Trabajo Legislativo / En Opinión de...


news

El papel de los jóvenes ante el cambio climático


Alberto Báez Jiménez / Secretario General de la Comisión de Apoyo Teatro ITAM Economía

Miles de problemas aquejan a la sociedad hoy en día. Problemas sociales, económicos, políticos y de diversa índole dificultan la vida, sin embargo, combatirlos es algo posible, mientras tengamos vida y tiempo. En contraste, el problema que presenta este ensayo es a todas luces superior, pues nos estamos quedando sin tiempo y si no logramos triunfar, ya no habrá vida para seguir luchando contra las demás adversidades.

El cambio climático es algo serio que se ha agravado en las últimas décadas. La segunda revolución industrial marcó el antes y después en cuanto a emisiones de gases invernadero, gases que alteran la homeostasis de nuestro planeta, que han aumentado el calentamiento global y acentuado el problema climático. 

Para nuestra desgracia, el cambio climático es un tema reciente en los paneles y cumbres internacionales, pues fue hasta 1972 cuando por primera vez se realizó, en Estocolmo, una conferencia mundial que abordaba al medio ambiente como análisis central. Desde entonces han venido una serie de conferencias y firma de tratados importantes, como Río de Janeiro (1992) o Kyoto (1997).  

La última gran conferencia fue en 2015 en París, donde hubo declaraciones preocupantes: para 2030 las emisiones de gases invernadero deben de haber sido reducidas en un 50% y para 2050 en un 100% para cumplir con el objetivo de mantener el incremento porcentual de la temperatura global en 1.5°C. En caso de no lograr el objetivo, un panorama apocalíptico sería resultante: deshielo de polos, lo que traería incremento en el nivel del mar, al grado de inundar ciudades costeras, sequías prolongadas, ciclones y huracanes de mayor intensidad, todo esto causaría extinción masiva de especies.  

Por ello, es menester social empezar a actuar de inmediato para evitar estas desgracias cataclísmicas. Sobre todo, es responsabilidad de nosotros los jóvenes el encabezar los esfuerzos porque es evidente que generaciones pasadas nos heredaron este mal y, por tanto, es nuestro deber el demostrar que, como bien describe la politóloga francesa Susan George (2005), “otro mundo es posible”. 

Las diferentes visiones del cambio climático 

Según lo estimado por la ONU, el crecimiento porcentual anual de la temperatura mundial se ha disparado desde la revolución industrial, como se muestra en la figura 1. Este aumento descontrolado es insostenible y ahora es un problema prioritario en la mayoría de las agendas mundiales. 

  Si bien los datos y experiencias del pasado no son muy alentadores, e inclusive el panorama de hoy, 2022, se muestra obnubilado por la incertidumbre creciente ante la salida de los Estados Unidos del Tratado de París, las esperanzas se mantienen fuertes y los ánimos firmes.  

La esperanza no es nada sin su sustento, por ello afirmo que las metas propuestas se cumplirán de manera conmensurada, pues aunque el Tratado de París y el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, perteneciente a la ONU, aseguran que la única vía para evitar la catástrofe son las reducciones ya presentadas, William Nordhaus (2018), economista ganador del Premio Nobel de Economía 2018, propone otros caminos a seguir que son menos alarmistas y que resultan acordes con las posibilidades reales de la economía mundial. 

El trabajo de Nordhaus, conocido como “la economía del clima”, es clave para dar respuesta a las problemáticas ambientales. Mientras que la ONU propone un ideal imposible, Nordhaus con sustento económico diseñó un modelo que toma en cuenta el cambio climático como factor determinante. El Modelo Dinámico Integrado de Clima y Economía (DICE, por sus siglas en inglés) brinda lo que su inventor denomina “Políticas óptimas”.

Como conclusión y propuesta de Nordhaus está la de mantener el incremento a 3.5°C sostenidos hasta 2100, esto conforme a lo brindado por el DICE, puesto que cumplir con la propuesta de la ONU conlleva a mayor pérdida de costo-beneficio. Según el economista, el daño económico de no seguir las políticas óptimas sería mayor que el daño que el cambio climático causaría, por tanto, lo conveniente es actuar de una manera conmensurada de acuerdo a las necesidades presentes, para el futuro. 

Existe también otra visión, como la sostenida por el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que no cree que el cambio climático sea del todo dañino, porque se pueden basar en una malinterpretación de las palabras del artículo de divulgación publicado por el economista Xavier Sala-i-Martin (2007): “Al fin y al cabo nuestros hijos no solo van a heredar un planeta más caliente. También heredarán una tecnología y unas instituciones que les van a permitir ser mucho más ricos que nosotros”. 

Solamente así se podría defender la necedad de la creencia que el cambio climático es un tema de importancia mínima, que es solo un freno para la riqueza. En caso de que se respaldara mundialmente esto, sería pertinente preparar las exequias oficiales para todos en conjunto. 

¿Y los jóvenes? 

Ya bien establecidas cuáles podrían ser las vías de solución, es posible realizar el intento de dar una respuesta satisfactoria al problema. 

Ni es posible ignorar el problema, ni tampoco realizar cortes abruptos a las emisiones de gases invernadero, por tanto, la mejor opción es guiarnos con el modelo económico DICE presentado por Nordhaus, o mejor aún: modificarlo para resolver algunas lagunas que presenta y que son criticadas por sus opositores; pulirlo hasta que no haya posible falla e incluso beneficiarnos de las Pruebas Aleatorias Controladas de los economista Kremer, Banerjee y Duflo, ganadores del Premio Nobel de Economía 2019, a fin de saber si las “políticas óptimas” en verdad son óptimas. 

En cuanto a teoría, ésa es la respuesta. Ahora vayamos a la práctica. 

Muchos defienden con todo su ser la suprema importancia de las acciones individuales como real respuesta al cambio climático, ideales de pequeñas acciones hacia un fin y demás acciones “de buena fe”. Aunque es verdad que el actuar de cada individuo es muy importante, no puede superar la trascendencia que tienen los gobiernos y las empresas. 

El accionar eficiente no es el obvio, ni el más practicado: crear movimientos que presionen al gobierno o a las empresas, llevar la bandera de las minorías para crear conciencia para el cambio, apelar a los sentimientos de los grandes ejecutivos para que tengan piedad de los poco beneficiados. 

Miles de grupos han sido creados, han luchado y fracasado en el intento de lograr sus nobles objetivos. Empero, algunos han triunfado y generado el cambio, pero no ha sido suficiente. 

Por ello, mi propuesta final es “no ir en contra de la corriente, ni remar a la par, sino subirse al barco y, desde este, navegar”. Mucho tiempo se ha perdido entre luchas del Estado y las empresas contra los grupos ambientalistas y otros. Por ello si realmente se quiere lograr el cambio, debemos estudiar y trabajar con gran vigor para no ir en contra de los grupos de poder, sino adherirnos, de esta forma nosotros llegaríamos a los lugares donde sea posible que tomemos las decisiones, no por nosotros, sino para el planeta y su bienestar, que a final de cuentas es también nuestro propio beneficio. 

¿Qué estamos esperando?


Notas relacionadas