Hace 117 años, el 18 de julio de 1908 murió Jaime Nunó, director de orquesta y ópera, concertista y compositor. Y, sobre todo, creador sonoro del Himno Nacional de México.
Jaime Nunó fue un músico español. Musicalizó las estrofas que escribió Francisco González Bocanegra. Unieron sus talentos para legar a México, uno de sus Símbolos Patrios: el Himno Nacional Mexicano.
Nunó fue uno de los aspirantes que respondió a la convocatoria del 12 de noviembre de 1853, realizada por Antonio López de Santa Anna, publicada en el Diario Oficial de la Federación, para la composición del Himno Nacional Mexicano.
Por primera vez se interpretó el Himno Nacional con música y letra el 15 de septiembre de 1854 en el Teatro de Santa Anna, que luego fue nombrado Teatro Nacional, el cual fue demolido y remplazado por el hoy Palacio de Bellas Artes.
Jaime Nunó murió el 18 de julio de 1908 y sus restos fueron traídos al país en 1942 para depositarse en la Rotonda de las Personas Ilustres.
La Historia de México es de riqueza invaluable y con dimensiones simbólicas cósmicas. Por ello, los mexicanos cantamos las hazañas del país, de los héroes y fortalecemos su culto. En esta estela espiritual, hoy recuperamos un relato histórico, una gesta heroica: el Himno Nacional Mexicano, oda que se cantó por primera vez en 1854.
En la historia nacional centellean los nombres de las figuras más influyentes y memorables. Personajes que han dejado un legado duradero en la construcción de la nación y en la defensa de sus principios vitales, como Francisco González Bocanegra, y Jaime Nunó Roca, autores de la letra y música, respectivamente, del Himno Nacional Mexicano, de los más bellos del mundo.
El corazón mexicano late, se cimbra al escuchar la letra y la música enérgica, marcial electrizante, inspiradora y de conmovedora narrativa poética:
Mexicanos, al grito de guerra
el acero aprestad y el bridón,
y retiemble en sus centros la tierra,
al sonoro rugir del cañón…
Sus notas, acordes y letra, son de enérgica sonoridad, es un auténtico llamado a las armas, una conmovedora invocación a los ciudadanos para que se levanten contra la tiranía. Es poderosa herramienta para inspirar y motivar a la población a luchar por la libertad, la soberanía la dignidad y los ideales nacionales. Esta pieza musical memorable relata la resistencia y la fuerza de la nación.
La música que acompaña a cada verso es una llamada a la acción, ya que exhorta a los ciudadanos a unirse en la lucha por la libertad y la defensa nacional.
La combinación de la letra con la melodía crea una experiencia emocionalmente impactante que trasciende tiempo y espacio. Es una experiencia espiritual.
El Himno Nacional es la primera enseñanza cívica que recibimos los mexicanos, y su letra y música son fundamentales para nuestra identidad. Cada estrofa refleja el ímpetu de lucha y el sacrificio que ha costado la construcción del país, y alude a la legítima defensa de la patria.
El valor de la obra de Francisco González Bocanegra y de Jaime Nunó Roca mereció que sus restos fueran trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres. La grandeza poética y musical del Himno es apreciada por propios y extraños, reconociendo su belleza inmortal.
En todos los actos solemnes, el Himno permite celebrar, conmemorar, solidarizarnos, y recordar los ideales, pertenencia, identidad y el horizonte como nación.
Sus poderosos versos y melodía son más que una simple canción. Es un símbolo de identidad y orgullo que une a los mexicanos en cada rincón del país y más allá de nuestras fronteras.
Conecta a los ciudadanos con su pasado, presente y futuro. Evoca las luchas y victorias que han moldeado la historia. Es llamado a la unidad, porque refuerza el espíritu colectivo.
Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva
De la paz el arcángel divino,
Que en el cielo tu eterno destino
Por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
Profanar con su planta tu suelo,
Piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo
Un soldado en cada hijo te dio.
Finalmente, evocamos al filósofo George Santayana, quien legó al mundo la lección de una frase: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Se requiere algo clave: la memoria histórica.