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El voto que sí emociona


Iván Castro Rodríguez

El pasado 5 de octubre, más de 43 millones de votos se emitieron para elegir al ganador de La Casa de los Famosos México 2025, un reality show de Televisa. El número sorprendió no solo por su magnitud, sino porque rápidamente se convirtió en punto de comparación con las votaciones políticas y, más recientemente, con la elección judicial de junio de 2025.

Sin embargo, comparar una votación de entretenimiento con un proceso democrático o judicial es un error de origen. Son ejercicios completamente distintos: uno busca divertir, el otro busca garantizar derechos, justicia y representación. Equipararlos banaliza el sentido de la participación ciudadana y desvirtúa el valor del voto como herramienta cívica.

De Orwell a la televisión: del “Gran Hermano” al espectáculo de la vigilancia

El concepto detrás de los realities no nació en la televisión, sino en la literatura. George Orwell imaginó una sociedad sometida a la vigilancia total del “Gran Hermano”, símbolo del control autoritario. Ese símbolo se transformó en entretenimiento: John de Mol lanzó Big Brother (1999), donde las personas se ofrecían voluntariamente a ser observadas día y noche.

La idea de “ver y votar” se volvió una experiencia colectiva global. Así, la vigilancia dejó de ser un mecanismo de control político para convertirse en forma de participación emocional y lúdica.

Entretenimiento versus democracia: la ilusión de la participación

En La Casa de los Famosos México 2025, Aldo de Nigris obtuvo 19.1 millones de votos, de acuerdo con TelevisaUnivision. Esa cifra supera la obtenida por partidos históricos como el PAN (9.6 millones) o el PRI (5.7 millones) en las elecciones federales de 2024, según datos del Instituto Nacional Electoral (INE).

También rebasa los 12 a 13 millones de votos registrados en la inédita elección de jueces y ministras del Poder Judicial de la Federación celebrada en junio de 2025, donde la participación ciudadana apenas alcanzó entre 12.57 % y 13.32 % del padrón electoral, de acuerdo con reportes del INE y medios como El País y México Business News.

Pero esta comparación, aunque tentadora, es profundamente engañosa. No son votos del mismo tipo, ni tienen el mismo propósito, ni se emiten bajo las mismas condiciones.

En un reality, el voto es emocional, inmediato y sin consecuencias reales.

En una elección judicial o política, el voto es racional, informado (o debería serlo) y con consecuencias institucionales.

En televisión se vota por afinidad o simpatía; en democracia, se vota por responsabilidad y convicción.

Comparar ambos procesos es como comparar una encuesta de popularidad con una sentencia judicial: ambas usan el voto, pero persiguen fines opuestos.

Por qué el voto del reality no puede equipararse al voto ciudadano

  1. Distinto propósito: El voto en un reality decide un entretenimiento, no una política pública. En el Poder Judicial, el voto define quién aplicará las leyes que rigen la vida nacional.
  2. Distinta responsabilidad: Votar en La Casa de los Famosos no implica consecuencias colectivas. Votar en un proceso judicial sí puede determinar la imparcialidad, la justicia o la corrupción del sistema.
  3. Distinto marco ético y legal: Las elecciones judiciales están reguladas por el INE, con topes de gasto, prohibiciones de propaganda y exigencias de transparencia. En cambio, un reality se trata de negocios privados diseñados para maximizar audiencias y ganancias.
  4. Distinto tipo de participación: En el reality se vota desde la emoción y la inmediatez; en la democracia, se debería votar desde la deliberación y el sentido de responsabilidad social.

Por qué nos entusiasma más un reality que una reforma judicial

Las cifras no solo reflejan apatía política, sino una transformación en la forma de participar. Hoy la gente busca experiencias rápidas, personalizadas y emocionalmente satisfactorias.

Votar en un reality:

  • Es fácil (un clic).
  • Es inmediato (el resultado se conoce en minutos).
  • Es emocional (te sientes parte de una comunidad).
  • Es visible (puedes comentar, compartir, celebrar).

Votar en una elección judicial:

  • Es complejo (requiere información técnica).
  • Es lento (los resultados y efectos son diferidos).
  • Es abstracto (no hay una conexión emocional directa).

El problema, por tanto, no es que la gente prefiera votar por un famoso, sino que los políticos y las instituciones no han sabido generar sentido de pertenencia, emoción cívica y responsabilidad social.

La trampa de la comparación

Usar las cifras del reality para “probar” que la ciudadanía participa más en el entretenimiento que en la política reduce la democracia a un espectáculo. Y si todo se convierte en espectáculo, entonces las decisiones colectivas se transforman en una competencia de popularidad, no en un ejercicio de responsabilidad.

El voto no debe medirse únicamente por cuántos participan, sino qué tan informados, libres y conscientes son esos votos.

Confundir la popularidad con la legitimidad es el primer paso hacia la democracia del rating, donde gana quien emociona más, no quien gobierna mejor.

Conclusión: rescatar el sentido del voto

La emisión de 43 millones de votos en el programa de televisión La Casa de los Famosos no significa que la gente haya dejado de interesarse en la política, sino que la política ha dejado de conectar con la gente, lo que sí ha logrado un reality.

Pero ese alejamiento no se soluciona imitando al entretenimiento. La justicia y la democracia no deben competir por “rating”, sino recuperar su valor ético y significado colectivo.

Cuando medimos la legitimidad con los criterios del espectáculo perdemos de vista que la justicia no busca aplausos, sino equidad y que el voto no es una reacción emocional, sino un acto de responsabilidad pública.

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