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Presentan el libro Rendimiento institucional del combate a la corrupción en México


Juventina Bahena

Con la participación de estudiosos del tema de la corrupción, el diputado Juan Carlos Maturino Manzanera (PAN), secretario de la Comisión de Infraestructura, presentó en el Palacio Legislativo de San Lázaro el libro Rendimiento institucional del combate a la corrupción en México, en el que se observa, dijo, un esfuerzo colectivo orientado no solo a indagar el desempeño y funcionamiento institucional, sino a ofrecer propuestas que sean consideradas en los espacios gubernamentales, particularmente en el Legislativo.

En el evento participó, vía zoom, el diputado Juan Carlos Romero Hicks (PAN), presidente de la Comisión de Transparencia y Anticorrupción, y estuvieron presentes David Morales González, Jefe de la División de Ciencias Socioeconómicas de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán UNAM; Rafael Martínez Puón, integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción, y Fermín Edgardo Rivas Prats, uno de los coordinadores del libro.

El diputado Romero Hicks explicó que el texto es un conjunto de estudios que aporta hallazgos que llaman la atención sobre las aristas persistentes en la administración pública en materia de corrupción.

Luego de hacer un recuento de las reformas constitucionales para crear el Sistema Nacional Anticorrupción, señaló que la participación ciudadana fue clave en el proceso de transición política en México y ha influido en cambios importantes en las instituciones públicas. “La ciudadanía se ha convertido en un actor primordial para el sostenimiento del sistema democrático mexicano”.

A continuación, transcribimos algunas opiniones y tesis de dos de los coordinadores del libro.

Dr. Fermín Edgardo Rivas Prats

Faltan más y mejores diagnósticos de la corrupción

Aunque hay avances firmes relevantes, como una fiscalización oportuna, continua y precisa, un Sistema Nacional Anticorrupción y políticas de transparencia cada vez más difundidas en las instituciones, ha sido muy difícil acotar el problema de la corrupción, entre otras cosas, porque faltan mejores diagnósticos, concitar a una discusión pública y abierta del problema, generar propuestas de cambio, integrar una agenda de transformaciones institucionales, abrir las puertas al ciudadano al proceso legislativo ordinario, que ya sucede en otros países (Alemania, Estados Unidos y un largo etcétera), contar con la voluntad política para materializar cambios concretos en las dependencias, así como crear un instrumento ciudadano de seguimiento a la agenda de cambios y transformaciones de las instituciones para blindar su funcionamiento interno ante riesgos de corrupción.

Existen condiciones de funcionamiento de las instituciones que se asumen ordinarias y aceitadas pero que, de acuerdo con estudios recientes, generan nuevos riesgos de corrupción. La concentración de poder en la toma de decisiones y la opacidad de las propias decisiones son los dos elementos cruciales que la literatura especializada ubica como detonadores y caldo de cultivo para conductas corruptas.

Pareciera natural pensar que si éstas son las condiciones institucionales (contexto causal) de la corrupción, es necesario abatir y pensar modelos diferentes tanto de la concentración de poder como de la discrecionalidad. La nueva pregunta es: ¿y por qué razón no se hacen dichos cambios? Una respuesta probable: porque en el funcionamiento ordinario de las instituciones aún no se pone en el centro a la ciudadanía como factor, fuente, origen y justificación de la política.

Es necesario migrar nuestro modelo institucional hacia un auténtico centro ciudadano y crear un nuevo orden institucional a partir de la idea concreta y material de rendición de cuentas, como es el caso de generar informes de las actividades de las dependencias y de las razones y estudios de impacto social, económico, jurídico, en los que apoyaron sus decisiones, abrir a la ciudadanía la información del desempeño institucional y difundir más informes por internet.

Dra. Vanessa Cárdenas

Un mundo sin corrupción

La corrupción se da en todo el mundo, pero en la región latinoamericana es un mal endógeno; aunque es difícil pensar en un mundo ideal sin corrupción, para lograrlo debería haber más certezas en el sentido de que los procesos, ya sea políticos, jurídicos o sociales, estarían basados en las normas, en las reglas. Lo que hace la corrupción es influir en un proceso establecido, transparente, para cambiar las respuestas y las pocas certezas crean un mundo mucho más estresante.

Otro punto importante es la transparencia para tener claridad en cómo y por qué se generan determinados eventos, determinadas decisiones, con reglas claras, de lo contrario, se pueda acudir a una instancia que lo clarifique.

La economía es otro factor importante porque hay gran cantidad de recursos que se pierden en actos de corrupción. Todas esas fugas de dinero en las cuentas negras ocultas de los gobiernos podrían aplicarse en proyectos o programas de políticas públicas o estar en manos de los ciudadanos, generando ahorro haciendo fluir la economía.

Por otro lado, un mundo más justo, más equitativo, igualitario, en el que tener dinero o influencia para comprar favores no esté por encima de los derechos de nadie o no les dé a unos pocos más elementos para modificar el devenir de determinados acontecimientos, el que no ponga a las personas con poder económico por encima de otro, sino que tengamos realmente una igualdad jurídica, legal y social.

También la ética es un punto importante, en un sentido transversal a los puntos mencionados. Cualquier evento social, político, económico, cultural, del tipo que sea, no nos lleva a una sola respuesta, porque la ética es un proceso, es un camino basado en principios, en valores, que nos lleva a muchas respuestas, pero en un camino del deber ser, del liderazgo positivo que culmina con un bien, no solo personal sino colectivo.

La ética conlleva tener mejores sociedades y, por lo tanto, tener una sociedad mucho más crítica y con más elementos para exigir y generar políticos y Estados eficientes, efectivos, transparentes y, evidentemente, más éticos.


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