Aída Espinosa Torres
Hans Christian Andersen nació el 2 de abril de 1805 en Odense, Dinamarca, en el seno de una familia humilde; su padre era zapatero y su madre lavandera. Desde pequeño mostró talento desbordante, situación que lo llevó a convertirse en uno de los escritores más influyentes de la literatura infantil universal.
Aunque enfrentó dificultades económicas y sociales, Andersen logró formarse en Copenhague, donde comenzó a escribir poesía, teatro y relatos. Su verdadero legado, sin embargo, fueron sus cuentos, en los que imprimió su propia visión crítica del mundo.
A lo largo de su vida, Andersen viajó por Europa, Asia y África. Recibió numerosos reconocimientos, como la Orden de la Estrella Polar y la Cruz de Honor del Dannebrog. Falleció el 4 de agosto de 1875 en Copenhague. 150 de sus cuentos fueron traducidos a 100 idiomas. Su obra ha sido adaptada a películas, ballets y óperas.
La magia de la palabra
Desde el rincón de lectura del Espacio Cultural San Lázaro de la Cámara de Diputados, Raúl Pérez Buendía, narrador, cuentacuentos, promotor de lectura, actor y titiritero, con la magia de su voz nos introdujo al mundo fantástico de Hans Christian Andersen. Narró El patito feo, y analizó el impacto de este autor en la literatura y cultura popular.
“Los cuentos para niños han servido por generaciones para disfrutar de una infancia feliz; han servido siempre para mejorar nuestra dicción, para mejorar nuestras relaciones humanas, etcétera”.
Hans Christian Andersen escribe sobre la vida misma. Más que ficción, sus relatos capturan la esencia de lo real. Por eso su obra sigue vigente, tan actual. Habla de la muerte, sí, pero no como un final, sino como una etapa más en el recorrido de la vida.
Andersen no oculta la muerte, como sí lo hace Disney. En su versión de La sirenita, el final es distinto, ella muere, pero permanece como espíritu. Así es en la realidad.
¿Cómo utiliza el humor y la ironía?
Andersen escribió novela, poesía y exploró más allá del ámbito literario. Es ejemplo claro de tenacidad y resiliencia. Cualquiera en su lugar ya se habría dado por vencido… habría colgado los tenis. El tenía su meta; tenía claro lo que quería en la vida.
Si no le funcionaba una causa, probaba otra y otra; por eso trató de ser cantante de ópera, actor, bailarín, escritor de poesía, escritor de novela, teatro y, obviamente, escritor de cuentos para niños. A partir de su poesía empezó a ser humor, y le inyectaba un poco de sarcasmo. También es muy crítico.
¿Qué cuentos de este autor te han transformado?
Siempre me he identificado con El patito feo. De niño me sentía un poco así: chaparrito, muy flaquito, y en la escuela se burlaban de mí, me hacían bullying. Era tímido, serio, y ese cuento me hablaba directamente. Me conmueve no solo por eso, sino porque los cuentos de Andersen tocan temas de perseverancia. Como El soldadito de plomo, que va todo el tiempo superando las vicisitudes de la vida.
¿Qué cuentos recomendarías?
El soldadito de plomo, La pequeña cerillera, La sirenita, El traje nuevo del emperador.
¿Cuáles son los cuentos que debemos escuchar hoy en día?
Yo creo que es fundamental contar historias que dialoguen con la realidad y con lo que viven hoy los niños. Se puede usar la ficción, las analogías, las comparaciones, pero sin perder de vista su contexto. Antes, a los niños se les veía como adultos en potencia. De hecho, no se escribían cuentos específicamente para ellos, ni siquiera había moda pensada para la infancia. Autores como Perrault y su generación recopilaban relatos de tradición oral, pero no estaban dirigidos a los niños.