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Dios existe y quiere que seamos felices


Mercurio Cadena

Decía Benjamín Franklin que la cerveza es la prueba de que dios existe y quiere que seamos felices. Guardando las proporciones, es la misma sensación que me da la buena comida: si yo con ella, ¿quién contra mí?

Las mismas pulsiones están detrás de uno de los mejores mangas y animés de la época reciente: Shokugeki no Soma (traducido literalmente como “Soma de las Shokugeki”, aunque en español es mejor conocido como Guerras de Comida por la traducción más libre que se permitieron en el mundo anglosajón: Food Wars).

Shokugeki no Soma narra las aventuras del entrañable Soma Yukihira en su lucha por superar a Joichiro Yukihira, su padre, en la cocina. La historia empieza el día en que su papá acepta un nuevo trabajo y se ve forzado a cerrar su fonda. Esto lo obliga a pensar en algún nuevo destino para su hijo quien, hasta ahora, había dedicado sus días a ser su ayudante. Finalmente decide, no sin titubeos, inscribirlo en el Instituto Culinario Totsuki Saryo; una escuela de élite caracterizada por sus fuertes competencias. Éstas son conocidas como shokugeki y básicamente son luchas de dos bandos (a veces individuales; a veces colectivos) que intentan crear el mejor platillo posible frente a un jurado sibarita. Esto podría pasar por una mera curiosidad de no ser porque estas guerras de comida tienen repercusiones fundamentales que van desde la determinación de quién es expulsado de la academia hasta qué alumnos y alumnas conforman el Consejo de los Diez; el órgano administrativo más importante de la institución (con el poder, incluso, de quitar y poner al Director o Directora General).

Las dificultades empiezan desde el primer día: las evaluaciones de ingreso son ya pruebas del más alto rigor alimenticio. Erina Nakiri, nieta del actual Director, es la encargada de los exámenes y establece como requisito de entrada la elaboración de un platillo de alta cocina y calidad (con el tiempo quedará claro que estos conceptos no son sinónimos) cuyo ingrediente básico sea el huevito. Soma hace caso omiso de la pretensión del primer punto y se dispone a crear un furikake gohan con huevo batido. Hasta ahí, todo normal.


Furikake gohan parecido al de Soma Yukihira. Imagen de Chad Ivan M. Algunos derechos reservados con base en la siguiente licencia: https://creativecommons.org/licenses/by-nd/2.0/


El detalle matador está en los cubos de gelatina de caldo de bonito con alitas de pollo, sake y salsa de soya que Soma agrega subrepticiamente. Al entrar en contacto con el arroz caliente, los cubitos se derriten y le dan un toque delicioso y completamente inesperado a todo el platillo. Erina, al probar, tiene que esconder su sorpresa: esperaba toparse con un arrozuelo cualquiera de restaurante callejero y en su lugar se topó con un sabor digno de su lengua divina (este apodo es real en la serie, pues tiene unas papilas gustativas privilegiadas que la llevan a ser el terror de los cocineros que se topan con su catado). Molesta y sumergida en un arranque de simulado disgusto, decide rechazar la entrada de Soma. Afortunadamente, su abuelo corrigió el acta y admitió al joven cocinero.

Aunque la trama es relativamente sencilla, las guerras permiten volverlo un shōnen muy exitoso: cada capítulo ofrece nuevos y deliciosos platillos, rivales increíbles y arcos medianamente predecibles pero no por ello menos agradables. Esto es cierto para todos los personajes, salvo uno: el protagonista. Soma es una de las principales razones literarias por las que el ánime y el manga valen totalmente la pena: un tipo casi antiheróico que es capaz de cuidar a cada uno de sus amigos y amigas observando con detalle sus virtudes y defectos que, además, no deja que ningún interés romántico se interponga entre él y su objetivo (lo que no significa, por cierto, que no le guarde cariño a nadie; al contrario). Todo esto mezclado con un humor fresco y generoso y, quizá de manera más importante, una comprometida vocación con la prueba y el error. Soma no le tiene miedo al fracaso: de hecho, su principio metodológico fundamental es equivocarse tanto como sea posible frente a los y las mejores del mundo para aprenderles todo lo que pueda. Éste ha sido su camino: al inicio del ánime cuenta con un récord de 489 derrotas - 0 victorias frente a su papá y, lejos de apenarse, se jacta de las lecciones adquiridas. Esto desconcierta mucho en un contexto de perfeccionismo compulsivo y proyecciones complacientes que, sin embargo, se ve obligado a ceder un lugar de honor a quien por sus méritos y sabores destaca.

Si bien no es un ánime muy famoso y taquillero, es un infaltable en la lista de cualquiera que se jacte de disfrutar de este arte. Con todo y sus puntos flacos (hay algunos arcos excesivamente lentos, y no le faltan cosas criticables en materia de cosificación) es uno de los ánimes mejor logrados de los últimos años; sobre todo si aprecian la buena comida. La ilustración y animación es, en este sentido, simplemente espectacular. Casi se pueden probar los platillos.

A pesar de lo anterior, hay una omisión escandalosa: no hay un solo platillo mexicano en la serie, y por si esto fuera poco, en algunas secuencias de cocineros italianos se pueden escuchar notas de mariachi en lo que es una dolorosa confusión y generalización de lo latino. La serie vale mucho la pena a pesar de esto; ¡imagínense!

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