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La migración, aliada del desarrollo


Juventina Bahena

Dra. Luciana Gandini 

Luciana Gandini está adscrita al Instituto de Investigaciones Jurídicas y es coordinadora del Seminario Universitario de Estudios sobre Desplazamiento Interno, Migración, Exilio y Repatriación (SUDIMER), ambos de la UNAM. Es Non-Resident Global Fellow en el Migration Policy Institute, en Washington DC, y actualmente es investigadora visitante en el Center for Latin American & amp; Latino Studies de American

University, Washington DC. Se especializa en políticas migratorias y de refugio en México y América Latina. Recientemente obtuvo el premio William M. LeoGrande 2019-2020 al mejor libro académico sobre estudios latinoamericanos por su libro en coautoría con “Caravanas”, otorgado por American University.

La migración era de Sur a Norte, sigue siendo, pero ahora se suma la de Europa del Este hacia Occidente y los africanos también vienen a América; unos, obligados por la guerra, otros, por la pobreza, o por ambas razones. Hay tres países que reciben la mayoría de las solicitudes de asilo: Alemania, Estados Unidos y México. Sin embargo, nuestro país se ve más constreñido por este fenómeno, tanto en su frontera sur como en los estados del Norte.

 De este éxodo atípico nos habla la doctora Luciana Gandini, experta en el tema, quien ve una ventana de oportunidad para ellos y el país receptor en la relocalización de su fuerza de trabajo y como aliados del desarrollo.

 —Si vemos la manera de complementar el sistema de asilo con otras vías regulares, legales, es la mejor manera de lograr un mejor equilibrio que puede encontrar un país, aunque sean personas que van a estar por un tiempo breve. Habrá quien diga que ellos vienen a quitar los trabajos a la población nativa, lo cual se ha descartado porque se ha demostrado que las personas migrantes en general se insertan en espacios del mercado laboral que no son ocupadas por las personas del país. Un ejemplo de ello es el programa de relocalización e integración que ha implementado ACNUR con otros socios gubernamentales y del sector privado.

“De esta forma se relocalizan personas refugiadas que están en Chiapas, donde está muy saturado el sistema de asilo, y los ha recolocado en el centro del país, donde hay un mercado laboral más dinámico, con mayor poder de atracción, con estrategias y convenios con el sector privado. 

“Debido a la cantidad de personas venezolanas que están llegando a Estados Unidos, este país regularizó con permisos de trabajo a casi 500 mil, por 18 meses. Quizás eso es un reto también en América Latina, pero es una forma de otorgar un estatus regular que a las personas las colocan en un espacio de menor vulnerabilidad y riesgo, y también con respecto a los empleadores y la propia sociedad”.

Las sociedades, dice, tienen que mirar que las migraciones son aliadas del desarrollo, pero hay un discurso político muy efectivo que se ha utilizado no solamente en los Estados Unidos que también están adoptando en países de América Latina, donde se le ve como un riesgo, vinculada al delito, al crimen organizado. La realidad está lejos de ser así.

Luciana Gandini, quien recientemente publicó la investigación Desplazamiento forzado interno en México. Análisis y recomendaciones para su atención en Jalisco, Puebla y Querétaro, que coordinó junto con Juan Carlos Narváez Gutiérrez y María Teresa del Riego Cortinas, nos expone el contexto de la direccionalidad de los flujos.

—En los últimos 15 años, la región de las Américas, como ninguna otra parte del mundo, es la que más cantidad de migrantes ha tenido, es decir, se convirtió en la región más dinámica en términos de migración, lo que, a su vez, originó muchos movimientos intrarregionales.

“Si bien estos flujos persisten, esos corredores y los sistemas migratorios tradicionales que van de Sur a Norte conviven, coexisten y están en simultaneidad con otras corrientes. Hoy en día, la característica más destacable de los últimos años es éste gran dinamismo en América Latina que convive con estas direccionalidades diversas”.

También hay movimientos secundarios. “Es decir, personas que originalmente se habían movido de su país, posteriormente decidieron salir de una segunda nación, como sucedió con la población venezolana y haitiana que, por razones económicas debido al efecto de la post pandemia reflejadas en altos niveles de inflación, desempleo y lenta recuperación de las economías, generaron nuevos movimientos.

“Entonces, hay un caldo de efervescencia de muchas personas migrantes que huyen de sus países por violencia y persecución institucional del Estado, violencia estructural, crimen organizado, que podrían ser potenciales refugiados, más para los países de América Latina, dado que la mayoría de ellos han firmado la Declaración de Cartagena, que tiene una definición ampliada de causas por las cuales una persona podría ser refugiada.

“Sin embargo, en la mayoría de los países, entre los cuales se incluye México, es difícil encontrar un camino regular si no se quiere solicitar refugio, si solo quieren venir a establecerse o únicamente transitar por México, porque lo que quieren es llegar a los Estados Unidos. Entonces hay una saturación del sistema de asilo de personas que están aplicando porque no ven otra alternativa y eso hace que la Comar esté muy desbordada, porque muchas personas buscan el estatus de refugiados, pese a que México no es su destino final”.

México, frontera vertical

Otra estrategia que usan en algunos puntos del país, sobre todo si son aprehendidas, detenidas y posteriormente liberadas, les dan sitios de salida que también operan cuando una persona abandona voluntariamente el trámite de refugio en la Comar; es un permiso por 21 días para abandonar el territorio nacional, pero los usan para cruzar hacia Estados Unidos. Si no logran salir del país vuelven a una condición irregular.

La doctora en Ciencia Social con especialidad en sociología, investigadora de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel II, reconoce que en México tenemos muy buena práctica migratoria.

—No desconozco que el caso de México es muy particular; algunos colegas lo han llamado la frontera vertical, es decir, el último país de tránsito de América Latina o del Continente Americano antes de llegar a Estados Unidos. Claro que tiene un rol vital muy diferente a los demás, pero hoy en día muchos de los países de la región se han convertido en países de tránsito. Lo que está pasando en la selva del Darién entre Colombia y Panamá es un ejemplo.

“Incluso implementaron un conjunto de medidas temporales, como los permisos de estancia por un año, cuando se dieron cuenta de que esta población llegó para quedarse o por periodos cortos; implementaron un estatuto temporal de protección, que es básicamente un visado por 10 años. La mejor estrategia que pueden tener es habilitar distintas vías regulares y legales para esta población, porque sabemos, y está muy probado, que cerrar las fronteras no funciona. La experiencia de la pandemia nos puso muy en claro que no es la solución y las personas siguen cruzando, pero lo hacen en un contexto de mayor vulnerabilidad, de mayor riesgo incluso para el país que los recibe. Es necesario habilitar distintas vías regulares para que estén en menos riesgo”.

Cuando el migrante regulariza su estancia en una sociedad receptora, sabemos que no es fácil que se integren porque hay barreras de lengua, de costumbres, de cultura, aunque lo que buscan es preservar su vida, su integridad y tener una vida digna en otro país, pero ¿cómo logran su integración a la sociedad del país receptor?

—Creo que la clave es que la política de regularización va de la mano de políticas de integración, pero que impiden las trabas burocráticas, administrativas, que serían relativamente fáciles de resolver. Por ejemplo, muchas personas migrantes refugiadas en México tienen grandes dificultades para acceder al sistema de salud, cuando el artículo 1 de la Constitución establece que todas las personas que están en territorio nacional tienen los mismos derechos de acceder a la salud, a la educación, al trabajo en igualdad de condiciones. Sin embargo, a veces los lineamientos, los procedimientos administrativos o las reglas de operación de los programas los orillan a que tienen que presentar su credencial del INE para acceder a un servicio. Los migrantes no la tienen, incluso quienes llevamos en el país más de 20 o 25 años y tenemos residencia permanente, contamos con otro tipo de acreditación que no es la credencial de elector.

Por ese simple hecho se les restringe el acceso a la salud cuando sería tan fácil corregir un reglamento, una regla de operación, un procedimiento y que diga INE o documentación que acredite su identidad o residencia permanente, residente temporal o visa humanitaria, si es que se tienen que mencionar.

Entonces, la integración también pasa por garantizar servicios básicos, acceso a la salud, a la educación, al trabajo y eso es un primer paso sustantivo. Después, por supuesto, hay que trabajar en temas culturales, idiomáticos y en otros temas que afortunadamente la mayoría de nuestros migrantes hablen el mismo idioma. Claro, hay algunas personas de Haití que hablan creole y algunos otros de África, pero en general la mayoría de nuestros migrantes no tienen problemas idiomáticos, más bien son de tipo cultural, de adaptación, pero si garantizamos el acceso a los derechos humanos para estas personas estamos dando un paso gigante.

Muchas veces las personas tienen el objetivo de llegar a Estados Unidos, pero sus planes migratorios van cambiando en el camino, cambiaron de opinión porque se sintieron acogidos, bienvenidos y pensaron que puede ser un país para quedarse, entonces México puede ser un país de destino deseado originalmente o no. Creo que lo mejor que podemos hacer para que ganemos todas y todos, y no solo quienes vienen, sino quienes ya estamos en México, es generar políticas y mecanismos de integración que faciliten y no obstaculicen el proceso migratorio.

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