Aída Espinosa Torres
Isa y Abril, amigas de toda la vida, han conservado su vínculo que forjaron en el Cendi de la Cámara de Diputados, al que asistieron desde que eran apenas unas bebés, y que ahora se ha convertido en una relación entrañable. Pero no son las únicas; Elena y Carola tienen historias similares, también son graduadas del centro infantil. Todas ellas ejemplifican cómo este espacio ha sido el punto de partida de amistades que perduran en el tiempo.
Las ahora adolescentes, Elena (15 años), Abril (11 años) e Isa (11 años), siguen recorriendo los pasillos de la Cámara, como una extensión de su hogar. Elena, quien desea ser abogada, recuerda con entusiasmo las rampas, como su lugar favorito: “jugábamos cerca de las canchas de futbol, era muy divertido”. Abril, futura escritora, rememora con especial cariño el Club de Tareas, mientras que Isa, la artista del grupo, atesora en su memoria las visitas al Museo “Sentimientos de la Nación”, donde proyectaban películas.
En el Cendi “Antonia Nava de Catalán” varios espacios se convirtieron en rincones entrañables para niñas y niños. El área de juegos, con sus escenarios para jugar al supermercado, la cocina o la gasolinería, despertaba imaginación y creatividad. Por otro lado, en el patio, donde realizaban educación física, y el comedor, donde compartían momentos especiales, eran los lugares que más disfrutaban y preferían. Cada rincón representaba una parte importante de su experiencia y aprendizaje diario.
Elena recuerda con especial cariño los festivales en los que llevaban disfraces: “Me gustaba mucho cuando se hacían festivales y llevábamos nuestros disfraces, también las pastorelas”. Para Abril, su memoria más presente está ligada al Club de Tareas, seguido por las visitas a la casa de Isa, su amiga cercana.
Isa rememora una tarde lluviosa que marcó un momento inolvidable: “Ya habíamos salido de la escuela, estábamos en el Club de Tareas y se inundó todo el piso. Nos movieron al museo y nos pusieron a hacer una historia”. También comparte con entusiasmo otro de sus recuerdos: “De vez en cuando íbamos a la enfermería y nos ponían flúor; sabía muy rico”.
De viva voz, las ahora exalumnas comparten con emoción sus experiencias y recuerdos sobre las maestras que, desde que eran bebés, hicieron de su estancia en el Cendi una etapa de calidez y aprendizaje. Las palabras de cada una reflejan la conexión especial que lograron con quienes cuidaron y guiaron sus primeros años de vida.
Elena: todas las maestras tienen mucho amor para los niños, paciencia, y es de admirarse la educación y valores que nos dan. Una de ellas era la maestra Adriana y sí, nos cuidaba mucho.
Abril: A mí me encantaba la maestra Ara. Ella fue mi maestra en tercero de preescolar y era súper buena explicando las cosas. Lo que más me gustaba era que, cuando ya habíamos terminado todo lo que teníamos que hacer, nos hacía pintacaritas. Era mi parte favorita del día. Siempre me hacía sentir tranquila. No sé cómo explicarlo, pero la maestra Ara me daba paz.
Isa: Yo también recuerdo a esa maestra, porque enseñaba muy bien, nos ponía una película cuando terminaban nuestras actividades.
Las tres exalumnas coinciden en que las peleas o grandes conflictos eran casos muy aislados. Todo se manejaba siempre con respeto, y cuando surgía alguna situación fuera de lo común las maestras actuaban con prontitud y, de ser necesario, se involucraba el área de psicología para buscar soluciones adecuadas.
Elena: Una vez, mi amiga y yo nos peleamos por unos tapetes donde jugábamos, y terminamos mordiéndonos. Fue muy raro porque casi nunca pasaban cosas así. Entonces, nos llevaron con la psicóloga y nos explicó por qué lo que hicimos no estaba bien.
Abril: Yo recuerdo que nos enseñaban a ser respetuosas, no había nada que me hiciera sentir incómoda. Era un lugar donde me sentía muy feliz.
Isa: Yo tampoco recuerdo haberme peleado con nadie.
Elena: Yo me acuerdo que no me gustaba estar sucia. No soportaba oler mal, y eso de la higiene nos lo inculcaron mucho ahí: lavarnos los dientes, las manos, todo. Algo que también me marcó fue cómo nos enseñaron a enfrentar las dificultades y los conflictos. No permitían que hubiera exclusión o grupitos, siempre nos fomentaron la unión entre todos. Hasta la fecha somos un grupo unido.
Abril: Sentí que fui de las primeras niñas que aprendieron a ir al baño, sentí que esa parte no me costó trabajo. También te enseñaban a ser más responsable, hasta que acababas tus deberes podías ir a jugar.
Isa: Para mí, lo mejor del Cendi fue que nos enseñaron a leer desde que éramos chiquitos. Siento que eso me ha ayudado muchísimo ahora, porque entiendo las cosas más rápido, tengo buena ortografía y cuando leo no me trabo. Es algo que siempre voy a agradecer.
Entre las suculencias que probaron en el comedor, las exalumnas recuerdan con especial cariño las tortitas de arroz. Cuentan que las maestras enseñaban a las mamás a prepararlas. “Recuerdo que iba directo al jarrón para querer tomar más, pero ya no nos dejaban”, comparte Elena con una sonrisa.
Abril: “Me encantaba la comida de ahí. Además, aprendíamos a comer alimentos nutritivos, como las verduras y las frutas. Todos esperábamos el postre y el personal de la cocina era maravilloso. Las cocineras eran muy lindas”.
Isa: A mí me encantaba el pastel de carne; era buenísimo, agrega, llevando su mano al estómago.
Elena: Cuando entré a la primaria me di cuenta de cuánto extrañaba el tiempo de juego que tenía en el Cendi. Allí siempre había momentos para divertirnos y aprender mientras jugábamos, y eso hacía que los días fueran más especiales. En la primaria sentí que ese tiempo se redujo y lo eché mucho de menos.
Abril: Yo extraño a mis compañeros, bueno, todo. Es la mejor escuela en la que he estado. Como el Cendi no hay ningún otro.
Isa: Extraño también el tiempo de juegos, mis amigos, las maestras, su forma de enseñar; el comedor, porque en la escuela donde estoy tienes que llevar tu lunch y no es lo mismo.
Las amigas Abril e Isa recuerdan su transición al salir del Cendi de la Cámara de Diputados. Isa comparte: “Abril y yo, saliendo del Cendi, entramos a una primaria y solamente duramos una semana ahí porque no nos adaptamos. Nos exigían como si estuviéramos en tercero de primaria”.
Abril: Nos dejaban leer libros completos de un día para otro, además no nos integraban con los demás. Era muy pesado y nos cambiamos a otra escuela, en esa escuela nos quedamos un año, después ya nos separamos y nos fuimos a diferentes escuelas.
Elena: Yo quiero ser abogada, también me gusta el teatro musical y el futbol.
Abril: A mí me influyeron mucho las actividades que desarrollábamos en el Cendi, por eso quiero estudiar lengua y literatura, al igual que canto y baile.
Isa: Me influyó mucho el Cendi, desde querer ser científica, nutrióloga, hacer teatro, pero también me gusta dibujar. Todavía no decido bien, pero seguramente será algo relacionado con el dibujo.
Las mamás de Elena, Abril e Isa se suman a la conversación con palabras de reconocimiento hacia el arduo trabajo del Cendi. Con agradecimiento, comparten lo valioso que fue para ellas ver a sus hijas felices, bien cuidadas y rodeadas de experiencias inolvidables que marcaron una etapa especial de su infancia.
También coinciden en que el Cendi las preparó de manera excepcional para el siguiente nivel educativo. Al terminar el preescolar, las niñas ya sabían leer, escribir, sumar y restar. Pero, más allá de los conocimientos académicos, destacan que ahí se les inculcó responsabilidad, cuidado por sus pertenencias y hábitos que, sin duda, serán herramientas útiles en toda su vida.
Es así como las exalumnas del Cendi, Elena, Abril e Isa, junto con sus mamás, nos permiten armar una entrañable historia a partir de sus vivencias que reflejan la esencia y el impacto del Cendi en su educación inicial, donde cada experiencia marcó su crecimiento personal y dejó recuerdos imborrables que llevan consigo hasta hoy.