Luz María Mondragón
José Vasconcelos, no es olvido. Nunca persiguió la gloria, pero aunque han pasado 66 años desde que murió, el 30 de junio de 1959, su espíritu y legado siguen hablando a la posteridad, a las nuevas generaciones. Con pasión hizo caminos sobre la mar, dejando huellas indelebles en la historia de México y del mundo, especialmente como incomparable educador.
En la línea de los visionarios, de los sabios, de los revolucionarios, de los brillantes educadores, de los místicos, de los filósofos, de los ideólogos, su figura, su obra pública y literaria, su compromiso social (comprometido con la mente, el corazón y las entrañas), resplandecen y se agigantan en el siglo XXI.
Los primeros reconocimientos se los prodigaron sabios como Xavier Villaurrutia, Alfonso Reyes y Antonio Caso. Si hubiera una lista de los mejores mexicanos de todos los tiempos, nada que dudar, aparecerá José Vasconcelos. "Es el mexicano mayor del siglo XX", siempre repetía Octavio Paz, nuestro único Premio Nobel de Literatura (1990).
En su dilatada trayectoria intelectual, social y política, hay tres cimas: rector de la Universidad Nacional (UNAM), fundador de la Secretaría de Educación pública y candidato a la presidencia de México en 1929.
Incomparable su obra en la educación en el siglo XX. Impulsó e inspiró una cruzada educativa que sorprendió tanto en el país como en el extranjero, por su aliento y originalidad. La fundación incesante de obras e instituciones académicas, desplegadas en el México entre 1925 y 1950 son inimaginables sin el precedente de la utopía cultural vasconceliana, cuyos ecos resonaron por decenios en todo el continente americano.
Su paso por la rectoría de la Universidad Nacional dejó mucho más que un lema memorable: “Por mi raza hablará mi espíritu”. Abrió el Ateneo de la Juventud a todos los jóvenes. Y, sobre todo, definió la responsabilidad social de la UNAM.
El 9 de junio de 1920, José Vasconcelos fue nombrado rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Dejó una estela que sigue brillando, cauda infinita de huellas históricas.
Vasconcelos fue el creador de una leyenda, el escudo y el lema cósmico de la UNAM: Por mi raza hablará el espíritu. Ambos símbolos insuflan identidad a la universidad mexicana, la institución educativa latinoamericana más importante del mundo.
En su arco de esperanza, José Vasconcelos marcó el rumbo de la UNAM, soltando en delirio su bandada de flechas, al definir no sólo la misión de los universitarios al servicio del pueblo, sino su lema y escudo.
Imaginé así el escudo universitario que presenté al Consejo Universitario, con la leyenda Por mi raza hablará el espíritu, pretendiendo significar que despertábamos de una larga noche de opresión; con la convicción de que nuestra raza elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima, dijo alguna vez José Vasconcelos.
En abril de 1921 propuso al Consejo Universitario cambiar el escudo que hasta entonces estaba formado por un águila en un nopal, enmarcada por la leyenda Patria: ciencia, amor, salud y pueblo. Presentó un nuevo lema Por mi raza hablará el espíritu.
En el nuevo escudo, sobresalen el águila real mexicana y el cóndor andino, que protegen el mapa de América Latina, resignificando la unificación de los pueblos latinoamericanos.
Asimismo, el lema “Por mi raza hablará el espíritu”, refleja la realidad de una época en la que las esperanzas de la Revolución estaban vivas, en la que había fe en la patria y el ánimo redentor se extendía en el ambiente.
Ese “espiritualismo”, que profesaba Vasconcelos, era parte de una corriente intelectual que se plasmó en la educación mexicana por largo tiempo y que se tradujo también en las campañas de alfabetización y las misiones culturales que impulsó, primero desde la UNAM y luego cuando fue secretario de Educación Pública.
Al ser nombrado rector, José Vasconcelos dijo: “Yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo”. Su objetivo fue preparar a los profesionales que el México posrevolucionario requería.
Durante su gestión se preocupó por alejar a la Universidad de la imagen elitista, ya no sólo los privilegiados tenían acceso a ella; le otorgó una misión histórica al decir: “ésta es la universidad de la nación, del pueblo mexicano”.
Enfatizó: por sobre todo hay algo que trasciende el espíritu, y es la misión de la universidad, que va más allá de cambios políticos y estructurales del país.
Desde aquí impulsó e inspiró una cruzada educativa. Su paso por la Secretaría de Educación Pública fue un momento cumbre en el servicio público. Insufló a la educación, una aureola de misión religiosa.
Daniel Cosío Villegas, historiador, politólogo, escritor, sociólogo, creador de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM (hoy Facultad de Economía) filosofó sobre la cruzada educativa de Vasconcelos, destacando que recobró la atmósfera de entusiasmo en aquella época histórica, que era como una aurora nacional:
“Entonces sí que hubo ambiente evangélico para enseñar a leer y escribir al prójimo; entonces sí se sentía, en el pecho y en el corazón de cada mexicano, que la acción educadora era tan apremiante y tan cristiana como saciar la sed o matar el hambre. Entonces comenzaron las primeras grandes pinturas murales, monumentos que aspiraban a fijar por siglos las angustias del país, sus problemas y esperanzas.
Entonces se sentía fe en el libro, y en el libro de calidad perenne; y los libros se imprimieron por millares y por millares se obsequiaron. Fundar una biblioteca en un pueblo pequeño y apartado parecía tener tanta significación como levantar una iglesia y poner en su cúpula brillantes mosaicos que anunciaran al caminante la proximidad de un hogar donde descansar y recogerse”.
Coqueteó con el espiritismo
En su libro Ulises criollo, Vasconcelos compartió su contacto con el espiritismo, al que también fueron adictos dos expresidentes de México: Madero y Plutarco Elías Calles.
José Vasconcelos (“el mexicano mayor del siglo XX”, según Octavio Paz) nunca ha sido sombra. La luz de este titán cultural iluminó la primera mitad del siglo XX. Y sigue inspirando la vida de México.