Hace unos días Marcelo Ebrard ponía sobre la mesa la necesidad de que en las agendas a discutir con miras a la próxima elección presidencial esté la de generar crecimiento económico. Crecer más es una meta que sigue pendiente para la economía mexicana, que ofrece estabilidad, pero a la que le falta dinamismo. Los motores económicos que se activaron con la apertura comercial no son suficientes por la falta de acciones para generar mayor contenido nacional, encadenamiento regional y la integración de más regiones a los procesos comerciales globales. Para una nueva administración, que continúe con lo establecido por la actual, pero que tiene que profundizar en ciertas políticas para lograr mejores resultados, es importante retomar la agenda de política industrial, que recientemente presentó el Gobierno Federal y que requiere ser implementada. Es una muy buena receta para el crecimiento. El crecimiento tiene que ser redirigido, para que sea inclusivo y reducir emisiones, para ser sostenible, pero es indispensable para la sociedad.
La política tiene cuatro ejes transversales: innovación, formación de capital humano, contenido nacional y encadenamiento, así como industrias sustentables. Plantea cinco sectores estratégicos a promover: agropecuario, electrónico, electromovilidad, farmacéuticos e industrias creativas. No es que se elijan ganadores, son sectores en los evidentemente México tiene potencial y condiciones para crecer. Se plantea como se puede hacer: facilitando la inversión, diseñando incentivos fiscales y de financiamiento correctos, reformando el sistema financiero para lograr acceso al crédito y a los servicios, buscar financiamiento internacional y lograr que las instituciones educativas generan las habilidades y la investigación necesarias. La idea, como lo propone Mariana Mazzucato para el caso mexicano, es gestionar a las manufactureras como un sistema de innovación, en el que se involucre actores públicos y privados, universidades, centros de investigación y generar vínculos entre ellos.
Se plantea aprovechar los acuerdos comerciales, como el de América del Norte para fortalecer las cadenas de valor regionales. Es posible también trabajar en otros con este enfoque, como el que se negocia con el Reino Unido, pero también el que se se podría consolidar con América del Sur, en donde existen las condiciones políticas para que un nuevo arreglo comercial a nivel regional se concrete con una perspectiva que fortalezca las cadenas de valor y que incluya a México. En realidad, debido a las transformaciones del país en las últimas décadas, la economía de México no compite con las de America Latina, que son de naturaleza extractiva y enfocadas a la exportación de materias primas y a la agroindustria, sino que nuestra economía se complementa con ellas, a causa de nuestra fortaleza en la manufactura. La estrategia industrial mexicana se llevaría a cabo en las regiones ya integradas a las cadenas globales de valor, como la frontera, el norte y el Bajío, pero también en otras con gran potencial. Por ejemplo, la grandes zonas metropolitanas son ideales para el desarrollo de las industrias digitales y las creativas. La política industrial es una buena idea de este gobierno, que apenas se está gestando, pero que puede ser un valioso instrumento para generar crecimiento en el futuro.