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La virtualidad abrió las puertas de las aulas


Juventina Bahena

Con herramientas tecnológicas de comunicación, la virtualidad abrió las puertas de las aulas y los padres pudieron darse cuenta de cómo trabajamos con sus hijos en la escuela, comenta Guadalupe Jiménez Cureño, maestra de preescolar, al darnos sus impresiones del impacto del confinamiento en los educandos durante la crisis generada por la pandemia.

Ahora que las escuelas abren sus puertas para reinsertarse a esta nueva normalidad, Lupita, como la llaman cariñosamente sus compañeras, hace un balance de la experiencia vivida en la esfera familiar, laboral y educativa, que convivieron articulándose, superponiéndose y chocando entre sí, en un mismo espacio: el hogar.

En cuanto a la parte laboral, habla del reto que implicó llevar la educación a través de un teléfono celular.

A pesar de que en un principio desconocíamos plataformas educativas y herramientas de comunicación, logramos enganchar a los niños en este proceso. Los padres, en la medida de sus posibilidades, no dejaron solos a los niños y estuvieron al pendiente de las actividades.

Pero siempre hay otro lado de la moneda, porque “no es lo mismo que esté el padre de familia al lado de los niños a que trabajen entre ellos; se limitó mucho la interacción y hubo vacíos de conocimientos y aprendizajes que aún se siguen arrastrando.

Pero me queda claro que de presentarse una situación similar, sabríamos cómo manejarlo.

Para Lupita, el ámbito familiar fue, quizá, lo que más se complicó.

—Tengo dos hijos. Lía, quien en ese entonces tenía un año, y Yazid, de cuatro años y medio. Si a mis alumnos de preescolar los atendía en línea dos horas de lunes a viernes, a mis pequeños era tiempo completo siete días a la semana: cuidar su salud, alimentación, los quehaceres domésticos. Fue atender todo a la vez.

Organismos nacionales e internacionales alertan de una pandemia de salud mental a nivel mundial. Probablemente Guadalupe Jiménez no forme parte de la estadística, pero reconoce el impacto.

—Hubo un desequilibrio emocional, no podía reconocer mis emociones porque a las complejidades de la situación se sumó la información de los noticieros sobre los fallecimientos por la enfermedad, y que no llegaban las vacunas. Enterarme por los grupos de WhatsApp de que las víctimas eran personas conocidas, amigas cercanas; algunos familiares también se nos fueron. Me sentí frustrada. Luego vino la ansiedad y la depresión; cambiaron mis hábitos alimenticios, consumía alimentos continuamente y en mayores cantidades. Subí de peso y toda la familia también.

¿Hacías algún tipo de actividad física?

—La actividad se limitó a ir de una recámara a otra para tener una mejor recepción de la señal de internet para dar mis clases. Cuando las clases eran presenciales, me desplazaba de un lugar a otro y había actividades dinámicas con los niños.
Aunque ya han cambiado las cosas, para Lupita nada volverá a ser igual.

—Ya puedo controlar la ansiedad y mantenerme ocupada en otras actividades académicas me libera del estrés; me puedo enfocar en una cosa sin estar al pendiente de varias. En la parte emocional estoy más tranquila. Obviamente, las cosas no van a volver a ser como antes, pero hay que adaptarse a las circunstancias, a la “nueva normalidad”.

Temor a las secuelas del futuro

Lupita y su familia empezaron a salir nuevamente, “a tratar de vivir de alguna manera”.

—El virus llegó para quedarse y tenemos que adaptarnos a esta situación, el cuerpo tendrá que adaptarse a esta situación. Al no haber una vacuna para niños, quedaron muy expuestos y necesitamos reforzarlos con defensas.
Su hijo mayor, de seis años, se ha contagiado tres veces de Covid. Dos en la escuela y otra en la casa de sus abuelos. Aunque tuvo síntomas leves, teme que pudiera haber secuelas en el futuro.

—Pienso en qué tanto estaría perjudicando su salud en el futuro, ahí tendrían que estar haciendo investigaciones. En nosotros la vacuna ha producido no únicamente reacciones, sino otras consecuencias que no estaban contempladas, como el retraso menstrual, independientemente de las decenas de daños colaterales que produjo la enfermedad.

De los aportes positivos que se pueden extraer de esta crisis de salud, dice que reafirmaron los lazos de familia, tuvo más tiempo para ver a su hija pequeña crecer y desarrollarse.

—Vi cómo evolucionaba, no solamente física sino cognitivamente, el que yo hubiera podido participar en su desarrollo; que dejara el pañal, fue una fase que superamos juntas, cosa que con mi primer niño no fue posible porque a los 9 meses se fue al Cendi,

“¿El lado negativo? pues la falta de espacios de interacción con otras personas retrasó las habilidades sociales. Lo veo con mi hijo. Los niños extrañaban su escuela porque ahí tenían a sus amigos y los querían ver. Con mi hijo no sucedía así, él extrañaba sus videojuegos porque era su medio de distracción o de compañía durante la pandemia. No hay identificación con los demás. A él le da igual si va a la escuela o no, pero sufre cuando le quito el videojuego. Entonces, no está estableciendo relaciones de apego con los demás. Para todos los seres humanos es importante establecer esos vínculos afectivos y le da igual si ve a sus compañeros de escuela o no.

¿Y qué propones?

—Que se abran más espacios de integración en las escuelas porque no lo están haciendo al cien. Esos espacios son para que puedan establecer esos vínculos y desarrollen otras habilidades como miembros de una comunidad. Otra parte importante que no ha sido favorable es el aprendizaje. Los niños, o al menos al mío, le cuesta mucho trabajo entender por qué tiene que hacer las cosas; no encuentra la funcionalidad de la lectura, lo único que lo motiva es el videojuego pues quiere saber leer los textos que aparecen en la pantalla. El hecho de que tome clases únicamente dos días a la semana no ayuda. Estas medidas ya afectan no solo su círculo social, sino el emocional y aprendizaje.

¿Conocen las autoridades educativas esta problemática?

—Desde la SEP lo consideran, pero depende mucho de quienes estén a cargo, por ejemplo, cada sector que toma decisiones tiene diferentes formas de trabajar. La SEP solicita que haya trabajo presencial diario, sin embargo, hay quienes todavía son renuentes a aceptarlo. Los padres también quisieran que todo se normalizara porque tienen que salir a trabajar y sus niños no regresan a las escuelas con horario normal; no tienen con quien dejarlos y se quedan al cuidado de las abuelitas, de la vecina o de algún otro familiar que no les darán la misma atención.

La autoridad educativa a veces no presiona y depende de ellos que se generalicen las clases presenciales. No puede ser que una escuela a 5 minutos de mi casa ya imparta clases presenciales diarias y otra escuela cercana no lo haga. Todavía están convenciendo a los padres de familia a continuar con las clases virtuales.

Maestra: Guadalupe Jiménez Cureño

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