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Dune: Parte Dos


Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

El poder del mito


Habíamos dejado a Paul Atreides (Timothée Chalamet), el hijo del Duque asesinado, y a su madre Jessica (Rebecca Ferguson) escondidos con la tribu de los Fremen en el desierto profundo del planeta Arrakis. Ahí Paul se enamora de la joven Chani (Zendaya), a la vez que los líderes Fremen empiezan a reconocer en él la leyenda del mesías que les fue prometido. Mientras tanto, los malvados Harkonnen buscan retomar el control del planeta, rico por ser el principal recurso de la especia (la materia prima que permite el funcionamiento de este universo ficticio), todo bajo el frío cálculo del Emperador (Christopher Walken) que, junto a su sabia hija, la princesa Irulan (Florence Pugh), observan desde lejos los acontecimientos. Pronto el liderazgo de Paul lo probará frente a los Fremen mientras se convierte en una amenaza para los Harkonnen y para el propio Emperador.

Esperada continuación de la épica de ciencia ficción que promete marcar esta década. Como expliqué en mi crítica de la primera parte, el director Denis Villeneuve hace honor y está a la altura cinematográfica de este clásico literario. Al igual que en el libro, al que es bastante fiel, en esta segunda parte suceden más cosas, si bien sus tres horas se sienten un poco desbalanceadas: la primera hora es un poco lenta y algo repetitiva, y en la última media hora suceden demasiadas cosas, algunas muy relevantes. Esa última parte es adrenalina pura y no tiene desperdicio. Por lo demás, hay una continuidad con la gran construcción visual y sonora de la primera parte. Destaca la escena del coliseo Harkonnen bajo el «sol negro»: en un blanco y negro filmado en infrarrojo vanguardista, los planos de las masas fanáticas recuerdan a las juventudes nazis de El triunfo de la voluntad (1935) de Leni Riefenstahl.

La película retrasó su estreno de noviembre del 2023 a marzo del 2024 por la huelga de actores, para que su reparto multiestelar pudiera participar en la gira, y vaya que ese elenco es parte importante de su apuesta. Timothée Chalamet y Zendaya son material de mercadotecnia perfecto, y hacen un trabajo aceptable en el centro de la trama. Adiciones a esta segunda parte son Austin Butler como Feyd-Rautha, némesis Harkonnen del protagonista, quien encarna con maestría el perfil psicópata del villano; Florence Pugh como la princesa Irulan, de escaso tiempo en pantalla pero que consigue la gravitas de su personaje (central en el juego de intertextualidades de la novela); y Christopher Walken, que no termina de aportar la fuerza necesaria al rol del Emperador, sea por sus 80 años o por el diseño de vestuario minimalista que en su caso no favoreció la autoridad de su personaje, sino que parece un anciano en bata de hospital. En las acertadas actualizaciones de la adaptación, el personaje del Conde Fenring pasa a ser femenino en la película, interpretado por Lea Seydoux, y hasta Anya Taylor-Joy tiene una aparición relevante.

En fin, si decíamos que el problema de Dune era atraer al público con una historia con muchos lugares comunes, el problema de esta segunda parte —y del potencial de Dunecomo saga— será la complejidad político-religiosa de su trama frente al heroísmo clásico al que Hollywood nos tiene acostumbrados. Paul Atreides no es el héroe convencional que a su pesar salva al mundo. Paul Usul Muad’Dib es un mesías construido socialmente durante generaciones, que aprovechará ese capital político. Y eso no es fácil para que sea un personaje empático. La cinta subraya cierto rechazo inicial del personaje (como manda «El viaje del héroe») pero pronto eso queda relegado al personaje de Chani. En efecto, parte de la actualización de la historia es mostrar a ciertos jóvenes Fremen —Chani entre ellos— como incrédulos de la leyenda del mesías, frente al fanatismo ridículo del líder Fremen Stilgar (Javier Bardem), algo que no venía en la novela. Paul se transforma, a su pesar e instigado por su madre, en el Mesías de Dune. Así se llama el siguiente libro. De la mano de Villeneuve, seguro vamos para allá.


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