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Por el Covid-19 la lucha contra el Sida decayó y los recursos disminuyeron


Juventina Bahena

Con el eslogan de “Igualdad Ya”, en el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) están convencidos de que es posible poner fin al sida, pero antes es necesario acabar con las desigualdades que lo perpetúan. Este 1 de diciembre, en el Día Mundial del Sida necesitamos que todos hagan suyo el mensaje de que saldremos beneficiados del fin de las desigualdades estructurales, que dificultan que se apliquen soluciones efectivas para la prevención y el tratamiento del VIH, enfatiza el organismo.

Con el eslogan de la igualdad se hace un llamado a impulsar aquellas acciones prácticas para abordar las desigualdades y ayudar a poner fin al sida, con el compromiso de “aumentar la disponibilidad, la calidad y la idoneidad de los servicios para el tratamiento, las pruebas y la prevención del VIH, a fin de que todas las personas reciban la atención que precisan”.

También se insta a los gobiernos a “reformar las leyes, políticas y prácticas para abordar el estigma y la exclusión a los que se enfrentan las personas que viven con el VIH, los grupos de población clave y las poblaciones marginadas, de modo que todo el mundo sea respetado”.

Además, garantizar el intercambio de tecnología para permitir un acceso igualitario a la mejor ciencia contra el VIH, tanto entre las comunidades como entre el sur y el norte del mundo.

Durante los dos últimos años de la COVID-19 y otras crisis mundiales, “el progreso contra la pandemia del VIH ha decaído, los recursos se han reducido y, como resultado, hay millones de vidas en riesgo”.

Tras cuatro décadas de atención al VIH, las desigualdades persisten en los servicios más básicos, como el acceso a las pruebas de detección, el tratamiento y los preservativos, y son aún mayores en el caso de las nuevas tecnologías”. 

Ya solo tenemos por delante ocho años para alcanzar el objetivo de 2030 de poner fin al sida como amenaza para la salud mundial, advierte ONUSIDA. Para ello, deben abordarse con urgencia las desigualdades económicas, sociales, culturales y legales. En una pandemia, reitera el organismo de la ONU, las desigualdades no hacen sino exacerbar el peligro para todos.

No es ocioso recordar que el VIH ataca el sistema inmunitario del cuerpo. La fase más avanzada de la infección es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y las personas pueden contraer ciertos tipos de cáncer (sarcoma de kaposi, el linfoma no Hodgkin de células b de alta malignidad y el cáncer de cérvix), así como infecciones o presentar otras manifestaciones clínicas crónicas de gravedad.

El virus se transmite a través del intercambio de determinados líquidos corporales de la persona infectada, como la sangre, la leche materna, el semen o las secreciones vaginales. También al compartir agujas, jeringas u otros implementos para la inyección de drogas.

La trasmisión puede hacerse de madre a bebé durante el embarazo, el parto o el amamantamiento, el cual es menos común debido a los avances en la prevención y el tratamiento.

Hasta el momento, no hay una cura definitiva, pero se puede controlar y llevar una vida saludable con la atención médica adecuada y un tratamiento eficaz.

Es importante señalar que el acceso temprano al tratamiento y su aplicación constante son cruciales para mejorar la salud de las personas con el VIH y, sobre todo, prevenir la transmisión del virus. En 2020, 37.7 millones de personas vivían con el VIH en todo el mundo.

En México, según datos del Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/sida (Censida), de la Secretaría de Salud, 270 mil personas viven con VIH, de las cuales aproximadamente 70 por ciento conoce su diagnóstico y 60 por ciento se encuentra con tratamiento para la infección.

Algunos síntomas del VIH son similares a los de la influenza dentro de 2 a 4 semanas después de la infección y pueden durar algunos días o varias semanas, como pueden ser: fiebre, escalofríos, sarpullido, sudores nocturnos, dolores musculares, dolor de garganta, fatiga, inflamación de los ganglios linfáticos, úlceras en la boca, aunque el pico de infectividad se alcanza en los primeros meses.

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