¿Existe una investigación parlamentaria? ¿O toda investigación tiene que ajustarse a una metodología para tener cierta cientificidad? ¿Basta con la investigación documental para arrogarse el carácter científico? La investigación parlamentaria tiene el propósito de darle soporte y legitimidad a la labor legislativa del Congreso; sin embargo, cuando se trata de una propuesta del Ejecutivo que hace sinergia con el Legislativo, específicamente con el grupo parlamentario de su mismo partido, se privilegia un interés superior, generalmente político y social, donde la investigación parlamentaria parece estar en segundo lugar.
Por ejemplo, el incremento a la pensión de los adultos mayores a partir de enero pudiera estar afectando las finanzas públicas, pero lo que se busca es cumplir con un objetivo, el bienestar de la gente, por encima de lo que técnicamente pudiera o no estar apoyando la factibilidad de esa iniciativa y su impacto en las finanzas públicas.
Invitamos al politólogo de la UNAM Ricardo Álvarez Arredondo, y maestro de la misma especialidad por la London School of Economics and Political Science de la Universidad de Londres, para que nos despeje algunas incógnitas sobre el tema, pues cuenta con una larga experiencia parlamentaria adquirida durante más de 20 años de como asesor en la Cámara de Diputados, donde también fue diputado suplente por el PRD en la LVII Legislatura.
—En primer lugar, cuando una fuerza política tiene una mayoría absoluta o mayoría calificada, “lleva mano” para hacer gobierno y legislar conforme a su programa; así sucede en todo el mundo. Por una cuestión de convivencia democrática, se tiene que escuchar a la oposición y tratar de ser constructivos con ellos para algunas ideas, pero la oposición es oposición y el gobierno es gobierno y tenemos que acostumbrarnos a las mayorías, pero no la mayoría del PRI antiguo, construida con imposición, con fraude electoral, atropellando a la gente. Ahora la mayoría está amparada en un conjunto de reglas electorales aceptadas por todos, con un talante más democrático. Entonces, en todo el mundo, quien gobierna y tiene mayoría tiene derecho a legislar para cumplir con su plan de gobierno.
“Cuando viene una iniciativa del presidente que impacta el presupuesto, su consejería jurídica tiene que hacer el cálculo del impacto y envían al Congreso su solicitud de presupuesto con costos calculados. Ningún presidente, por un afán de interés político, quiere hundir sus finanzas públicas, sería una locura. Cuando no hay una mayoría en un régimen presidencial, como fue todo el periodo de la transición democrática donde ninguna fuerza tenía preponderancia en el Congreso vino una era de tripartidismo, que sirvió para democratizar procesos; eso funcionó como 10 años, del 97 al 2006, pero de 2006 al 2018 se pervirtió. La alianza entre el PRI y el PAN tuvo la capacidad de coptar al PRD, se iniciaron las cuotas y la repartición del dinero (los moches famosos). Entonces, esa necesidad de cogobernar se dio porque no había mayoría y aprobaron el presupuesto casi sin oposición porque repartían dinero; eso nada tiene que ver con la democracia.
“Luego llegó una irrupción popular en Morena encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, que barrió con todo y ahora tenemos una mayoría democrática en la Cámara, que tiene derecho a gobernar y hacer su programa legislativo. La oposición tiene que plantearse un escenario con mayoría en el Congreso, plantear un plan de gobierno y pedir el voto para llevarlo a cabo. Pero como no tienen mayoría, “no tienen vela en el entierro”. La mayoría los puede considerar en los dictámenes y que salgan de consenso, porque también hay que escucharlos, pero programas prioritarios en donde tenemos mayoría tenemos que sacar nuestro programa como cualquier gobierno del mundo.
Ricardo Álvarez fue el artífice de la profesionalización de la asesoría parlamentaria de la fuerza preponderante de la izquierda y coordinador de esta asesoría desde la 59 hasta la 63 Legislatura. También fue secretario técnico de la Mesa Directiva en la 64 legislatura; actualmente es asesor parlamentario; tuvo una participación activa durante la celebración del I Foro Internacional sobre Investigación Parlamentaria 2023, celebrado en diciembre, tema que siempre ha estado presente en su perspectiva profesional.
—Respecto a la investigación parlamentaria, un centro de investigación tiene que producir un documento ejecutivo que contenga una opinión experta con el costo de las iniciativas, el monto de los recursos con los que se tienen que fondear, tomando en cuenta que es el gobierno el que tiene garantizar el dinero y la proyección temporal de su ejecución. El centro tiene presentar los datos duros, la interpretación política de que si vamos a poder o no, es responsabilidad de quien está gobernando.
El exdirector de la Revista Virtual “Debate Parlamentario” y autor de artículos especializados y libros, como “El Sistema de Partidos Políticos en México, un esquema residual del autoritarismo”, Invención, Actualización y Vigencia del Parlamentarismo Mexicano y Reforma al Congreso, clave para la Reforma del Estado, recomienda que los centros de investigación no deben intimidarse ante las iniciativas del presidente; “hay que observarlas, pasarlas por lupa y presentar la opinión objetiva, sin miedo. Lo que sucede es que viene algo del Ejecutivo y se intimidan; no, hay que hacerse para adelante y emitir una opinión objetiva.”
La objetividad impoluta desde hace tiempo se descarta. Lo que busca la investigación es la verdad, digámoslo así, pero la verdad científica también se valida ¿cómo puede haber una investigación objetiva sin que esté permeada por una visión política?
—Bueno ¡no somos un kindergarden, no somos una universidad, somos un Congreso, estamos permeados por la política! en toda pluma se asoma un color político, pero hay que ir a los datos duros, evitar opiniones sin sustento. Las investigaciones tienen que aportar datos, estadísticas, derecho comparado, buenas prácticas.
Miguel Landeros Perkic, secretario General de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de Chile hablaba con mucho orgullo de la modernidad de la asamblea chilena porque, entre otras cosas, las iniciativas ni ningún otro asunto se manejan en papel, todo se hace en línea.
—La modernidad de un parlamento consiste en su utilidad, no en si tiene accesorios digitales o tableros; si la sociedad lo encuentra útil, pasamos la prueba de la modernidad. Si la sociedad lo juzga inútil, aunque sea un parlamento virtual con hologramas, no les sirve, no puede ser un parlamento moderno ¿Cómo vamos a lograr esa modernidad? dándole el poder a la gente; acercándolos a las discusiones, abriéndole las comisiones, invitándolos a votar, aunque sean una simulación virtual, para sentir el pulso de la gente; que los jóvenes se expresen sobre leyes; vamos a legalizar la cannabis para uso lúdico, sí o no; se va a votar el dictamen, pero se abre a los jóvenes a través del celular para captar lo que ellos opinan, quizá hay una abrumadora mayoría que dice sí… o no, y los políticos pensamos distinto, entonces vamos a una pausa porque hay un sector de la gente que está diciendo otra cosa. Cuando la gente vea que su participación influye, los vamos a enganchar.
Cuando hace años en la crisis del PRIAN, los asalariados tenían 80, 70 o 60 pesos de salario mínimo, decían que la casta política era de ladrones. Están reprobados. Y se acumuló la fuerza de nuestro movimiento a base de insistencia de años, de muertos, hasta que un día vino una irrupción y barrió con un sistema decadente. Ahora tenemos la responsabilidad de hacerlo bien, porque así como barrimos nos pueden barrer.
Entonces, la modernidad es la utilidad de la institución, no los accesorios; que podemos mejorar con los accesorios ¡hay que usarlos¡ pero no es la modernidad. A mí no me gusta lo semipresencial; los diputados tienen que votar, sobre todo los temas sustantivos, porque para eso están. No pueden andar votando desde la ducha ¡qué es eso! Para mí es más moderno que un diputado defiende a su distrito en su curul a que lo defienda desde la escalinata de un avión, desde el auto, que además hasta le resta dignidad al Congreso. Las pantallas las hicimos para ilustrar a las lenguas indígenas, para la votación, para las efemérides, para las solemnes, lo demás son modernidades frívolas.
Todos los dispositivos tecnológicos ultramodernos pueden dar por resultado la modernidad si le damos densidad política, sentido, utilidad o pueden representar la frivolidad que acabe con nuestras instituciones y lo mismo quiere la derecha, que nos ausentemos de las cámaras. Porque les abruma nuestra mayoría. Es un incentivo perverso. Si el presidente Andrés Manuel López Obrador, a sus 70 años, se levanta todos los días a las 5:00 de la mañana, nosotros por qué no podemos venir a sesionar dos veces por semana.
Modernidad es venir a trabajar, cumplir el mandato de las urnas. Eso es modernidad, no tomarle la pelo a la gente que vota por mí para que los atienda desde mi sillón; qué barbaridad es esa.