencia, sino una reafirmación de la identidad y la unidad nacional. Son el resultado de una larga y compleja lucha en la que miles de personas enfrentaron el dominio colonial para construir un país libre y soberano.

Este proceso culminó en 1821 con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, tras la unión de las fuerzas de Guerrero e Iturbide y la firma del Tratado de Córdoba que reconoció oficialmente la Independencia. Sin embargo, la historia no terminó ahí: el breve imperio de Iturbide y las tensiones entre antiguos insurgentes marcaron los primeros pasos de una nación en construcción.

Cada 15 de septiembre, a las once de la noche, la costumbre establece que el jefe de Estado, desde el balcón central del Palacio Nacional ondea la bandera y nombra a los héroes de la Independencia: ¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Viva Allende! ¡Viva México!”

Al término de esta ceremonia que la ciudadanía dio en llamar el grito, los fuegos artificiales iluminan la noche, recordándonos que esta celebración es también un acto de memoria colectiva, de esperanza y de compromiso con los ideales que dieron origen a la nación.

Este 15 de septiembre marca un momento histórico para México: por primera vez, una mujer encabezará la ceremonia del Grito de Independencia. La presidenta Claudia Sheinbaum opinó previamente que es “un privilegio” liderar este acto simbólico, que representa no solo la independencia del país, sino la reafirmación de la identidad nacional.

Los orígenes del movimiento

En 1808, la invasión napoleónica provocó la abdicación de Carlos IV y Fernando VII, dejando el trono español en manos de José Bonaparte. Esta crisis dinástica generó una fuerte agitación política tanto en España como en sus colonias americanas. En Nueva España, los criollos comenzaron a disputar el poder con los peninsulares, quienes buscaban conservar el control del virreinato. Al mismo tiempo, los sectores sociales oprimidos expresaban su descontento ante siglos de desigualdad y privilegios coloniales, alimentando un creciente rencor que sería clave en el estallido del movimiento independentista.

Las ideas de la Ilustración, junto con las reformas borbónicas del siglo XVIII, influyeron profundamente en el pensamiento crítico de la sociedad novohispana. Acontecimientos como la independencia de Estados Unidos (1776), la Revolución Industrial y la Revolución Francesa (1789) introdujeron conceptos modernos de soberanía, derechos civiles y cuestionamiento del absolutismo.

En Nueva España, la pugna entre criollos y peninsulares por el poder político y económico, sumada al profundo descontento de los sectores populares frente a siglos de esclavitud, pobreza y marginación, alimentó un sentimiento nacionalista que desembocó en el levantamiento armado de 1810.

16 de septiembre de 1810, fecha clave 

Meses después de los primeros brotes de insurrección, se organizó la Conspiración de Querétaro, cuyo objetivo era formar una junta de gobierno en nombre de Fernando VII. Aunque la conspiración fue descubierta, el movimiento no se detuvo; al contrario, se fortaleció y estalló de forma anticipada el 16 de septiembre de 1810.

El sacerdote Miguel Hidalgo asumió el liderazgo de la rebelión, proclamando la legitimidad de Fernando VII. Los insurgentes tomaron San Miguel el Grande y libraron combates decisivos como la toma de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, y la ocupación de Valladolid, donde Hidalgo decretó la abolición de la esclavitud y del pago de tributos el 19 de octubre. El movimiento se expandió rápidamente con victorias cercanas a la capital.

Tras el fusilamiento de Miguel Hidalgo y Allende en 1811, José María Morelos asumió el liderazgo insurgente. Convocó el Congreso de Chilpancingo y presentó su ideario Sentimientos de la Nación, donde proponía: La independencia absoluta de España y el rompimiento con Fernando VII, una República tripartita como forma de gobierno; la abolición de la esclavitud y la igualdad civil ante la ley; la eliminación de tributos parroquiales, manteniendo la religión católica como culto oficial.

En 1815, Morelos fue capturado y fusilado, marcando el fin de la segunda etapa. Durante la tercera etapa, la lucha insurgente perdió fuerza. Intentos como el desembarco de Francisco Javier Mina y Fray Servando Teresa de Mier fracasaron. Sin embargo, Vicente Guerrero mantuvo viva la resistencia mediante tácticas de guerrilla, controlando la región montañosa del sur y sosteniendo el movimiento hasta su fin.

Consumación

La unión de las fuerzas de Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide dio origen al Ejército Trigarante, que defendía tres principios: independencia, religión y unión. El Tratado de Córdoba (1821) formalizó el reconocimiento de la Independencia de México.

El 27 de septiembre de 1821, Iturbide entró triunfalmente a la Ciudad de México, consumando el proceso independentista. Sin embargo, en 1822, se proclamó emperador, lo que generó el rechazo de antiguos insurgentes. La oposición creció y, en 1823, el Primer Imperio Mexicano colapsó con el exilio de Iturbide

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