Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor
Los mitos son narraciones universales que resuenan en toda civilización. Los cómics han sabido retomar esos relatos siempre válidos materializándolos en superhéroes y supervillanos arquetípicos. Y el cine ha hecho lo propio a partir de ahí. Hace cinco años, con su Joker, Todd Phillips decidió interpretar a su manera el mito del Joker —el villano psicópata de la sonrisa infernal, el paradójico payaso malvado, pero también el loco incomprendido, el desecho de la sociedad que se revuelve contra ella— haciendo no una película de superhéroes (un género ya muy delimitado) sino una película scorsesiana sobre una persona alienada de la sociedad con fuertes problemas mentales. Gustó. Ahora la pirueta se complica —incluso volviéndose un musical, lo que tiene sentido como explicaré— pero en su esencia es la misma: estar loco no es divertido, estar loco no debería de ser inspirador ni liberador. Estar loco es triste, para el payaso y para la sociedad que lo rodea (ese testimonio en el juicio del colega del protagonista con enanismo).
En inmediata continuidad con la primera parte —brillantemente resumida con el audaz arranque de la película: un corto animado a la Looney Tunes que explica la película anterior y prefigura el tema de ésta— seguimos el encarcelamiento de Arthur Fleck, alias Joker, y su juicio mediático por los asesinatos cometidos. En el complejo de manicomio-prisión (Arkham Asylum) conoce a Lee Quinzel, con quien surgirá un encendido enamoramiento que potencia su personaje de Joker y la hace a ella Harley Quinn, la conocida contraparte femenina del villano del cómic, encarnado el folie à deux, la «locura de dos» de la que habla el título citando un padecimiento psiquiátrico real. Phillips de nuevo no opta por el género de superhéroes/villanos, y esta vez salta al musical. Como en Bailando en la oscuridad (Lars Von Trier, 2000), los números musicales son la forma en que el desdichado protagonista elude la realidad. Y un musical clásico, pues reinterpreta temas de las películas clásicas del Rat Pack del siglo pasado con intertextos explícitos de The Band Wagon (Vincent Minelli, 1955) que brinda el leitmotiv temático de esta cinta: That’s entertainment!
En efecto, el papel de los medios de comunicación es una de las principales críticas de la película. Cómo distorsionan la percepción de este personaje por parte de la sociedad. Cómo hacen célebre la locura de un hombre que lo que necesita es ayuda y cariño. «No les importa mientras haya un bufón, y el Joker soy yo» canta el protagonista citando un musical de 1964. Joaquin Phoenix y Lady Gaga cantan a lo largo de la película y además lo hacen como sus personajes: reflejando el patetismo y los estados de ánimo de cada momento. Por lo demás, la continuidad con la primera parte también es visual —la brillantemente fría fotografía, contrastando el verdor de la triste realidad con la colorida evasión en forma de set de televisión— y auditiva, pues las canciones de jazz de los musicales engarzan con la ominosa banda sonora de Hildur Guðnadóttir.
Ciertamente al que esto escribe le gustan los musicales e iba un poco prevenido de a qué me exponía. Y entiendo que esta película pueda desconcertar. Como en la segunda parte del Quijote, la locura del protagonista ha sido elogiada por la sociedad (tanto dentro de la ficción como en la realidad) y el autor decide poner orden. Como en la segunda parte del Quijote, se habla de la primera en ésta (la primera película existe dentro del universo narrativo de la segunda: Arthur Fleck no la ha visto pero le dicen que fue un éxito, como a Sancho y Quijote los reconocen sus contemporáneos en la ficción como los protagonistas del libro) y así el personaje se ha convertido en metatextual. Como en la segunda parte del Quijote, el personaje es infeliz por su locura, por más que los demás lo animen a encarnar ese personaje que se ha vuelto célebre. Y bueno, Cervantes decidió que sólo él pondría el punto final a su loco, por lo que lo curó de su locura y se encargó de que muriera.
(2024) EE.UU.
DIRECCIÓN Todd Phillips
GUION Scott Silver y Todd Phillips
MÚSICA Hildur Guðnadóttir
FOTOGRAFÍA Lawrence Sher
REPARTO Joaquin Phoenix, Lady Gaga, Brendan Gleeson, Catherine Keener, Harry Lawtey, Leigh Gill