Centro de Estudios de las Finanzas Públicas
El comercio internacional, en las últimos décadas, ha sido testigo del cambio de una era de políticas comerciales liberales, basadas en reducciones arancelarias coordinadas, surgidas de las rondas comerciales pro liberales que datan de los años cuarenta, con el surgimiento del GATT (por sus siglas en inglés, Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) y culminan en 1994 (“Ronda de Uruguay”) con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que sustituye al GATT, que fueron acompañadas de una serie de tratados de libre comercio y proyectos de integración regionales hacia al actual giro hacia el proteccionismo, fundamentado en la extensión de las restricciones al comercio global.
El arancel, la más simple y antigua de las políticas comerciales, es hoy el principal signo tanto de la tendencia al proteccionismo como de las guerras comerciales. De acuerdo con la OMC, los aranceles son los derechos de aduana aplicados a las importaciones de mercancías con los cuales se proporciona a las producidas en el país una ventaja competitiva en materia de precios respecto de las importadas, además de constituir una fuente de ingresos para los gobiernos.
Ya sea que se trate de aranceles fijos, es decir, una cantidad preestablecida que se aplica por cada unidad de bien importado (por ejemplo, tres dólares por barril de petróleo) o de impuestos ad valorem, exigidos como porcentaje del valor de los bienes importados (en México, la gran mayoría de las tasas arancelarias son ad valorem). El efecto inmediato del arancel es aumentar el coste de los bienes importados por un país.
Este tipo de restricciones al comercio aumentan el precio nacional de los bienes importados frenando su demanda y, por tanto, afectan también directamente a los exportadores mexicanos, por lo que podrían reducir su capacidad de producción y sus operaciones de ventas en el extranjero. De lo que se sigue una posible disminución de los empleos en las industrias tanto exportadoras como en las que emplean insumos importados para su oferta en el mercado doméstico. En su conjunto, estas secuelas tendrían un impacto negativo sobre el crecimiento económico.
La política de imposición de aranceles propicia una desaceleración de las exportaciones, que se traduciría en una menor entrada de divisas, causando una disminución en la oferta de dólares, lo que distorsionaría el mercado cambiario y el tipo de cambio tendería a subir, es decir, implicaría una depreciación para nuestra moneda.
Si bien, una depreciación del tipo de cambio favorecería la competitividad de las exportaciones, por otro lado, puede causar un encarecimiento en los bienes y servicios que se importan generando presiones inflacionarias al interior del país; a su vez, la implementación de aranceles implica un sobreprecio en las cadenas de valor de las industrias afectadas, trasladando una elevación en los precios a los consumidores.
Asimismo, la incertidumbre sobre la política comercial de Estados Unidos genera un entorno de volatilidad y aversión al riesgo en los mercados financieros, lo que repercutiría en la cotización del peso mexicano causando la depreciación de la moneda nacional.
Para las finanzas públicas nacionales, la imposición de aranceles implicaría, en primer lugar, una menor recaudación fiscal por ventas al exterior y al desincentivar las inversiones futuras o las ya establecidas en el país, afectaría principalmente a las empresas maquiladoras integradas a la industria estadounidense con lo que podrían salir del país, en caso de prolongarse dichas medidas.
Debe considerarse que la imposición de aranceles es violatoria a los tratados de libre comercio, como es el actual T-MEC.
Organismos mundiales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), examinan el alcance del efecto inflacionario de los aranceles, a través de su traslado de los precios de las importaciones al consumidor, apuntando que el riesgo de un resurgimiento de las presiones inflacionarias podría llevar a los bancos centrales a mantener las tasas de interés elevadas durante más tiempo, lo que podría agravar los riesgos fiscales, financieros y externos.
En tanto que un dólar más fuerte a raíz de los diferenciales de las tasas de interés y los aranceles podría alterar los patrones de los flujos de capital. Según el Banco Mundial, un aumento de 10 puntos porcentuales en los aranceles de Estados Unidos a todos los socios comerciales podría reducir el crecimiento mundial en 0.2 puntos porcentuales sobre la previsión de enero de 2025, que estimó en 2.7% para 2025-2026.