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MASONERÍA, ÉTICA Y MORAL


Dr. José María Chávez / Asesor legislativo / Senado de la República

Conforme a la liturgia del primer grado de la Orden masónica escocesa, el objeto de la masonería consiste en el estudio de la filosofía y de la moral. Por ello, la primera tarea del recién iniciado consiste en avocarse a comprender qué es la filosofía y, desde luego, qué es la moral. La pregunta ¿Qué es la filosofía?, exige y demanda respuestas filosóficas que, no importando tanto los argumentos que se desagreguen y expongan, siempre concluirán, palabras más palabras menos, que consiste en la búsqueda del conocimiento para llegar a la verdad; a una verdad que en el contexto del tiempo y del espacio siempre será relativa.

En la personalísima búsqueda de la “verdad” se ha de tener presente, como premisas básicas, que no existen verdades absolutas, que siempre serán parciales y que obedecen a ángulos reducidos desde donde nos ubicamos, y que, además, dado que nada permanece constante, las verdades están sujetas a temporalidades dinámicas y que siempre habrá quien piense y sienta distinto. Así, para la armonía de un colectivo es elemental respetar la verdad de los demás por muy equivocados que desde nuestra particular posición puedan estar sobre un tema controvertido. A menudo se observa que el único punto coincidente entre posiciones opuestas divergentes, y al parecer irreductibles, es el esfuerzo intransigente por hacer valer una verdad relativa sobre otra verdad relativa. 

En tanto que se acepte por filosofía la búsqueda de la verdad, se acepta a su vez la existencia de una filosofía de las matemáticas, del derecho, de la política, de la química, de la física y, en general, de todas las ciencias clasificadas como tales en tanto que buscan la verdad en sus particulares áreas del conocimiento, utilizando un método o camino, reconocido como científico. Es dentro de esta dimensión donde encontramos el desarrollo filosófico de las matemáticas planteado por Pitágoras, en que, según él, los números componen el universo y gobiernan su existencia mediante principios como el de vibración en razón de escalas y múltiplos. La asignación de valores míticos a determinados números por la llamada escuela pitagórica fue una herencia de este genio universal aceptada por la masonería. Los masones ven lo existente detrás de la cortina y lo vedado para ojos no instruidos en tanto que buscan respuestas más allá de lo comúnmente aceptado.

En la ecuación de arranque se presupuestó en este opúsculo, como objeto de la masonería el estudio de la filosofía y de la moral, lo que implica y provoca suponer vinculación entre filosofía y moral y, como efecto carambola, con la ética. Todos los días los seres humanos tomamos decisiones que trascienden o no en la vida de los demás. Los intrascendentes son irrelevantes en la vida social en tanto que quedan en la esfera personal, tal es el caso de la conducta de los ermitaños; los trascendentes, en cambio, se proyectan en la sociedad, con lo que adquieren, bajo el cumplimiento de ciertas premisas, una dimensión moral.
Para que los actos de las personas adquieran dimensión moral deben trascender en la vida de los integrantes de un colectivo, elegirse libre y conscientemente por quien los comete, de entre opciones de lo bueno y de lo malo, de lo útil y de lo inútil y de lo que une o separa al colectivo al que se pertenece, además, ha de asumirse que dichos actos serán calificados por la comunidad. Bajo estos supuestos se deduce que los actos inducidos como efecto del cumplimiento de leyes jurídicas difieren de los morales dado el carácter imperativo de las normas jurídicas, las cuales son hechas para cumplirse más allá de la voluntad de los sujetos. En este sentido, por ejemplo, el que un juzgador sentencie a muerte a un reo no tiene dimensión moral si la ley no le da opciones distintas; sin embargo, si la ley presenta diversas opciones y el juzgador, de forma consciente y libre, dicta sentencia de muerte pudiendo decidir de forma distinta, esto si adquiere una dimensión moral.

La moral es tal en cuanto a que se actúa con referencia a lo establecido por principios y valores éticos reconocidos como históricamente válidos para el desarrollo y unificación de la sociedad. Se considera moral el comportamiento asumido de forma libre y consciente, que tiene como referencia a la justicia, la libertad, la responsabilidad, la honestidad, la lealtad, el valor, la tolerancia, el trabajo, la superación, la solidaridad, la disciplina, el respeto, la perseverancia, la prudencia y muchos más. Sin embargo, no obstante que estos principios han existido desde siempre, la interpretación que se les ha dado en el transcurso del tiempo es muy diversa, por lo que bajo la visión prevaleciente de hoy, por ejemplo, juzgar como morales a los griegos de la Grecia clásica, en que la conducta homosexual era generalizada y considerada necesaria en la educación de los jóvenes, y considera natural a la esclavitud, sería un absurdo y contrasentido. Tomar bajo la concepción actual el principio de igualdad juzgando a los griegos antiguos por considerar iguales solo a los hombres libres, esto es, a los no esclavos, no tiene sentido. Calificar a los hombres como morales o inmorales en virtud de sus conductas tiene sentido solo si se consideran los contextos históricos.

Mediante la percepción axiológica, la ética escudriña el papel que los principios y valores juegan y han jugado en la conformación y desarrollo de la sociedad; pero somos los humanos los que, al decidir ceñir nuestros actos a lo prescrito por dichos principios y valores, damos sentido a la llamada moral. Así, los principios y valores señalan el deber ser para el bien de la comunidad o sociedad, y la moral es el ser, lo que realmente se hace en cumplimiento de lo señalado por los valores y principios social e históricamente valiosos. De esta manera, la voluntad y la libertad de acción ejercida convierte en morales o inmorales las actuaciones de los hombres en tanto el sentido en que impacten al colectivo, lo que nos plantea diversos dilemas que, dado el alejarse del objeto del presente escrito, solo referimos sin profundizar en su análisis.

Si la masonería tiene por objeto el estudio de la filosofía y la virtud y con ello los principios y valores éticos que trascienden en el tiempo para la consolidación de las sociedades, por definición existen “antivalores” contra los que la masonería lucha entre lo bueno y lo malo y entre lo útil y lo inútil. Su lucha lo convierte en un luchador ético – moral y sus enemigos son la ignorancia, los vicios, la pereza, el fanatismo, la esclavitud, la soberbia, la traición, entre muchos más. Ser virtuoso desde el punto de vista de la masonería pasa por dominar las pasiones, por hacer lo correcto conforme a los principios y valores, por no guardar silencio ni permanecer impasible ante las injusticias y sufrimiento de los demás, lo que lo convierte en cobarde y en cómplice silencioso. El masón lucha contra sus pasiones, es un guerrero y líder social y sus armas son la verdad y la razón.

En tanto lo dicho y expuesto hasta este punto, el comportamiento moral solo tiene sentido en un contexto y espacio determinado, como el ya mencionado de la Grecia antigua. En el esclavismo era moral la explotación salvaje del hombre considerado “cosa”, objeto de venta y de los más bajos instintos y caprichos del esclavista; en el feudalismo era moral la obediencia ciega del rey y del Papa dado sus respectivas vinculaciones con Dios en el mundo terrenal, y se consideraba indigno que el noble trabajara pues su función consistía en componer versos, cazar y enamorar a sus dulcineas; en el capitalismo, ser moral pasa por el hecho de ser trabajador, productivo, honrado, disciplinado y obediente de las leyes. Así, el concepto de moralidad cambia en el tiempo.

Dentro del contexto de producción capitalista en nuestro país, no mucho tiempo atrás, por ejemplo, era inmoral y prohibido el amor homosexual, así como bien visto y permitido algunas posturas y comportamientos machistas. Ahora los tiempos son otros y conceptos como el de libertad, tan valorado y defendido por nuestra Orden, ha ampliado y desplazado sus fronteras al campo de la sexualidad libre y de la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Definitivamente los parámetros de los valores éticos impuestos por la masonería han cambiado, lo que ha obligado, incluso, a la misma Iglesia católica, a considerar abrirse ante la contundente evidencia de que las prohibiciones absolutas no cambian la realidad ni mucho menos la naturaleza humana.

Observar y calificar como moral o inmoral determinado comportamiento humano solo tiene sentido en razón de un tiempo y espacio específico, la perspectiva dialéctica de lo moral es ineludible y va más allá de la mera voluntad de los hombres. Así, lo moral se entiende y evalúa en virtud de una realidad, lo que obliga a plantearnos, dado nuestra particular posición en el aquí y en el ahora, ¿Qué es ser moral hoy día? ¿Cómo debo actuar para ser moral y de buenas costumbres? ¿Dada nuestra realidad, cuáles son los principios y valores éticos que debemos observar y cumplir? ¿Cuál es nuestro papel y responsabilidad social? ¿Es necesario ajustar los parámetros, dados los tiempos presentes, con los que la Orden evalúa los principios de libertad y de igualdad, y en su caso cómo hacerlo? Estas como muchas más interrogantes plantean retos ineludibles a la masonería. 

Recordemos que para Sócrates, por ejemplo, la moral consistía en el cómo se debía vivir, y en el por qué tendría que ser de tal o cual manera; en este sentido, el “por qué” obedece a las razones de lo valioso para el colectivo, de aquello que surgiendo en lo individual impacta y fortalece la colectividad, por lo que vale cuestionarnos en cada momento qué estamos aportando hoy día a la sociedad en razón de la vigencia de ciertos valores y principios. Los masones, como herederos de lo diverso en tanto que abrevan las distintas realidades, deben ajustar sus conductas en razón de lo considerado valioso y útil para el colectivo, por lo que de actuar a contrapelo sería negar en los hechos lo que se pregona en el discurso. En este punto el problema central consiste en identificar lo realmente valioso para la comunidad separándolo de lo simple y coyuntural en tanto normas de conductas acuñadas en un contexto ideológico, que pretenden manipular conciencias con falsos axiomas de no mentir y no robar.

Recordemos que a nadie importa el comportamiento del individuo aislado a menos que se concrete en el contexto de un conjunto dañando su unidad y armonía. Así, en la cotidianidad de la vida en colectivo del masón surgen situaciones que le plantean dilemas morales prácticos que tiene que resolver, tales como: ¿Debo cumplir a cabalidad mis juramentos? ¿Debo defender a mi hermano cuando me constan sus faltas? ¿Debo guardar silencio ante el abuso? ¿Debo mantenerme indiferente ante el dolor ajeno si esto me beneficia? ¿Debo vengar los agravios?. ¿Debo obedecer a mi superior cuando lo ordenado es injusto? ¿Debo saciar mis instintos o controlar mis pasiones? Ante estas como ante muchas más interrogantes, el masón actuará según su conciencia y a normas y valores morales; sin embargo, sea cual sea su actuación, se enfrentará ante las ineludibles consecuencias de sus actos juzgados por el juez de su conciencia y por la humanidad.

En la actuación del hombre político, entendido como aquel que busca el poder público, la moral adquiere proporciones especiales ante la certeza de que, todo cuanto haga o deje de hacer, tendrá efectos en los gobernados. El engañar con promesas que sabe incumplirá; el sacar provecho de los haberes públicos; el ignorar los principios aceptados democráticamente; el violentar las leyes que juró cumplir y hacer cumplir y los derechos de todos, y, en suma, el valerse de su especial posición para el provecho personal, claramente es inmoral. Se entiende que la política pretende alcanzar y/o mantener el poder público para resolver conflictivas sociales, sin embargo, la forma en que los políticos encaran y resuelven los problemas colectivos, mucho tiene que ver con sus convicciones y valores morales.

La constante en la vida del político se caracteriza por el choque entre lo que debe hacer, lo que lo obligan a hacer y lo que quiere y puede hacer; así, la incertidumbre en su presente y de su futuro se caracteriza por la crueldad o bondad de los juicios a los que será sometido por lo que hizo, por lo que no hizo, pero además por lo que dicen que hizo. En el marco de las actuaciones públicas jamás se llega a consensos absolutos pues algunos consideran inmoral lo que otros califican de moral. Así, bajo esta pretendida sencilla explicación, las imputaciones de “traidores a la patria”, por ejemplo “tienen como intensión de fondo la conservación del poder político por lo que no importa mentir, o, en otras palabras, donde “el fin justifica los medios”. Por ello la política en su más pura y humana expresión es amoral.

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