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Wicked Para siempre


Dr. Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

El antropólogo francés René Girard (1923-2015) planteó una original teoría para explicar la vida en sociedad de las comunidades humanas. Girard afirma que lo que deseamos es porque alguien más lo tiene o también lo desea, lo que termina llevando a una rivalidad. Esas rivalidades desembocan en violencia, la cual se va propagando en la comunidad. La manera de terminar con esa violencia, dice Girard, es que la comunidad designe un enemigo común al que se le haga culpable de todos los males y luego se le sacrifique, de forma que se logre la paz social. Es el llamado chivo expiatorio. Y es una muy buena explicación del interesante fenómeno sociopolítico de comunicación que plantea, entre números musicales y brujas voladoras, “Wicked: Para siempre”.

Como recordarán, esta es la segunda parte de una historia dividida en dos. Y es la adaptación de un exitoso musical de Broadway. La primera parte cuenta cómo, en el mundo del Mago de Oz, dos muy distintas aspirantes a hechiceras desarrollan una improbable amistad. Se trata de la popular y desenvuelta Galinda (Ariana Grande) y la íntegra pero marginada Elphaba (Cynthia Erivo), quien destaca por su característico color de piel verde. Al final de esa primera parte ambas descubren que su admirado Mago de Oz (Jeff Goldblum) es un fraude, y Elphaba, quien sí tiene poderes mágicos, huye volando en una escoba jurando desenmascarar al Mago, mientras Galinda permanece en el orden social del que es parte importante, aunque manteniendo sus sentimientos de amistad hacia Elphaba.

Esta segunda película sucede un tiempo después y desarrolla los sucesos de la trama que explican y son paralelos a la historia original del Mago de Oz: la llegada de la niña Dorothy a la tierra de Oz y su aventura al lado del espantapájaros, el hombre de hojalata y el león cobarde. La historia cuenta el origen de estos personajes de una forma ingeniosa y atractiva, que resulta novedad para quienes no conozcan ya la historia por el musical. Las canciones, sin embargo, en esta segunda película son francamente peores que en su primera parte, en gran medida siendo otra versión de las canciones ya conocidas (se explica por ser en realidad el segundo acto del musical), aunque el talento vocal de Cynthia Erivo y de Ariana Grande es admirable. A eso se añade la sensación visual de artificialidad que ya tenía la primera película. En cuanto al guion, a pesar de su longitud, las decisiones de los personajes se sienten apresuradas y poco justificadas —tomando en cuenta también el triángulo amoroso entre las dos amigas y el príncipe Fiyero (Jonathan Bailey), otro buen ejemplo de la teoría de Girard, en este caso del deseo mimético.

Sin embargo, de nuevo, lo interesante para mí es la lectura en clave de comunicación política que permite esta fábula. El Mago de Oz no es un hombre malo. Simplemente no tiene los poderes que hizo creer que tenía, y la gente no está dispuesta a creer lo contrario, aunque sea verdad, porque no les conviene (una característica de nuestra época de posverdad, resumida en la canción “Wonderful”). Por lo que el Mago tuvo la idea de crear un enemigo común para que la gente de Oz lo aceptara como su líder. Y ese enemigo común son los animales, que antes hablaban y tenían agencia como un ciudadano más de Oz y ahora son perseguidos. No es muy distinto de lo que puede hacer un gobierno populista. 

 Y la noble pero imprudente Elphaba, al enemistarse con el Mago, se convirtió en el enemigo común ideal girardiano, lo cual facilitó mucho su aspecto de piel verde y vestido negro. Por suerte está también Glinda, quien física y temperamentalmente es ideal para ser “la buena”, como se llamará a sí misma al final de la película. Y como le explica Elphaba cuando finalmente lo entiende, “alguien debe de ser la mala para que tú seas la buena”.

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