La Cumbre de los Líderes de América del Norte fue un éxito. En la agenda resaltaron los temas en los que existe acuerdo y se trabaja de manera conjunta, mientras que los otros, como debe de suceder en estos casos, quedaron encorchetados y tienen sus mecanismos para resolverse. Lo más importante es que se mantiene el concepto de América del Norte como una unión comercial exitosa que se ve fortalecida por los procesos de regionalización.
Se habló de la idea de sustituir importaciones, cuando en realidad lo que se pretende es incrementar el contenido nacional de lo que se produce en la región para consumo local o exportar. Se creó un comité para ese propósito, que van a liderar, por parte de México, la secretaria Buenrostro y el canciller Marcelo Ebrard, quien ha sido el principal promotor de la idea como un área de oportunidad para México.
Se trata de un afortunado cambio conceptual respecto del papel de los gobiernos para generar comercio entre ellos. El tratado funciona, en términos comerciales, porque se eliminan las barreras arancelarias y no arancelarias, como las que se resuelven en los paneles, que dificultan las transacciones y la inversión.
En la cumbre se acordó, de hecho, desarrollar una política industrial que no deja solo al mercado en la tarea de determinar la composición sobre el origen del contenido de los insumos, sino que busca incrementar el uso de los que son producidos en la región. Esto, por su complejidad, requiere de realizar acciones conjuntas para invertir en infraestructura, desarrollar y transferir tecnología, establecer nuevos mecanismos de financiamiento e identificar a las industrias estratégicas para el propósito del nearshoring. Eso, además de mayor comercio, va a detonar inversión, crecimiento y empleo en los tres países.
Lo que se debe de hacer desde los gobiernos es más o menos claro, mejorar la infraestructura logística, la de aduanas, invertir en capital humano y facilitar la movilidad laboral, adecuar las normas técnicas, reducir trámites, facilitar la instalación y ampliación de instalaciones industriales, apoyar con financiamiento y tecnología a empresas de proveeduría de menor tamaño, así como generar procesos innovación en las actividades industriales.
Lo anterior requiere reactivar el, hasta ahora, poco relevante Banco de América del Norte, a fin de financiar proyectos de infraestructura en ambos lados de la frontera. La sustitución de insumos importados de Europa o Asia, por los norteamericanos, es un fenómeno que ya se presenta en México y que se puede acelerar, tanto en industrias de bajo valor agregado, pero de alta creación de empleo, como la de textiles, calzado o juguetes, como en otras más sofisticadas que ya operan de manera masiva en el país, como la automotriz o la electrónica.
Es también posible construir condiciones para impulsar industrias menos establecidas, como la aeroespacial, la de electro-movilidad y la de equipamiento para empresas de tecnología de muy alto valor agregado. Eso significa que es posible activar las cadenas productivas de buena parte del norte y el centro del país, y comenzar al revertir la endémica carencia de inversión del país.
Eso significa que es posible lograr que el comercio con Norteamérica sea también un motor más potente de crecimiento económico para México, lo que se refleje en mayor prosperidad e ingreso de millones de personas en varias regiones fronterizas, de manera natural, pero también en el resto del territorio, si las políticas industriales para generar mayor contenido nacional, de los tres países, funcionan.
Es por eso que la Cumbre de Líderes de América del Norte significó un parteaguas muy importante para el crecimiento económico de México y fue un éxito que se verá reflejado en la construcción de un país más próspero.