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Amalia García, historia viva de la izquierda en México


Juventina Bahena

Ella es la historia viviente de la izquierda en México, de sus transformaciones, sus actores clave, los momentos coyunturales, los puntos de quiebre, porque militó en ella desde los 17 años en la juventud comunista, luego en el Partido Comunista Mexicano (PCM), continuó en las filas del Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y del Partido Mexicano Socialista (PMS) y junto a figuras de la talla de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez crearon el PRD.

Amalia Dolores García Medina también ha estado en otras trincheras del quehacer político, como gobernadora de Zacatecas y legisladora desde el Senado de la República y la Cámara de Diputados. Hoy es diputada externa de Movimiento Ciudadano por invitación, y seguirá trabajando, dice, en función de sus causas, con cargo o sin cargo.

Su recorrido empieza con la disolución del PCM porque, aunque tenía presencia en la sociedad, sobre todo en el movimiento campesino, en las universidades, en la intelectualidad, en los estudiantes, los pintores, en el teatro, las artes plásticas, su militancia ya no se constreñía a una lucha por instaurar la dictadura del proletariado. Además, criticaron fuertemente la invasión de las tropas soviéticas a Checoslovaquia, donde se había iniciado una “revolución de terciopelo”, encabezada por Alexander Dubček, que se planteaba un país socialista, pero con democracia y libertad.

Después de discutir y reflexionar, decidimos que el cambio que queríamos no lo íbamos a lograr solamente poniendo en el centro los derechos de los trabajadores como el motor de la historia, sino que había otras causas que debíamos levantar, por ejemplo, los derechos de las mujeres a la igualdad, a que hubiera condiciones para su desarrollo, a los pueblos originarios, a los indígenas, a los jóvenes y todos aquellos hombres y mujeres que por la condición de marginación, de subordinación o de exclusión queríamos condiciones de igualdad.

“La nueva directriz sería luchar por un nuevo régimen democrático que reconociera la pluralidad política, la libertad y acabar con el monopolio del poder desde el gobierno y un partido de Estado. Se tomó la resolución de disolver al PC y fusionarnos con otros pequeños partidos de izquierda; se creó el PSUM, con Arnoldo Martínez Verdugo, quien en ese momento era el secretario general del PC. Quienes formábamos parte de la dirección del partido y sus afiliados señalamos que teníamos que estar en contra de todos los autoritarismos, de izquierda o derecha, en México y en el mundo”.

Para ampliar su fuerza, el PSUM entró en contacto con un partido de formación reciente, el Partido Mexicano de los Trabajadores, que dirigía Heberto Castillo, una figura muy reconocida por su inteligencia y visión crítica del autoritarismo en México. Había sido preso político en el 68 porque respaldó a sus alumnos que participaron en las manifestaciones. Y creamos el Partido Mexicano Socialista.

Yo había formado parte del Comité Central y del Comité Ejecutivo Nacional del PC, también fui parte de la dirección nacional del PSUM. Entonces tenía unos 20 años; era muy joven, participativa, aguerrida. Ambos partidos se fusionaron para ser más influyentes, con mayor capacidad, fuerza, arraigo y poder influir en nuestro país.

En los años 70 surgieron los movimientos guerrilleros ante la cerrazón del gobierno; en Guerrero, con Genaro Vázquez y Lucio Cabañas; la Liga Comunista 23 de septiembre en Chihuahua, Nuevo León, Guadalajara, la Ciudad de México, por el hartazgo, la desesperación.

El país fue cayendo en el descrédito. En las elecciones para presidente de 1976, el PAN era el único partido con registro, pero no postularon candidato porque no se pusieron de acuerdo en la selección interna. Por otro lado, el PCM no tenía registro y no podía postular. Entonces, el único candidato a la presidencia de la República fue José López Portillo. Él mismo llegó a decir que solamente con su voto hubiera ganado porque no había nadie más. La democracia era una simulación.

La efervescencia empezó reventar a través de movimientos guerrilleros. El gobierno no tuvo más remedio que sentarse a hablar de una reforma política, con don Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación, la cual se concretó en 1976, con la que el PCM lograría su registro.

“En ese entonces, el presidente tenía la facultad no escrita de designar a su sucesor, con el dedazo. Los comentaristas se dedicaban a tratar de adivinar, en el saludo del presidente a cada miembro de su gabinete, quién podría ser su elegido. Vigilaban a quién saludaba más el mandatario, o con quién se sentaba. También esa tradición del PRI empezó a hacer agua, porque desde el interior hubo quienes querían participar en las decisiones políticas. Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Cuauhtémoc Cárdenas reclamaron la democratización del PRI, la respuesta fue la determinación de aplastarlos. Entonces decidieron salir del PRI y formar un nuevo partido.

“Cuenta Ifigenia que cuando Porfirio Muñoz Ledo dijo ‘salgámonos y vamos a formar un nuevo partido’, parecía algo imposible de realizar. Desde la primera reunión y las subsecuentes impactó la llegada de Cuauhtémoc Cárdenas, por lo que significaba, el simbolismo, no solo por sí mismo sino por ser el hijo del general Lázaro Cárdenas. Unos estuvieron en un principio, luego se excusaron, porque ‘vivir fuera del presupuesto era vivir en el error’.

“Inicialmente los disidentes se acercaron al PARM, conformado por viejos militares de la Revolución, todos ellos muy mayores de edad, pero realmente no era un partido. La fuerza real, con gente de carne y hueso, era el Partido Mexicano Socialista, resultado de la fusión del PSUM y el PMT. El PMS tenía una presencia real, no tan grande en ese momento, pero con arraigo, consistencia, con afiliados y afiliadas. Yo formaba parte de ese partido, que había lanzado como candidato a la presidencia a Heberto Castillo.

“Los disidentes a su vez, luego de una discusión interna decidieron entre Porfirio y Cuauhtémoc. Finalmente, a quien lanzaron fue a Cuauhtémoc Cárdenas. Pero lo lanzaron sin registro. Entonces empezaron a recorrer el país y al principio llegaban a las plazas con tres o cinco personas, pero esos mítines fueron creciendo como una bola de nieve; fueron aglutinando el descontento que había, el entusiasmo por crear un nuevo sistema político democrático, de libertad en nuestro país. La gente estaba volcándose a favor de Cuauhtémoc Cárdenas.

“En el PMS se empezó a discutir en reuniones muy intensas, junto con Heberto, qué hacer. La decisión fue que Heberto debía declinar, sumarse a la candidatura de Cuauhtémoc e intentar ganarle al PRI. Ya estaban impresas las boletas electorales con el nombre de Heberto por el PMS y Cuauhtémoc por el PARM; también el Partido de los Trabajadores y el Partido Popular Socialista lo apoyaron. El movimiento había adquirido tal fuerza que daba la impresión de que se le iba a ganar al PRI por primera vez”.

Fue entonces cuando asesinan a Xavier Ovando y Román Gil, quienes estarían recibiendo de manera independiente la información telefónica de la votación por distrito. Fueron acribillados ocho días antes, con el tiro de gracia. Ovando y Gil eran los únicos que tenían los nombres y los números telefónicos de las personas que enviarían la información desde los distritos a él y a su ayudante. Su maletín y los documentos se los llevaron los asesinos. Ésa fue la señal de que no iban a estar dispuestos a aceptar el resultado de las elecciones si no les favorecía.

Todo mundo conoce el episodio de la “caída del sistema” con el entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, el día de las elecciones, “pero no pudieron ocultar el resultado favorable a Cuauhtémoc Cárdenas y al movimiento de izquierda progresista en los grandes estados, en las grandes ciudades. En la Ciudad de México arrasó Cuauhtémoc Cárdenas y además los candidatos al Senado que eran Porfirio e Ifigenia tuvieron que ser reconocidos porque el resultado era contundente. En el Estado de México también se ganó, y en varios estados de la República, pero en las zonas rurales empezaron a desaparecer las urnas, las casillas, no se sabía el resultado, fueron días muy duros, muy intensos, porque la percepción de miles de personas era que había ganado Cuauhtémoc, pero el PRI no estaba dispuesto a dejar el poder.”

El ejército nos cortó cartucho

Después, cuenta Amalia García, la Cámara de Diputados se instituyó como Colegio Electoral; entonces no había Instituto Electoral ni Tribunal Electoral Federal, no había órganos autónomos, y se constituía con diputadas y diputados electos de distritos en los cuales no había impugnación. “Yo fui parte del Colegio Electoral como diputada electa y pudimos llegar porque traíamos la fuerza de los votos. Los paquetes electorales se concentraron en el sótano, donde está el estacionamiento. Llegaron de todo el país y los resguardó el Ejército. En varias ocasiones intentamos ir por los paquetes electorales; nunca pudimos sacar uno solo, el Ejército nos cortó cartucho. El ejército estuvo en el sótano resguardando los paquetes electorales día y noche y para la calificación presidencial esa madrugada estuvimos rodeados por el Ejército aquí en San Lázaro, no la policía…el Ejército.

“De cualquier manera logramos, porque no tuvieron manera de impedirlo, que la Cámara se constituyera con una bancada muy fuerte, con grupos parlamentarios, con diputados de oposición, hicimos una gran alianza el PAN y los diputados del PMS y la Corriente Democrática. Hubo un fraude electoral descarado y decidimos que íbamos a participar legalmente.”

Pero esa primera legislatura de 1979 fue histórica.

La Legislatura LI (1979-1982) fue histórica por su diversidad y pluralidad, pero también por la calidad de los debates. Aunque la izquierda perdiera la votación, ganaba el debate por la calidad, la capacidad, la sustancia que tenían sus intervenciones; también el PAN tenía buenos parlamentarios, gente consistente, la mayor parte de ellos abogados formados en el litigio jurídico.

En la calle, los ánimos estaban encendidos, la gente estaba enardecida, pero el ingeniero Cárdenas, quien había formado parte del sistema del partido oficial, conocía de lo que eran capaces. Llamó a la prudencia; “si nosotros encabezamos una insurrección lo que va a haber es un baño de sangre, va a haber una masacre”. Llamó a la resistencia con un movimiento político pacífico y a formar un nuevo partido. No era fácil porque la gente estaba muy molesta. Recuerdo el mitin en el zócalo donde gritaban que había que ir a quemar la puerta de Palacio Nacional y tomar Palacio Nacional. Cuauhtémoc fue firme cuando dijo que “esta etapa de la lucha aquí terminó, ahora vamos a formar un nuevo partido político”. Hubo gente que lloró, que lo llamaba traidor, le decían: “ya te rendiste”.

Finalmente “se fue imponiendo la razón de que esa fuerza formidable tenía que continuar, que tenía que permanecer y que la manera de hacerlo era con un partido político. Entonces se empezaron a hacer asambleas en el país, tal como establecía la ley, pero resultó que los notarios no llegaban, no daban fe de que se realizaban las asambleas y nos preguntábamos cómo íbamos a obtener el registro.”

El Partido Comunista en la raíz de la izquierda

Pero ya teníamos un partido con registro legal y legalmente podía cambiar de nombre. Era el PMS, que a su vez traía el registro del Partido Comunista Mexicano de aquella reforma de 1976 y que había ido cambiando de nombre con las fusiones y sumas que se habían hecho, pero la raíz de todos fue el Partido Comunista.

“En un gran congreso que se realizó el 5 de mayo de 1989, pasadas las elecciones del 88, se votó por cambiar el nombre de Partido Mexicano Socialista a Partido de la Revolución Democrática. Es así como el Partido Comunista contribuyó en esta fusión y empezó una batalla política electoral muy difícil, porque el periodo que vino fue sangriento; durante los primeros años de vida del PRD hubo alrededor de 500 compañeros asesinados por defender el voto, no por andar en la guerrilla, no por hechos de armas, sino por defender el voto y fueron asesinados.

“Ésa fue la cuota que se pagó, pero fue generando un reclamo para exigir elecciones limpias, que verdaderamente se respetara la voluntad, pero se necesitaba crear instancias autónomas que fueran las que velaran por la legalidad del voto”.

Finalmente, concluye la diputada Amalia García, ese proceso culminó a mediados de los años 90, con la segunda gran reforma electoral y se creó el Instituto Federal Electoral, el Tribunal Federal Electoral, donde hubo consejeros no subordinados al partido mayoritario ni al secretario de Gobernación.

Recuerda que cuando por primera vez se eligieron consejeros ciudadanos en el IFE, uno de ellos dijo que ninguno de los consejeros que estaban ahí eran neutrales en su posición política, todos tenían su corazoncito, todos tenían coincidencias o simpatías, pero estaban obligados a ser imparciales en sus decisiones y actuar cuidando la voluntad ciudadana y la pluralidad política. Ésa es la historia.

Amalia García nos habló de la izquierda desde el Partido Comunista hasta el PRD, su lucha y su transformación por la democracia, pero ¿qué significa ser de izquierda? Antes estaba muy clara la lucha que a muchos les costó la vida, pero ahora cómo vemos esa izquierda. ¿Dónde está?

—De acuerdo con mi visión, hay distintos tipos de izquierda, hay matices o acentos que ha tenido la izquierda, hay fuerzas políticas defendiendo la igualdad económica y social de las personas, poniendo el acento en el derecho a la educación y a la salud. Pueden decir que son de izquierda y lo son, pero lo que nos ha mostrado la batalla de la izquierda es la lucha por la igualdad, por un Estado social, pero también por la democracia y por la libertad, contra los autoritarismos de un modelo de gobierno autoritario centralista que aplasta a todos los que no se subordinan a él.

Explica su postura como diputada en las filas de Movimiento Ciudadano.

—Dante Delgado me invitó a participar como candidata a diputada; acepté y le agradecí su ofrecimiento, pero como candidata externa, y aportar mis puntos de vista, mi experiencia, con la libertad de opinar sin camisas de fuerza. Con esa libertad puedo decir cómo veo y dónde estaría la izquierda hoy. Creo que está por construirse una izquierda comprometida con la igualdad, con la democracia y la libertad. MC tiene atisbos importantes en ese sentido y ha estado realizando reuniones con distintas personas de la intelectualidad de nuestro país, foros con distintos temas para conformar una propuesta de país socialdemócrata, una propuesta de futuro socialdemócrata.

¿Cómo veo a Morena? El Movimiento de Regeneración Nacional es un movimiento poderosísimo, como lo fue el PRD, un movimiento de masas gigantesco, con arraigo. Morena es el primer partido, la primera organización, la primera fuerza, que viniendo de la izquierda llega a la presidencia de la República. La visión que más lo define es su política social, pero creo que falta compromiso con la Constitución, con un verdadero modelo democrático y de libertades.

“Debe haber una transformación de tal manera que no tiene que haber una sola izquierda, ni un solo partido de izquierda, puede haber matices y distintas fuerzas políticas que tengan una visión de izquierda; pero lo que a México le hace falta es que las izquierdas se comprometan sí con la política social y con la igualdad, pero también con la democracia, porque venimos de una historia muy persistente de autoritarismo.

Usted empezó muy joven como militante de la izquierda en el Partido Comunista, una contradicción, considerando que su papá era gobernador, supongo que del PRI.

—Mi papá, Francisco Espartaco García Estrada, fue gobernador del PRI siendo yo muy niña, después fue embajador; él estuvo en el PRI toda su vida; yo nunca estuve en el PRI, ni estaré jamás. Aunque mi padre fue gobernador por el PRI, un partido oficial, un partido de Estado, tenía corrientes que simpatizaban con una visión o con otra. En su juventud había sido miembro del Partido Comunista. Después su visión, y en casa lo vivimos así, fue muy cercana al general Lázaro Cárdenas; se definía como un cardenista, la de los derechos sociales.

“Desde pequeña lo acompañaba a las giras en Zacatecas, un estado con una enorme extensión territorial. Los caminos se me hacían larguísimos, pero me recuerdo acompañándolo a las comunidades, donde se sentaba a escuchar a la gente durante horas. Mi familia y yo nos quedábamos en el lugar hasta el día siguiente. Era una manera de ver la política, con una visión cardenista, desde un estado semidesértico, donde casi no llueve.

“En casa, mis hermanos y yo aprendimos a cantar La Internacional y la Marsellesa; era como cantar cualquier canción. Estudiamos siempre en escuelas públicas, cuando se distribuían por primera vez los libros de texto gratuitos, porque antes se producían en editoriales vinculadas a la Iglesia. Había niños en la escuela que sus padres no les permitían hablar conmigo porque mi papá era “comunista”. También desde los púlpitos los sacerdotes decían que los libros de texto traían el comunismo. Mi conclusión fue: pues si mi papá es comunista, los comunistas son buenos, porque yo veía a mi papá trabajando de manera incansable.”

Sus primeros estudios los hizo en la escuela anexa a la Normal que sostenía una rivalidad clásica a esa edad, en este caso con alumnas de escuelas privadas de monjas. “Las niñas siempre decíamos ‘aquí sí aprendemos; en las escuelas privadas nada más les enseñan a rezar, no saben nada’. Era el orgullo de estar en escuela pública.

Cuando lo nombraron embajador salió muchos años fuera del país. “Eso permitió a mis hermanos y a mí una formación de respeto a las diferencias, a otras maneras de ver el mundo, de vivir, de pensar, porque a cada país al que llegábamos los de afuera éramos nosotros. Llegábamos a lugares en donde se hablaba otro idioma, se pensaba de manera distinta, entonces a respetar las diferencias; eso fue un aprendizaje.”

Cuando Amalia estaba en Polonia surgió el movimiento estudiantil en Europa, en Francia, en Checoslovaquia. Ella era muy jovencita. La tocó el dolor y la indignación por la masacre de Tlatelolco y anunció a sus padres que volvería a México. Al llegar a Zacatecas se inscribió en la preparatoria de la Universidad Autónoma de Zacatecas.

Ahí se reunía con compañeros a leer revistas críticas para enterarse de lo que estaba sucediendo. En un viaje de sus padres a Zacatecas, los reunió para anunciarles algo “muy importante”.

—He decidió afiliarme a la Juventud Comunista. Mi mamá exclamó: ¡Yo pensé que ibas a decir que estabas embarazada, no que ibas a estar con los comunistas! Ambos me apoyaron y respaldaron mi decisión, incluso con el temor de que pudiera pasarme algo y sufriera persecución. Tenía 17 años.

Buscaron a los comunistas en Zacatecas para afiliarse. Encontraron a dos. También se acercaron a maestros jóvenes que habían llegado de México, que habían participado en el movimiento del 68: Jesús Pérez Cuevas, Noel Beltrán, Sergio Corichi, que acababan de egresar de la Facultad de Economía y llegaron a dar clases.

—Empezamos a reunirnos con ellos y a hacer reflexiones y lecturas. Los jóvenes, tanto los de la preparatoria como los de las facultades logramos hacer una reforma universitaria para modernizar el plan de estudios. Todavía había federaciones de estudiantes, pero se las ganamos al PRI. Competí para ser consejera universitaria por la preparatoria, mis propios amigos me decían que no iba a ganar por ser mujer, pero me inscribí y gané. A partir de ese momento empecé a participar activamente. Una de las compañeras recién llegada de la Facultad de la Economía de la UNAM, Valentina, nos prestó algunos libros; con el Segundo sexo, de Simone de Beauvoir, empezamos a tener una visión feminista.

Las pintas amenazantes

Terminando la preparatoria se casó con uno de los maestros, Sergio Corichi, y se trasladaron a la Ciudad de México. Ella a estudiar sociología en la UNAM.

—Aquí conocí a los dirigentes del Partido Comunista, algunos fueron presos políticos y acababan de salir de la cárcel, otros eran académicos de la UNAM, como Enrique Semo; conocí a Pablo Gómez, a los dirigentes del Partido Comunista, Valentín Campa. Pero a mi esposo lo invitaron a dar clases en la Universidad Autónoma de Puebla, en la Escuela de Economía. Al llegar, lo primero que me llamó la atención fueron las pintas gigantes en las bardas: “Joel Arriaga, fuera o muerte”. Joel Arriaga había sido uno de los jóvenes del movimiento estudiantil poblano del 68; arquitecto muy joven; cuando salió de la cárcel, regresó a Puebla y lo nombraron director de una preparatoria.

“Las pintas eran del frente universitario anticomunista (FUA). Al llegar a la universidad, mi esposo fue a saludar al rector, ingeniero Luis Rivera Terrazas, a los directores, quienes también eran del PC. Luis Rivera era un gran científico, un astrónomo que trabajó en Tonanzintla junto con Guillermo Haro, esposo de Elena Poniatowska. A los pocos días salió la noticia del asesinato de Joel Arriaga en pleno centro; su esposa, jovencita, estaba embarazada, iba junto a él. Fue acribillado por el FUA. Nunca detuvieron al agresor.

“La universidad de Puebla, una universidad progresista con maestros y el rector mismo eran gente de izquierda, varios de ellos del Partido Comunista, que habían desarrollado un gran programa de extensión universitaria con pasantes y maestros que daban atención médica, dental, orientación jurídica. Eso generó una enorme indignación del gobernador Gonzalo Bautista O’Farril porque decía que era una cueva de comunistas y le indignaba que no coincidíamos con su visión conservadora.

“También empezaron a aparecer pintas contra el director de extensión universitaria, Enrique Cabrera, quien proclamó la Reforma Universitaria que impulsaba una universidad democrática, crítica y popular. “Enrique Cabrera, ¡fuera o muerte!”. Eso fue a los cuantos meses de que llegamos. Lo asesinaron frente a su casa, bajando del automóvil.

“El FUA estaba constituido por jóvenes de clase alta, respaldados por el gobernador y por el obispo Octaviano Márquez y Toriz que hacía homilías llamando a acabar con los comunistas y eso significaba matarlos, no era enfrentarlos ideológicamente o derrotarlos en alguna elección.

“En un desfile del 1 de mayo salió un grupo de jóvenes compañeros a repartir unas hojas que hablaban de los derechos sindicales; la policía los persiguió casi hasta las puertas del Carolino de la BUAP; hubo una masacre. Yo estaba embarazada de Claudia y empezaron a aparecer volantes con la misma leyenda de “¡fuera o muerte!” con los nombres de maestros y estudiantes; ahí estaba el nombre de mi marido y el mío.

Poco después, Ramón Danzós Palomino fue a Puebla; era dirigente campesino y fue a plantear que había que repartir la tierra de los grandes latifundios en la entidad. Había un movimiento campesino muy intenso en medio de la persecución y los asesinatos.

El gobierno federal ordenó detenerlo sin orden de aprehensión ni presentación ante los jueces y lo trajeron a la Ciudad de México.

—Nosotros continuábamos con nuestra actividad académica. Yo estudiaba Historia en la Facultad de Filosofía y Letras. Con los volantes de amenaza, los asesinatos y la detención de Danzós Palomino se hizo una gran caminata de Puebla a la Ciudad de México pidiendo la liberación de Danzós. Era a principios de los 70; yo venía con una panza enorme, pero era joven y estaba físicamente bien.

Gonzalo Bautista O’Farril gobernó en forma interina durante casi 13 meses en los que líderes universitarios, estudiantes y maestros fueron asesinados. Hubo tal clamor nacional que, a pesar de ser el PRI el partido oficial, hubo tal escándalo por lo infame y brutal del asesinato, que se pidió su desafuero.

—No había estos procedimientos de debate, sencillamente lo mandaron llamar y dejó el cargo, porque hubo una opinión pública nacional hasta de quienes no coincidían en lo absoluto con nosotros, que así lo exigía.

Usted ha sido gobernadora, senadora, diputada, presidenta al PRD, a partir de esas experiencias, ¿dónde se sintió más plena? ¿Dónde cree que pudo haber aportado más para beneficio de este país?

—Gobernando. Uno aporta mucho en el Legislativo, pero los resultados no se ven inmediatamente. Una de las batallas que dimos las mujeres aquí, por ahí del 88- 89 aunque no nos hablábamos las que estábamos en el PRD, PRI, PAN, pudimos unirnos ante las denuncias que recibimos de víctimas de violación en el sur de la ciudad. Logramos que se abrieran los archivos y se revisaran las fotos para reconocer a los agresores; eran policías judiciales federales del sector antinarcóticos, una cosa brutal. Por primera vez se aumentó la pena para el delito de violación, que antes era un delito menor, que se consideraba sin importancia y la víctima no tenía ningún respaldo. El resultado en este caso fue más o menos inmediato, pero no siempre es así.

“En cambio, gobernar es distinto. Se necesita una carta de navegación, el plan estatal de desarrollo. De acuerdo con las encuestas y diagnósticos, lo primero que querían los zacatecanos era que se atendiera la salud. En un estado tan grande, tan disperso donde hay cerca de 4 mil comunidades de menos de 100 habitantes, se construyeron cerca de 70 hospitales comunitarios repartidos por el estado; no centros de salud sino hospitales con quirófano, con rayos x, con camas, con espacio para que también personal médico se quedara ahí, con su habitación, su cocineta.

“Cuando voy a Zacatecas la gente, a donde yo vaya, en la calle, a un restaurante, me dice ‘qué bueno que construyó usted el hospital, es lo que más agradecemos’. Y luego educación. Un estado con tantos migrantes, lo hicimos para que la gente no se vaya, fue apoyar a la UAZ y nos llevamos un campus del IPN; solamente hay dos fuera de la Ciudad de México, uno en Silao en Guanajuato y otro en Zacatecas. Impulsamos los tecnológicos, las tecnologías de la información, la robótica para quinto y sexto grado en escuelas públicas para que desarrollen un pensamiento crítico, matemático. Si no tenemos agua, tenemos la inteligencia de la gente, que desde aquí pueda hacer programas sin tener que irse a otra parte.

El confesionario

De su padre aprendió a escuchar a la gente y lo hacía permanentemente mediante audiencias públicas itinerantes.

—Me iba a la región del semi desierto y me instalaba en alguna escuela; empezábamos a las 9 de la mañana, con un breve receso para comer, y me retiraba hasta que recibía a la última persona. El equipo de gobierno permanecía a distancia, para que la gente me dijera la verdad sobre el estado de las obras, si la escuela u hospital se habían hecho bien o no. Era casi como un confesionario.

“Acababa de morir mi papá un mes antes de ganar la elección y mi mamá, quien es una mujer muy optimista, muy fuerte, muy echada para adelante, nos invitó a su casa a comer a mis hermanos y a mí. Cuando estábamos comiendo nos dijo: “Los invité por una razón, ustedes han de creer y Amalia también, que es para celebrar; no, es para decirles con toda claridad que la gente votó por Amalia, no por ustedes, si yo me entero que alguno de ustedes usó el nombre de su hermana para algún favor, se las van a ver conmigo.

“Si usted va a Zacatecas verá que mis hermanos siguieron con su mismo trabajo, viviendo en el mismo lugar, con la misma esposa, el mismo coche, en fin. Cuando mi madre se dirigió a mí, dijo: “Te preparé estas cajas; aquí están los álbumes con las fotos de lo que hizo tu papá; tú tienes que hacer el doble; ésa es tu obligación”.

¿Tenemos Amalia para rato en la política?

—Yo seguiré haciendo cosas en función de mis causas, a lo largo de la vida, no importa si es con cargo o sin cargo, porque una buena parte de mi vida no tuve cargos públicos porque estaba en la oposición, en una oposición perseguida, acosada. También participé en la sociedad civil, sobre todo en la lucha de las madres de los desaparecidos políticos con doña Rosario Ibarra de Piedra y en el movimiento feminista, en la lucha por la democracia; lucharé por mis causas hasta el día en que muera.

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