Investigación / A Profundidad


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La realidad multidimensional en la que nos movemos


Juventina Bahena

La realidad es única e indivisible, por lo que nunca podrá ser comprendida en su totalidad, así que cualquier investigador social convierte cierto segmento de la realidad en objeto de estudio y aceptan que la realidad concreta es infinita, de tal suerte que cualquier ordenamiento conceptual de ella siempre será insuficiente. Para nosotros, simples mortales, vivimos la realidad desde distintos horizontes de comprensión, a veces con una visión distorsionada, otras solo imaginada y las más de las veces, suplantada ideológicamente.

En la realidad concreta el individuo no es capaz de entender la situación en la que está inmerso, de la rutina laboral de ingresos magros que apenas le permiten sobrevivir, peor aún si tiene familia. La abismal división de clases ni siquiera la nota porque los extremos rara vez se tocan y si lo hacen es porque unos sirven a los otros; las barreras son hasta geográficas porque no es lo mismo vivir en Santa Fe que en el Oriente de la ciudad.

Esa condición en la que vive más de la mitad de la población sufre el hacinamiento del transporte público y la pérdida de tiempo en el trayecto que le resta al descanso, a la convivencia familiar, al tiempo libre para dedicarlo a lo que quiera. El miedo se ha metido en su ADN por la inseguridad generalizada; también se ve sometido constantemente al acoso laboral. Todo ello le generan desasosiego y resentimiento, que a su vez puede detonar violencia familiar. Este nivel de realidad tiene carta de naturalización y así la asume, sin entenderla. Dios así lo quiso.

Una realidad suplantada por la ideología

Una sociedad alienada se mueve en una realidad alterna construida con los valores del régimen dominante y los que perviven son los del neoliberalismo, los de la cultura del esfuerzo, del “échale ganas”, de aspirar a hacer una carrera para tener un buen empleo, que operan como el señuelo de la zanahoria hacia una meta aspiracionista que espera en un futuro de mediano plazo tener la casa, el auto, la pareja y los hijos. Es el concepto de éxito carente de ética donde son válidas las prácticas trepadoras y oportunistas, y el consumismo como religión de todos los grupos sociales, pendientes de que salga al mercado la última versión del iphone. En esta vorágine de estrés constante, el consumo de drogas, alcohol y tabaco parecen incontenibles.

Esos valores filtrados durante 30 años que construyeron una realidad ficticia, ideológica -en un sentido distorsionante de la realidad-, impusieron un sistema de valores que mantiene a las personas con la esperanza de un futuro mejor si se esfuerza, trabaja mucho y ahorra para poseer los bienes que ofrece el mercado. Nada de tomar conciencia y acción en favor del planeta que en última instancia es en favor de nosotros mismos; de realizar mejores prácticas para la conservación de las especies que pueblan la Tierra; de detenernos en reformar el sistema educativo para formar niños más solidarios y menos competitivos y cultivar la ciencia como una forma de sorprendernos, explorar y descubrir los secretos de la vida y del universo; el arte, la música para cultivar el espíritu, pero ¿qué se requiere para deconstruir una realidad cimentada ideológicamente? Una respuesta puede ser la politización y la sociedad mexicana ha dado pruebas de que cada vez más transita masivamente por ese camino y ya ha empezado a romper el cristal con que miraba su entorno y a sí mismo.

Realidades de ficción

La mayoría de las personas tiene a su alcance una ventana al mundo, donde puede estar en contacto con otras realidades que le son ajenas y la televisión y el cine suelen ser un escape, una evasión hacia mundos de ficción que le cuentan historias de final feliz, historias de amor de gente bonita, casi como cuentos de hadas, como las series coreanas que explotan la candidez y la inocencia, que en jóvenes de 18 parece otra cosa. La televisión abierta entretiene a los televidentes con programas de chismes, reality shows y noticieros que crean realidades ficticias, mientras que la de paga, con sus múltiples plataformas, ofrecen una cantidad estratosférica de películas, series, documentales, suficientes para adormecer a un espectador sin opciones, ni tiempo ni espacio para nada más.

El espectador vive momentáneamente esos mundos en los que puede soñar con “estar” y quizá algún día vestirse con los ropajes de esos estilos de vida o tal vez sólo se evade por un momento.

Un mundo virtual

Los consumidores de videojuegos o de contenidos en redes, principalmente niños y jóvenes, viven en un mundo sin parangón, absolutamente virtual, vertiginoso y estresante. Los usuarios se sumergen en un entorno digital, a veces mediante el uso dispositivos como gafas o cascos de realidad virtual y con ellos pueden interactuar con objetos y escenas virtuales, incluso crear experiencias inmersivas.

Apenas puede preverse el impacto de la realidad virtual en los niños y los jóvenes, no solo en su salud sino en su comportamiento, en su rendimiento escolar, en su capacidad para relacionarse con otras personas y a nivel familiar, incluso su desarrollo físico, pues absortos en sus dispositivos móviles y la falta de acompañamiento de los padres en la práctica de un deporte, la lectura u otro tipo de actividades recreativas, por la razón que sea, los predispone a una serie de deficiencias físicas y quizá intelectuales.

Lo cierto es que aún ignoramos a ciencia cierta cuáles serán los impactos en las generaciones de jóvenes inmersos en sus propias realidades virtuales.


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