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La sociedad de la nieve: Cuando lo heroico es vivir


Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

Hay historias reales, hay historias que necesitamos, y hay algunas que son ambas. Ésta es bien conocida. El 13 de octubre de 1972, un vuelo chárter operado por la Fuerza Aérea Uruguaya llevaba de Montevideo a Santiago de Chile a un equipo de jóvenes jugadores de rugby y a algunos de sus familiares y amigos. Iban con idea de un viaje breve, de fin de semana para jugar un partido. El vuelo es corto también, de apenas 2 horas, pero hay que cruzar por encima de la cordillera de los Andes. Y fue ahí donde el aeroplano no consiguió sortear uno de los picos y se estrelló. De los 45 pasajeros, varios murieron en el impacto, y otros lo harían a lo largo de los más de dos meses (72 días) que transcurrieron hasta que fueron rescatados. 16 de ellos sobrevivieron, una noticia que dio la vuelta al mundo y que ha generado varias conferencias, libros y películas, como ésta.

La película es buena, sí, e inspiradora, pero también es durísima, brutal. Si bien el mensaje global es de compañerismo y la lucha por sobrevivir, los detalles son terribles y la película, sin ser grotesca ni explotarlos, tampoco los omite, al contrario, los recrea a detalle, como los efectos fisiológicos de vivir en esas circunstancias. Y en ese sentido, el dilema más fuerte es el del canibalismo respecto de los muertos: el único modo de sobrevivir. La secuencia del choque también es tremenda, no apta para públicos demasiado sensibles. Así, muchos detalles la separan de la versión más famosa hasta hoy, la producción estadounidense ¡Viven! (Frank Marshall, 1993), protagonizada por Ethan Hawke. Aquella película popularizó la historia y se convirtió en un clásico, hablada originalmente en inglés, con actores conocidos y un tratamiento del tema más enfocado en lo heroico que en muchos detalles reales más duros de ver. En ese sentido, esta versión se siente mucho más real: los actores son uruguayos, ninguno de ellos especialmente conocido hasta ahora.

Sin embargo, esta película no es menos universal, al contrario. No sólo porque es una historia de supervivencia a la que es imposible no reaccionar, sino por la producción en sí misma: dirige el director español afincado en Hollywood, J. A. Bayona (El orfanato, Lo imposible, Jurassic World) y la música es nada menos que de Michael Giacchino(Up, Coco, The Batman, etc). Se cuidó con todo detalle la recreación de la época y de los propios hechos. Es impresionante la comparación con algunas fotos reales, que la película reproduce explícitamente. Se nota la mucha investigación que hay detrás. Un detalle es que hay rótulos que van haciendo un recuento de todos los fallecidos (nombre y edad), de forma que estamos ante un documento de los hechos, si bien recreado en ficción. Hacen apariciones algunos de los supervivientes reales, el más notorio es el de Carlos Páez que interpreta a su propio padre en la película y que comunica por teléfono los nombres de los supervivientes encontrados.

Con todo, la decisión más acertada de la película es tomar el punto de vista del personaje de Numa Turcatti, interpretado por Enzo Vogrincic (cuyo parecido físico con Adam Driver las redes no han dejado pasar). Decisión arriesgada, por el desenlace de ese personaje (aparentemente tendría más sentido que el protagonista fuera Nando Parrado, como en ¡Viven!), pero que permite enfocar el relato desde la amistad, la fe y la serenidad de este joven, que ni siquiera era parte del equipo de rugby (era amigo de uno de ellos, y viajó con otro de sus amigos) y casi no conocía a ninguno de los otros pasajeros. La edad y entereza de los jóvenes, así como su valía humana —qué duda cabe— les permitió transformar una situación desesperante y que pudo terminar sólo en confrontación, en una convivencia real (una sociedad, como dice el título un poco pretencioso) y sobre todo en una historia de amistad y supervivencia. «Tu Dios me dice lo que tengo que hacer en mi casa —dice un desesperado y equivocado Arturo, uno de los personajes— pero no me dice lo que tengo que hacer en la montaña». Vaya que su Dios preparó a Numa en su casa —la primera aparición del personaje es asistiendo a Misa— para la montaña.

(2023) España, EUA

DIRECCIÓN J.A. Bayona

GUION J.A. Bayona, Bernat Vilaplana, Jaime Marques-Olarreaga y Nicolás Casariego a partir de la novela de Pablo Vierci

FOTOGRAFÍA Pedro Luque

MÚSICA Michael Giacchino

REPARTO Enzo Vogrincic, Agustín Pardella, Matías Recalt, Esteban Bigliardi, Diego Vegezzi, Fernando Contingiani, Esteban Kukuriczka


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