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La salud de la democracia en constante evolución


Por Israel Palazuelos Covarrubias

El 15 de septiembre de cada año se conmemora el día internacional de la democracia, fecha propicia para exaltar los significados, valores y retos en torno a ella. Permite conmemorar logros como el reconocimiento y la ampliación de derechos bajo su influjo, pero principalmente promueve la reflexión sobre lo que nos falta por conseguir. Esto se inscribe en la consecución de una democracia sustantiva, la que no solo se encuentre en el papel o en la teoría, ni únicamente en el ámbito electoral, sino que permee de manera efectiva en el aspecto social y económico en beneficio de todas las personas.

En años previos, los temas expuestos en esta conmemoración han sido, por ejemplo: “la educación para la democracia”; “la participación de la juventud”; “la prevención de conflictos”, así como “la libertad de prensa y de expresión”. Son aspectos cruciales en los que se tiene que abundar para conseguir los efectos deseados, toda vez que la construcción y el mantenimiento de una democracia, como tal, demandan esfuerzos continuos en sus distintos componentes.

Todas las personas, desde nuestras perspectivas, tenemos una idea de lo que es la democracia, lo que puede enfocarse en diversos aspectos y concebirla con base en distintos referentes. Es posible citar a los grandes teóricos, pero también al vox populi de una nación, con sus diferentes grupos sociales; registrar lo que una sola persona piensa o describir lo que opinan las élites gobernantes; incluso, atender la visión que se tiene de ella desde las artes en sus distintas expresiones.

El término es tan amplio y complejo que estas concepciones de la democracia podrían resultar complementarias entre sí, pero también contraponerse en algunos de sus componentes. Sin embargo, existen ciertos factores que determinan al menos su naturaleza genérica, aspectos en los que se podría estar más de acuerdo, como sus valores, sus instituciones y algunos de sus adjetivos.

Efectivamente, la democracia se reconoce por los valores que pregona, tales como la búsqueda del bienestar de la población y el apoyo prioritario a quienes más lo necesitan, de tal forma que se logre un impacto positivo común. También por la honestidad y la confianza mutua entre las personas, así como entre la ciudadanía y sus instituciones, las que hacen posible la cooperación y el desarrollo de las naciones y con ello la construcción de un capital humano que potencia las virtudes de los integrantes de la comunidad y, desde luego, de la colectividad misma como un componente de la sociedad, de la nación y de la población mundial.

De igual forma, se reconoce por la búsqueda de la igualdad, la justicia, la legalidad, la libertad (incluida la de expresión), la participación, el pluralismo y la diversidad, el respeto, la responsabilidad, la solidaridad y la tolerancia. Todos estos valores conllevan el reconocimiento de unas personas hacia otras, independientemente de sus ideas y diferencias. Si bien prima la regla de las mayorías, se tiene en cuenta la opinión y las necesidades de las minorías, y se trata de generar un ambiente de comunidad e integración.

Asimismo, la esencia de la democracia se manifiesta a través de sus distintos adjetivos: participativa, deliberativa y representativa. En su forma participativa, la democracia trasciende la mera elección de líderes para arraigarse en la colaboración ciudadana en la toma de decisiones y la construcción de políticas a través de medios tan distintos como el presupuesto participativo o el parlamento abierto. La dimensión deliberativa subraya la importancia de discusiones informadas y respetuosas como cimiento para la toma de decisiones públicas, alentando la consideración de diversas perspectivas en todos los ámbitos posibles. Finalmente, la faceta representativa implica que la ciudadanía elige a sus líderes para confiarles no solo la responsabilidad de tomar decisiones en su nombre, sino también llevando sus preocupaciones a los espacios de decisión como los congresos y las administraciones públicas de todos los órdenes de gobierno, al tiempo que se encausa la gestión eficiente de la pluralidad en sociedades como la nuestra.

Por otro lado, diversos especialistas han reconocido a las democracias por su grado de avance, medido de manera sistemática, tal es el caso del Índice de Democracia, el que las clasifica como democracias plenas, deficientes (en las que existen ciertas fallas que impiden su plenitud); regímenes híbridos (en los que se presentan características democráticas y autoritarias) y sistemas autoritarios o no democráticos. Si bien se alimenta en buena parte de percepciones (en su mayoría basadas en hechos contrastables), su metodología es amplia, involucra a expertos en las materias y brinda herramientas para atender los retos particulares de cada país.

También se encuentran ejercicios demoscópicos nacionales e internacionales (que abarcan a México). Entre estos últimos se encuentra el Latinobarómetro, el que mide variables de importancia para la democracia como por ejemplo la satisfacción y el apoyo que la ciudanía le manifiesta, así como la opinión en cuanto a los medios de comunicación, los partidos políticos, las elecciones, las fuerzas armadas, las autoridades civiles, entre varias otras que, en conjunto, muestran el statu quo de la democracia.

Además de estas fuentes existen muchas otras que ayudan al gobierno, la academia, los estudiosos del tema y a la población en general, a conocer e interpretar el “estado de salud” de nuestra democracia. De acuerdo con la información que proporciona tanto el Índice de Democracia como el Latinobarómetro, que se puede consultar de manera relativamente fácil en sus sitios de internet, nuestro país está experimentando cambios en su sistema democrático, los que se enmarcan en la gran pluralidad de percepciones, ideologías y preferencias sobre la vida pública de nuestro país.

Simultáneamente, es importante rememorar aspectos que la democracia ha traído consigo en México a favor de la población, lo que es preciso atesorar y optimizar. En lo electoral, nuestro país transita hacia un sistema de comicios auténticos, competitivos y libres, cuestión que ha desembocado en alternancias políticas en todos los órdenes de gobierno, tanto en la rama ejecutiva como en la legislativa, como reflejo de la voluntad ciudadana. Por ejemplo, tan solo a nivel federal, se han registrado tres alternancias en las últimas cuatro elecciones presidenciales, además de que la composición de las Cámaras del Congreso ha sido sustancialmente distinta en cada legislatura.

En lo que respecta a la cuestión social, tan solo en lo que va del siglo XXI, México ha adoptado mejores políticas de bienestar y atención a los grupos vulnerables, de transparencia y rendición de cuentas, de reconocimiento y respeto a los derechos humanos, de desarrollo económico y comercio internacional, entre otros rubros.

La búsqueda de los aspectos más positivos de la democracia no recae únicamente en los hombros de una sola persona, ni tampoco se limita a una única administración pública o gobierno. Más bien, es un esfuerzo conjunto en el que participan activamente todas y todos los ciudadanos, así como sus representantes e instituciones. Este compromiso colectivo constante se erige como un motor para el mejoramiento continuo de pueblos y naciones. Su enfoque radica en salvaguardar los logros alcanzados mientras se mira hacia adelante, con el objetivo de anhelar condiciones de vida óptimas para todos. Esta tarea encierra elementos positivos compartidos que reflejan los valores y atributos a los que una sociedad aspira, proporcionando una dirección clara y predecible en el camino que aún queda por recorrer.

Con lo anterior, la “salud” que goza nuestra democracia si bien puede ser objeto de debate y de visiones distintas e incluso opuestas, el punto de convergencia es que aún falta camino por andar, que existen muchos retos para que nuestra democracia sea sustantiva, es decir, que alcance al bienestar de todas y todos los mexicanos. Con ello, es preciso decir que la democracia no solo es compleja, sino que se encuentra en constante evolución y cambio, lo que puede incluir involución y estancamiento, por lo que se debe cuidar y depende de los pueblos el cauce que se le quiera dar, si es una herramienta para mejorar las condiciones sociales y de vida, paz, orden, progreso, o si se descuida y termina por ser sustituida por un régimen autoritario en beneficio de unos cuantos.


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