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La maternidad, el disfraz rosa de un drama infantil


Por Juventina Bahena

Los matrimonios infantiles arreglados, tolerados, forzados, en compraventa, configuran casi siempre ciertos delitos penados por las leyes nacionales o convenciones internacionales, pero tienen un impacto aún más profundo por sus consecuencias biosicosociales en una menor: la maternidad.

Si en México las mujeres padecen desigualdad respecto de los hombres y todo tipo de violencia en los ámbitos público y privado, de la que no se libran incluso si son confinadas al hogar, esta condición se exacerba si son niñas, sobre todo indígenas.

La compraventa de niñas indígenas es común en pueblos de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, bajo el pretexto de que es parte de los usos y costumbres, pero que transgrede disposiciones legales.

El sueño romántico del matrimonio

La sociedad y los medios de información han dotado al matrimonio de una atmósfera romántica, que se reduce a un día, o tres, como sucede en algunas comunidades del sur, mientras se celebra el acontecimiento social.

El nuevo estatus de la adolescente le da un aire de respetabilidad, si ella dio su anuencia, aunque en realidad vuelve a ser dependiente y con más agravios.

Como un reconocimiento a la vulnerabilidad de este grupo, el Código Civil Federal establece una edad mínima de 18 años para contraer matrimonio, ya que hasta hace dos años se establecían 14 años en niñas y 16 en niños, como edad mínima para casarse.

Podría darse el caso de que la relación marital, consentida o no, entre menores prescinda de la “bendición legal” de un juez. En esos casos parece no haber protección posible para las niñas si hay embarazos prematuros y, con ello, deserción escolar, riesgos para su salud y la del bebé, mortalidad materna y cancelación de oportunidades.

De acuerdo con la organización Save the Children, más de 200 mil niñas son obligadas a casarse cada día en el mundo. En México, una de cada cinco mujeres se casa antes de cumplir los 18 años, y 73 por ciento de las niñas casadas abandonan sus estudios para dedicarse al hogar. Además, las niñas casadas sufren 49 por ciento más violencia física y 68 por ciento más violencia sexual.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas advierte que, si no se intensifican las iniciativas para lograrlo, más de 120 millones de niñas se habrán casado en 2030, antes de cumplir los 18 años.

El disfraz rosa de la maternidad infantil

Si el matrimonio le da un aire de respetabilidad a una mujer, el embarazo le da una atmósfera de santidad, aunque en el fondo disfraza de rosa una condición dramática y a veces mortal en una niña.

Cifras del Instituto Nacional de las Mujeres señalan que en 2019 se contabilizaron 2.1 millones de nacimientos, de los cuales 16.3 por ciento correspondieron a mujeres adolescentes entre 15 y 19 años; además, ocurrieron alrededor de 8 mil 500 nacimientos entre las menores de 15 años, equivalentes a 0.4 por ciento del total.

La Organización Mundial de la Salud advierte que cuanto más joven es la madre, más peligrosa es su situación por condiciones de malnutrición, partos prematuros, niños con trastornos en el desarrollo y malformaciones y 50 por ciento de probabilidades de morir en las primeras semanas de vida.

El organismo de una niña no tiene la madurez física ni emocional para asumir la maternidad y las responsabilidades inherentes, el tiempo y las obligaciones que supone ser madre, menos aún la capacidad económica para hacerse cargo de un bebé, de su salud y formación, además de que tendrá problemas de inserción social.

Los embarazos en la adolescencia son más probables en comunidades pobres, donde se reproducen las condiciones socioeconómicas desfavorables en que viven las adolescentes. Es decir, que estarán más propensas a ser pobres y sus hijos también.

La reproducción de la vida y de la especie es responsabilidad fundamental de las mujeres que se asume como un acto exclusivamente personal, pero debe ser una acción consciente, tanto individual como socialmente, a fin de evitar que una mujer o niña ponga en riesgo su propia vida.

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