Juventina Bahena
Es una escena conmovedora registrada por la historia. Son miles de personas acercándose al centro de acopio instalado en el Palacio de Bellas Artes, a instancias de doña Amalia Solórzano, para donar sus relojes, cubiertos de plata, el prendedor de oro, los aretes de brillantes, la loza fina, el abrigo, la estola, peinetas, jarrones; también gallinas, gallos y patos, y contribuir al pago de la deuda contraída con las empresas extranjeras a las que se les expropió la industria petrolera, un recurso propiedad de la nación.
La labor de la esposa del general Lázaro Cárdenas también implicó ir casa por casa a solicitar donaciones. Hubo un gran movimiento de apoyo nacional al llamado del presidente. Una crónica de esa época de El Universal, que recoge Mauricio Mejía Castillo, señala que los primeros en manifestarlo fueron los estudiantes de la UNAM. Cientos de universitarios desfilaron frente a Palacio Nacional para mostrar su apoyo al presidente. Desde el balcón central, Cárdenas, sonriente, ondeó una bandera con el escudo de la Universidad […] los jóvenes saludaron al general tremolando sus estandartes y lanzando sus vítores por espacio de diez minutos”.
Hubo personas que donaron lo más preciado que poseían como el anillo de matrimonio o la máquina de coser con la que se ganaban la vida. Los niños de algunas escuelas donaron sus “domingos”; hubo corridas de toros con este propósito y ahí lucieron sus habilidades taurinas Lorenzo Garza, Fermín Espinosa “Armillita”, Rodolfo Bernal Gaona.
Uno de los primeros donadores fue el pequeño hijo del presidente, Cuauhtémoc Cárdenas. Su madre envió al gerente del Banco de México, donde se recaudaban las donaciones, el siguiente telegrama: “Por el cariño que Cuauhtémoc tiene a la bandera nuestra, puedo pensar que, si tuviera edad para comprender, su alcancía la daría a la Patria; interpretándolo, lo hago, segura de que el día de mañana, ya consciente, estará orgulloso de este deber cumplido”. El niño Cuauhtémoc tenía cuatro años.
“La mañana del miércoles 23 de marzo, la Ciudad de México se paralizó. Los periódicos anunciaron paro total de actividades de las nueve a las 15 horas. Los comercios cerraron y dejaron de circular los tranvías. Las casas fueron adornadas. Doscientas mil personas acudieron al Zócalo a celebrar la Expropiación Petrolera. Las mantas se multiplicaban: “Viva Cárdenas”, “El pueblo con Cárdenas”, “Muerte a las compañías extranjeras”. También hubo ataúdes de cartón con los nombres de Huasteca y El Águila, las empresas petroleras extranjeras más importantes.” Cada estado se organizó para recaudar sus contribuciones.
El apoyo social al presidente de la República, al primer gran líder de las causas populares, fue total, generoso y solidario. Campesinos, soldados, artistas, intelectuales, maestros, todos los sectores organizados en 1938 se movilizaron para aportar al pago de la deuda. Destaca la participación de las mujeres, tanto en la organización del acopio como en la aportación de recursos en dinero y en especie.
El respaldo popular no fue gratuito. Los mexicanos tenían muy presentes las acciones del presidente para rescatar los bienes nacionales del capital extranjero. Cárdenas implementó la reforma agraria y creó los ejidos, el Banco Ejidal; en junio de 1937 expropió los ferrocarriles; creó también el Instituto Politécnico Nacional (IPN), entre otras cosas.